La mayoría de los deportes más populares del mundo tienen relación con un balón. Baloncesto, fútbol, tenis, rugby,… y tantos otros dónde el esférico, u ovalado, sirve para conseguir los puntos que pueden llevar a un equipo o a un jugador a la victoria. El cine, la literatura o los cómics nos han contado muchas historias sobre deportes y deportistas, dramas de superación, rivalidad, sacrificio, ambición y mucho sudor, como “El orgullo de los yanquis“, “Carros de fuego“, “Un domingo cualquiera“, “Hoosiers“, “Evasión o victoria“,… y también “Rollerball“, “TRON” y sus carreras de motocicletas, “Star Wars: La amenaza fantasma” y su carrera de pods o “Harry Potter” y su Quidditch. Estas últimas, como habéis deducido bien, son películas sobre deportes imaginarios.

De todas las disciplinas deportivas internacionales es la más violenta, la más peligrosa… pero también la más mediatizada. Este brutal cóctel de rugby y dodgeball atrae a millones de espectadores a cada partido y las redes sociales arden por los jugadores que son estrellas internacionales.
Desde lo más profundo de su campo, Helena dista mucho de interesarse por toda esta locura. Cuando no está ayudando a su padre en la granja familiar, va a acampar junto al mar con sus amigos. Ella no sabe nada al respecto de este juego, pero lo descubrirá por casualidad, jugando en la playa. Y demuestra estar dotada, rápida y poderosa. Pero nada será tan sencillo como parece.

Ya sean deportes individuales o por equipos, el entrenamiento, la competición y el esfuerzo por alcanzar el triunfo forman parte de un relato épico que emociona a cualquier espectador o lector, y por ese motivo muchos autores han elegido presentarnos a sus personajes en el marco del mundo del deporte. Y el cómic no es una excepción, como “Capitán Tsubasa” de Yoichi Takahashi, “Eric Castel” de Raymond Reding y Françoise Hugues, “Slam Dunk” de Takehiko Inoue, “Tenisu no Ôjisama” de Takeshi Konomi, “Big in Japan” de Luis Felipe Campuzano, “Haikyuu!” de Haruichi Furudate o las habituales incursiones de Mortadelo y Filemón en Mundiales de fútbol y Olimpiadas. La mayoría de ellos, manga de autores japoneses.
También existe una opción distinta, aunque no sabría decir si más fácil o más difícil, que es inventarse un deporte imaginario como los que hemos mencionado en la introducción (Rollerball, Quidditch,…) además de tantos otros (Blood Bowl, baseketball, Calvinball, los Juegos del Hambre,…).
Dos ejemplos recientes del mundo del cómic los podemos encontrar en “Mecánica Celeste” de Merwan o en “Banana Sioule” de Michaël Sanlaville. Ambos, cómics de autores franceses y publicados en castellano por Nuevo Nueve Ediciones, que nos cuentan una historia de superación protagonizada por una chica y como telón de fondo disponen un deporte imaginario que es una variación del clásico juego de balón prisionero pero con contacto, añadiendo el riesgo físico y la violencia en la ecuación.
Es importante que las reglas de este deporte imaginario sean sencillas pues no me imagino dedicar medio cómic para explicar el fuera de juego del fútbol, los tres segundos en la zona del baloncesto o la melée del rugby. Y el Sioule lo es, en apariencia: un palo como portería, un balón, un equipo de tres a diez jugadores, un terreno de juego variable, y un marcador. No hay golpe ni maniobra prohibida. Además cada encuentro viene definido por el azar, que determina el terreno, la pelota, la duración e incluso si se pueden emplear armas.
El Sioule de este cómic se inspira en un deporte real del medievo, al que los franceses llamaban soule, chôle o choule, según la región. Competían dos pueblos, y el objetivo era llevar la pelota a la puerta de la iglesia principal del rival, cruzando prados, bosques, e incluso estanques. Y puesto que las distancias entre las iglesias podía ser grande, el terreno de juego era enorme.

El autor de “Banana Sioule” es el dibujante francés Michaël Sanlaville al que muchos conocimos en “Lastman“, un cómic a seis manos, escrito y dibujado por Balak, Michaël Sanlaville y Bastien Vivés, publicado por Diábolo Ediciones, ganador de un premio en 2015 en el Festival de Angoulême y que se adaptó a dibujos animados al año siguiente. Esta primera entrega, de las tres previstas, fue publicada originalmente por Glénat en marzo y nos llega en castellano de la mano de Nuevo Nueve Ediciones.

La protagonista de la historia es Helena, una chica de pueblo sencilla e ingeniosa. Su vida es pacífica, y aburrida. Corta la leña, cuida vacas heridas, trabaja en la granja junto a su padre y durante su tiempo libre se baña en el mar con su pandilla de amigos. Ella es feliz, aunque su padre desea otro destino para ella, lejos de la granja, de las vacas y las cabras, y del estiércol. Y aunque ella no esté de acuerdo con los planes de su padre, la irrupción del Sioule en su vida cambia su forma de pensar, pues Helena demuestra estar muy dotada para este deporte violento y viril. ¿Y si ese es su destino? ¿y si su futuro estuviera en ese deporte llamado Sioule que enfervorece a las masas? El primer paso está en la E.S.S., la Escuela Superior de Sioule, pero la prueba de acceso es exigente y solamente los mejores la consiguen pasar.

Banana Sioule” es un cómic entretenido, pero poco más. Es evidente que está inspirado en los mangas ‘shonen‘, y de hecho está dibujado en blanco y negro con tonos de gris, y el formato de la edición es pequeño. En sus páginas se tratan muchos temas que interesan al lector joven, como la importancia de la amistad, las relaciones familiares conflictivas o las preguntas sobre el futuro y las salidas profesionales, de manera que no parece equivocado señalarlos como el público potencial de este cómic.

Banana Sioule
Autor: Michaël Sanlaville
ISBN: 978-84-19148-14-8
Formato: 15×21.5cm. Cartoné. Blanco y negro
Páginas: 208
Precio: 15,00 euros