La Quinta del Biberón cumple cien años, aquellos que nacieron en 1920 fueron reclutados y enviados al frente a luchar y morir en la guerra fratricida que asoló España entre 1936 y 1939. Parece adecuado dedicarles algún tipo de hueco en la memoria y en la historia, ya que reconocimiento nunca tuvieron.
Nos robaron la juventud. Memoria viva de la quinta del biberón.
- ISBN: 978-84-01-02402-3
- Editorial: PLAZA Y JANÉS
- Año de la edición: 2020
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 152 X 230 cm.
- Páginas: 440
- Materias: ensayo
- PVP: 19,90 euros
Hacia el final de la Guerra Civil, veintisiete mil muchachos nacidos en 1920 fueron llamados a filas. Se les llama la Quinta del Biberón, y muchos ni siquiera tenían dieciocho años cuando perdieron la vida en la sangrienta batalla del Ebro. Los supervivientes acabaron en penales y en cárceles franquistas, en campos de concentración o en batallones disciplinarios, y debieron cumplir luego un largo servicio militar. Todos conservaron para siempre el terrible recuerdo de esa guerra en la que combatieron en alpargatas y sin cartucheras. La sarna, los piojos, la sed, las caminatas, la metralla. Las voces quebradas de los chiquillos moribundos en el campo de batalla llamando a sus madres. Los compañeros muertos, enterrados a centenares en la Venta de les Camposines. Una pesadilla repetida noches tras noche a lo largo de los años en el momento de cerrar los ojos. La certeza de que les habían robado la juventud.
Tanto el gobierno de la Republica como el bando faccioso cometieron infinidad de actos execrables, quizás de entre los peores, uno de ellos fuera enviar a combatir a millares de adolescentes a orillas del Ebro. La mayoría de ellos murieron vírgenes (en todos los sentidos) sin comprender nada, los quintos de 1941 se convirtieron en mozos de reemplazo en 1938. Con poca o ninguna instrucción, los enseres que habían traído de casa (cuchara, plato, manta, etc.), un fusil y las balas envueltas en un pañuelo marcharon a la batalla de mayores dimensiones en la historia de España, se estima que trescientos mil “hombres” la sufrieron durante cinco meses. De entre ellos, los más jóvenes, los nacidos en 1920, la llamada Quinta del biberón son los protagonistas de este libro.
Siempre es un placer saborear la historia desde las fuentes primarias, individuos que han vivido los acontecimientos en primera persona, su relato sobrecoge. Emociona leer como recuerdan y se pregunta: ¿por qué yo sí y ellos no? La historia oral que transmite este ensayo pronto se extinguirá…
Al igual que el autor, yo también tuve un familiar que perteneció a la Quinta del Biberón, un tío-abuelo nacido el 6 de enero de 1920 que luchó en la Guerra Civil y luego cumplió un largo servicio militar en Marruecos, lo poco que sé de él, me lo contó mi abuelo (cuatro años más joven) en alguna ocasión.
Precisamente, la parte de las entrevistas con los “biberones” es la parte más interesante de este ensayo. La descripción de las penalidades superadas, los miedos y anhelos de supervivencia, el recuerdo de los amigos y “enemigos” caídos, nos conmueven irremediablemente.
Así contesta Benet Cardó, biberón oriundo de Gironella, en una entrevista en julio de 2013 a la pregunta de cuál había sido su peor momento durante la guerra:
– La noche que relevamos a aquella brigada de veteranos. ¡Se quedaron de piedra al vernos llegar! No olvido la mirada de aquellos hombres curtidos, lo que nos dijeron…
– ¿Qué les dijeron?
– “Ay, pobretes, no sabéis que venís al “matadero”. ¿No sabéis que os mataran a todos? Pero ¡si todavía lleváis el biberón en la boca!”
– El biberón…
– Por eso nos quedó lo de Quinta del Biberón. ¡Entrabamos en las trincheras llorando! Nos movilizaron hace ahora setenta y cinco años, cada año quedamos menos y menos supervivientes…
Pág. 130
El libro me ha gustado bastante, de rápida y fácil lectura, rememora de primera mano la “decisión criminal” de reclutar a veintisiete mil muchachos en abril de 1938 y usarlos como carne de cañón. Por otro lado, la insistente obsesión del autor, Víctor Amela, de volver sobre los pasos de su tío Josep, parece un poco repetitiva y forzada en algunos capítulos.
La triste historia de nuestro siglo XX tiene aquí un nuevo episodio digno de ser recordado, con la misma claridad que lo hacen los supervivientes, no debemos olvidar el inútil sacrificio de tantas vidas… Un “poquito” de memoria histórica, ¡por favor! No sólo por ellos y sus familias, sino por nosotros mismos y por las futuras generaciones, que merecen conocer la verdad sin deformaciones.
Hoy mismo, revisando un portátil viejo de un tío mío ya fallecido y que estaba recuperando para que su hermano tenga con qué entretenerse en esta cuarentena, he encontrado unas fotos de la mili de mi abuelo materno y mi madre ha mencionado que él fue de la Quinta del Biberón. ¿Sobre nosotros qué libro escribirán “La quinta del aplauso a las 8”? Más bien de los quintos de ahora, que yo soy más de la “Quinta del Príncipe de Bel Air”…