Muchos autores distintos han escrito, elucubrado y teorizado, con mayor y menor profundidad y precisión, las fuentes de inspiración de J.R.R. Tolkien para dar forma a la Tierra Media y toda su mitología. Posiblemente quién mejor ha sido capaz de hacerlo es su propio hijo, Christopher, pero otros se han propuesto no quedarse muy atrás. John Garth es uno de ellos.
En este nuevo libro de John Garth, reconocido experto en Tolkien, se investigan los lugares que sirvieron de inspiración al autor de El Señor de los Anillos para crear sus localizaciones ficticias y otros aspectos de la Tierra Media. El libro contiene más de 100 imágenes, entre las que se incluyen ilustraciones del propio Tolkien, contribuciones de otros artistas, imágenes de archivo, mapas y espectaculares fotografías recientes. Muchos de los lugares de inspiración están repartidos por la geografía de Gran Bretaña —sobre todo en las queridas West Midlands de Tolkien y en Oxford— pero también se encuentran fuera de sus fronteras, en todos los puntos cardinales.
Muchos autores han escrito acerca de la memoria del paisaje, topos reconocibles y analizables por sus características físicas particulares y por su relación con el ser humano y con el medio: espacios naturales de interés, a veces naturalezas frágiles que deben ser protegidas, a veces naturalezas desconocidas que merecen ser desveladas, casi siempre son territorios que merecen la atención del redactor de un artículo por sus características particulares… En conclusión, son lugares reales a los que un mapa le da un nombre, un plano de carreteras te explica como llegar hasta allí, una fotografía realizada desde el cielo le otorga detalles concretos, la memoria de sus habitantes recuerdan aspectos sobre la historia del lugar,… Son también lugares con memoria. Un vecino conoce los acontecimientos que ha vivido el lugar por la tradición oral que se ha transmitido de padres a hijos, un historiador dispone de libros, quizás escritos por los vencedores con su verdad sesgada, acerca de los acontecimientos que han sucedido allí, un botánico puede extraer conocimiento concreto de la evolución de su flora y su vegetación, un geólogo la suya, un agricultor otra,… Existen, son una realidad física y tangible.
Los lugares imaginarios, por el contrario, parten de una premisa diametralmente opuesta: no existen. Los lugares imaginarios no salen indicados en ningún mapa, su latitud y su longitud no se pueden encontrar en ningún atlas, ninguna guía los incluye entre sus localizaciones de interés para un visitante ocasional y ningún turista sabría como llegar hasta allí. De hecho no existen en el plano físico de la existencia, pero si quisiéramos llevar esta discusión a un plano menos tangible podríamos afirmar sin equivocarnos que pueden llegar a existir en el blanco sobre negro, en las letras y el papel: la literatura puede absorberlo todo y hasta lo más irreal puede tomar visos de realidad. La literatura fantástica lleva siglos dando forma a lo desconocido, describiendo con detalle lugares que el hombre no ha pisado, narrando la vida de algunos lugares de los que apenas se tiene una información escasa y sesgada, incompleta y errónea. El problema tal vez surge cuando se intentan plasmar los paisajes imaginados en imágenes, pero la pintura y el dibujo y, en los últimos años, el cine se han manifestado como artes bastante diestras en mostrar mediante formas y colores todas esos frutos que surgieron del fértil árbol de la imaginación.
La creación del paisaje fantástico es un proceso mental en el que la imaginación tiene un papel principal, pero que bebe de las fuentes de la memoria del autor, de sus referencias más próximas, del paisaje que conoce, de la cultura en la que se ha empapado, del folklore local, todos los datos sobre paisajes que tiene almacenados en la cabeza y que, filtrados por la imaginación, toman una forma definitiva que difiere de lo que es real para ser, de hecho, ficticio.
Este proceso mental se rige por una serie de conceptos genéricos que, por genéricos, no podemos ignorar: la imaginación, el sueño, la fantasía,… palabras que nos remiten, todas ellas, a una parte del cerebro humano que crea sin intervenir en el mundo físico, una habilidad más propia de la infancia que de la edad adulta pero que, a lo largo de la historia, también ha servido para poner rostros y formas a aquellas personas, acontecimientos o lugares que nos eran desconocidos.
El escritor John Garth ha profundizado en el universo del escritor J.R.R. Tokien, como muchos otros lo han hecho con anterioridad, para buscar las fuentes de sus paisajes fantásticos, encontrar entre los recuerdos del profesor de Oxford el origen de las apacibles praderas de Hobbiton, el valle élfico de Rivendel, las Cavernas Centelleantes del Abismo de Helm, el profundo Bosque Negro y otras muchas localizaciones de la Tierra Media, desde montañas y bosques hasta ríos, lagos, ciénagas y zonas costeras. Y lo ha hecho en “Los mundos de J. R. R. Tolkien“, a lo largo de once capítulos (De Inglaterra a la Comarca, Los cuatro vientos, La tierra de Lúthien, La costa y el mar, Las raíces de las montañas, Ríos, lagos y ciénagas, Tierras tejidas de árboles, Antiguas huellas, Vigilancia y protección, Lugares de guerra, y Artesanía e indústria) y más de doscientas páginas, en un libro lujosamente encuadernado en tapa dura y acompañado por numerosas ilustraciones a todo color, reproducciones de dibujos de Tolkien o fotografías de lugares reales que, por su aspecto, parecería que estan sacadas directamente de la Tierra Media.
