El director británico James Whale (1889-1957) no dudó en dejar atrás los grandes éxitos en el teatro londinense para dar el salto a la dirección cinematográfica en Hollywood. Eran los años treinta, cuando el séptimo arte aún era un arte joven, un medio en crecimiento, todavía en blanco y negro y apenas unos pocos años después de la primera proyección comercial con sonido sincronizado (“El cantante de jazz“), de manera que uno puede darse cuenta que la decisión de Whale fue arriesgada, pero el tiempo ha demostrado que certera.
Si bien la filmografía de Whale no se circunscribió exclusivamente al cine de terror (sólo se pueden enmarcar en este género cuatro de sus más de veinte películas), sí es por su aportación al mismo por lo que es y será siempre recordado: “El doctor Frankenstein” (1931), “El caserón de las sombras” (1932), “El hombre invisible” (1933) y “La novia de Frankenstein” (1935). Producidas por Universal Pictures, tres de ellas están unidas a otro gran mito del cine fantástico, el actor Boris Karloff, y por ese motivo Whale siempre será recordado como el padre cinematográfico de Frankenstein.
Otro de sus grandes trabajos de James Whale en el género fue “El hombre invisible” (“The Invisible Man“), la primera adaptación cinematográfica de la célebre novela homónima de H. G. Wells. Es uno de los clásicos del cine fantástico, y substituyó la limitación de medios técnicos de la época con mucha imaginación, trampantojos y artificios narrativos brillantes, casi todo ideados por el genio de los efectos especiales de la época John P. Fulton, para contarnos el periplo de un científico cuyo experimento sale terriblemente mal, condenándolo a una vida de invisibilidad. El guión de R.C. Sherriff se centró en la megalomanía y crueldad del protagonista y pasó de puntillas por toda la crítica social y un punto ‘antisistema’ que inundaba el texto original de Wells.
Protagonizada por Claude Rains, E.E. Clive, Gloria Stuart, John Carradine, Una O’Connor y William Harrigan, entre otros, “El Hombre Invisible” era una película que suspense, intriga y terror que nos contaba la historia de Jack Griffin, un científico que descubre un suero que puede convertir a una persona en invisible y que decide experimentar en sí mismo. Con el fin de ocultar su descubrimiento, se esconde en una aldea inglesa a la que llega con su cara oculta tras un grotesco vendaje y unas gafas oscuras. Sin embargo, la misma sustancia que le hace invisible va impulsándolo también, poco a poco, a la locura y la maldad.
Curiosamente “El hombre invisible” de James Whale es la adaptación más fiel que se ha hecho de la novela de H. G. Wells, y todo lo que vino después fueron inventos extraños, versiones, secuelas, remakes y parodias. La misma Universal Pictures creó otras películas basadas en la historia del hombre invisible, incorporando así al personaje a su mítica galería de monstruos: “The Invisible Man Returns” (Joe May, 1940) con Vincent Price en el papel del Hombre Invisible, “The Invisible Woman” (A. Edward Sutherland, 1940), “Invisible Agent” (Edwin L. Marin, 1942), “The Invisible Man’s Revenge” (Ford Beebe, 1944) y también la comedia “Abbott and Costello Meet the Invisible Man” (Charles Lamont, 1951). Y como versiones más modernas tenemos “Memorias de un hombre invisible” (John Carpenter, 1992), “El hombre sin sombra” (Paul Verhoeven, 2000), y “El hombre invisible” (Leigh Whannell, 2020). Ninguna como la primera.
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…