Muchos escritores han fantaseado con el fin del mundo, sobre el cómo y sobre el después, haciendo sus propias conjeturas acerca de los motivos y las consecuencias. Un asteroide, un virus, una guerra nuclear, invasiones extraterrestres… Desde “La carretera” hasta “Guerra Mundial Z“, pasando por “Soy leyenda” o incluso “Mad Max“, uno no puede más que temblar ante lo indefensos que estamos ante una catástrofe global, y lo “homo homini lupus” que podríamos llegar a ser para sobrevivir en un mundo post-apocalíptico.
Me llamo Gris. No he ido nunca a la escuela. Jamás he tenido amigos y en toda mi vida no he conocido suficientes personas como para jugar un partido de fútbol. Mis padres me han contado que antes el mundo estaba lleno de gente, antes de que se vaciara. Pero nunca nos hemos sentido solos en nuestra isla. Nos tenemos los unos a los otros, y tenemos a nuestros perros.
Entonces llegó el ladrón.
El mundo se acaba. Quizás no hoy, a lo mejor no mañana, pero esto llega a su final. Incluso el mismísmo Stephen Hawking afirmaba en el año 2017 que nuestro planeta tiene fecha de caducidad y que desaparecerá por completo en unos seiscientos años. Y si eso lo decía uno de los hombres más inteligentes que han vivido en nuestro planeta, ¿por que vamos nosotros, humildes mortales, a contradecirlo?
El fin del mundo como lo conocemos ha estado presente en la literatura, el cómic y el cine durante todas las épocas y desde diferentes enfoques. Centrándose unas veces en las propias catástrofes que causan un hipotético apocalipsis, o en el día después y la odisea de los supervivientes, la ficción ha imaginado cientos de paisajes para el apocalipsis.
El fin del mundo, otra vez. El apocalipsis, de nuevo. El ocaso de la civilización, como recurso creativo.
“Un chico y su perro en el fin del mundo” (“A boy and his dog at the end of the world“) es una novela de ciencia-ficción del subgénero post-apocalíptico que sigue la senda abierta por “La carretera” de Cormac McCarthy (aunque algo más optimista y un tono menos desesperanzador) y “Soy leyenda” de Richard Matheson (aunque sin vampiros): la civilización ha llegado a su fin a causa de un fenómeno global de esterilización llamado La Castración, y solamente han quedado vivos unos pocos seres humanos, que viven desperdigados y aislados, sin apenas contacto entre ellos. Cientos de años después del colapso, Gris y su familia viven en las islas Hébridas, un extenso archipiélago en la costa oeste de Escocia, despreocupados y felices a su manera, y solamente conocen a otros seres humanos, los Lewis, que viven a en otra isla, a unas horas de distancia. Para ellos el resto del mundo está vacío y muerto. No se aventuran más allá de sus islas y dan la espalda a lo que pueda quedar en pie en tierra firme. Sobreviven con medios precarios en una pequeña isla, sin más tecnología que la que consiguen obtener de sus periódicos saqueos de los restos abandonados de un mundo que ya murió, aunque no necesitan más. Los niños no conocen otro lugar que su isla y sus padres apenas recuerdan algo distinto, pero la llegada de un taimado extranjero de lengua viperina hará estallar en mil pedazos el oasis que la família de Gris había creado y lanzará al más joven de la família en una emocionante odisea en busca de su perro robado, hasta mucho más allá de lo que jamás había llegado. Un mundo en ruinas le espera, pero no con los brazos abiertos.
“Un chico y su perro en el fin del mundo” de C. A. Fletcher no es un libro fácil. Escrito en primera persona, en forma de diario personal que se dirige a nosotros, al lector, es una obra lenta, acerca del periplo de un chico en un mundo desolado y vacío y cuya premisa, si no tienes un perro en casa, es hasta difícil de comprender. No puede haber empatía por parte del lector hacia el personaje protagonista si uno no comprende que un perro puede llegar a ser parte de ti mismo, tanto como un hermano o una madre.
Cruzar medio mundo en busca de un perro es el impulso que lanza al personaje protagonista al viaje, y cumple a rajatabla con el monomito de Joseph Campbell, el término que acuñó el antropólogo en su libro “El héroe de las mil caras” para definir el modelo básico de muchos relatos épicos de todo el mundo. En esta ocasión C. A. Fletcher escoje el robo de un perro para iniciar la salida del protagonista de su isla natal a bordo de un barco de vela, mar adentro, tras el rastro del ladrón, siguiendo las fases arquetípicas de la llamada de la aventura, el cruce del primer umbral y el vientre de la ballena. Sin los aspectos fantásticos que acompañan las historias de Osiris, Prometeo o Frodo, la aventura del joven Gris tras el rastro de Brand permitirá al lector descubrir la magia de un mundo abandonado a su suerte, el destino de las ciudades vacías cuando el hombre ya no las habita, y la reconquista por parte de la naturaleza de aquello que le había sido arrebatado. Justamente esto es lo mejor de “Un chico y su perro en el fin del mundo“, las conjeturas de C. A. Fletcher acerca del aspecto que tendría nuestro planeta si los seres humanos desapareciéramos, que es lo que se mantendría entero y que caería en mil pedazos, o como los árboles volverían a crecer en medio de las moribundas ciudades de asfalto, cristal y hormigón.
También cuesta empatizar con la família de Gris que, aunque resiliente y tenaz en la soledad de su islote, dan la espalda al resto del mundo, no se plantean su papel en el destino de la humanidad y se limitan a luchar por su propia supervivencia. Incluso, en uno de los secretos que se desvelan al final del libro, también dan la espalda de forma reprobable a su propia sangre.
Algunos interpretan el finis hominis como un cambio, un nuevo principio, y muchos entienden que el final no tiene matices: fundido en negro, telón, despedida y cierre. La novela del escritor, articulista en diversos periódicos y revistas y guionista de cine y televisión C. A. Fletcher se decanta por la primera de las opciones, pues nos presenta un futuro distópico con una humanidad reducida a la mínima expresión. No es una propuesta inovadora, pues está plagada de referencias de obras clásicas del subgénero y los lectores españoles veremos en sus páginas aromas al “Mecanoescrito del segundo origen” de Manuel de Pedrolo, y salvo un par de sorprendentes e innecesarios giros al final de la historia, bruscos y poco plausibles, no aporta nada nuevo a un género que parece haber explorado todas las posibilidades acerca del fin del mundo, en todas sus variantes.
Un chico y su perro en el fin del mundo.
Autor: C. A. Fletcher
Traducción: Joan Josep Mussarra Roca
Fecha de publicación: Septiembre de 2020
ISBN: 978-84-450-0831-7
Formato: 15x23cm. Rústica con solapas
Páginas: 392
Precio: 17,95 euros
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