El trabajo de John Garth nos demuestra que la Tierra Media de J.R.R. Tolkien no es un paisaje inventado. Tal y como nos explica en la introducción, su Tierra Media tiene “un sol y una luna, robles y olmos, agua y piedras“. No es ningún descubrimiento lo que nos plantea Garth, pero realmente lo hace de forma detallada, profusa y extensa para que los seguidores de “El Hobbit” y “El Señor de los Anillos” sepamos cuáles son las profundas raíces sobre las que se sustenta y alimenta el majestuoso árbol creativo. De hecho J.R.R. Tolkien toma prestados los modelos de paisajes que la cultura occidental precedente ya había asimilado como propios. Estos paisajes incluyen los paisajes tradicionales míticos y los narrados en las leyendas mitológicas (Avalon, Arcadia, El Dorado, Shangri-La, el Olimpo, el Infierno, el Paraíso, Icaria, el Valhalla…), así como lugares imaginarios que la historia ha definido como mitad leyendas y mitad realidades (la Atlántida, Camelot, el Oriente de las Mil y una Noches…). E incluso lugares reales pero olvidados y borrados del tiempo, perdidos y nunca encontrados, que podemos imaginar como fueron, aventurar su aspecto mediante la imaginación y sin restos arqueológicos que puedan apoyar hechos. En el libro hay muchas teorías, por supuesto, que no podremos confirmar y que se pueden poner en duda pero también identifica localidades reales, puntos concretos y estudia los lugares, reales o imaginarios, que Tolkien conocía y que pudieron servir de inspiración. ¿Por ejemplo? Que Tolkien vivió su infancia y juventud en Sarehole, un pueblo tranquilo y apacible como La Comarca, cercano a la bulliciosa metrópolis de Birmingham, en una época de una transformación social sumamente intensa, quizá sin precedentes desde la invención de la agricultura. De hecho, como nos cuenta Garth, Sarehole acabó desapareciendo, tragada por un barrio residencial sin alma.
Garth se vale de sus amplios conocimientos acerca de la vida y obra de Tolkien, que ya nos había demostrado en su obra anterior “Tolkien y La Gran Guerra” para proponernos su teoría acerca de los extraordinarios procesos de invención del escritor británico, refutar determinadas ideas populares en torno a las inspiraciones de la Tierra Media, y presentar sus propias idas, nuevas y bastante convincentes. Me hubiese gustado saber que pensaba Christopher Tolkien acerca de las propuestas de Garth.
John Garth también nos recuerda que la obra de Tolkien bebe directamente de las leyendas artúricas y la literatura anglosajona medieval para alimentar su obra. Con Beowulf a la cabeza, Tolkien fue siempre un entusiasta de los Eddas, el Kalevala, la literatura de tema artúrico, las epopeyas medievales, las leyendas y de los cuentos de hadas (aunque reconocía abiertamente que no le gustaban ni Andersen ni los hermanos Grimm). En su ensayo “Sobre los cuentos de hadas“, niega que estos cuentos tengan un público específicamente infantil, o incluso sean precisamente los niños los que más los aprecien. El propio autor deploró más adelante las alusiones a un público infantil incluidas en “El Hobbit“, y las evitó en “El Señor de los Anillos“. Lo que le interesa a Tolkien es contar una historia mítica, crear para su Inglaterra esas leyendas que se perdieron en el camino a una sociedad industrial. Las suyas no son tanto historias de personajes como de la comunión entre personaje y paisaje.
El libro de John Garth contiene tanta información que se puede leer de principio a fin, en orden, o hojear improvisadamente. El propio autor así lo propone en su prólogo, puesto que el libro está sembrado de recuadros con información adicional que se centra en un asunto particular, como simulitudes entre nombres (¿el bosque de Brocelandia en la Bretaña francesa tiene algo que ver con Beleriand?, ¿la deidad eslava Radegast y el mago Radagast?…) o lugares (la ciénaga de Tode, la puerta de la iglesia de Stow-on-the-World en los Cotsworlds, los nombres de los ríos, las zonas volcánicas de Escocia, las montañas suizas,…), entre otros muchos temas que despertarán el interés del lector. En resumen, “Los mundos de J. R. R. Tolkien” explora el universo de J.R.R. Tolkien, sus fuentes de inspiración, la fructífera relación entre el mundo real y los mundos fantásticos, y sirve como inspiración para todo aquel que quiera viajar siguiendo las huellas del maestro mientras recorre el mágico mundo de la Tierra Media.
Los mundos de J. R. R. Tolkien.
Autor: John Garth
Traducción: Martin Simonson
Colección: Biblioteca J. R. R. Tolkien
Fecha de publicación: Febrero de 2021
ISBN: 978-84-450-0900-0
Formato: 21x26cm. Cartoné. Color.
Páginas: 208
Precio: 29,95 euros
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…