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Corría el año 1972 cuando Douglas Trumbull nos ofreció su cautivadora película “Naves misteriosas” (“Silent Running“) que nos hablaba de asuntos que hoy son de rabiosa actualidad: la destrucción que los humanos provocamos en los ecosistemas naturales y como esto puede llevarnos al colapso. Estamos hablando de la deforestación de la Amazonia y de los bosques tropicales, de las prospecciones petrolíferas en el Ártico, de la extinción indiscriminada de especies animales y vegetales, del cambio climático,… Hay quién lo llama el ecocidio del siglo XXI, y a principios de los años setenta ya había quien empezaba a hablar claro y directo sobre lo que se nos venía encima.

El maestro de los efectos visuales Douglas Trumbull, tras participar en “2001: Odisea en el espacio” y “La amenaza de Andrómeda“, debutó en el asiento del director con esta historia escrita por Deric Washburn y dos jóvenes y poco conocidos Michael Cimino y Steven Bochco, con un gran futuro por delante, que nos contaba los esfuerzos del botánico Freeman Lowell, que vive en una nave espacial en la órbita con Saturno cuidando las últimas plantas de la Tierra pero recibe la orden de destruirlas y regresar, para no cumplir con las instrucciones que ha recibido. La película contó con un presupuesto más bien escaso, pero por contra Trumbull contó con muchísima libertad para desarrollar la película que quería mostrar. Lamentablemente el escaso éxito de “Naves silenciosas” hizo que fuese olvidada y que la incipiente carrera como director de Trumbull quedase bastante maltrecha (solo volvió a dirigir una película, “Proyecto Brainstorm“) aunque siguió adelante como responsable de efectos visuales y se convirtió en uno de los grandes maestros de la especialidad con trabajos tan emblemáticos como “Encuentros en la tercera fase” o “Blade Runner“.

Protagonizada por Bruce Dern, Cliff Potts, Ron Rifkin, Jesse Vint, Steven Brown, Larry Whisenhunt, Cheryl Sparks y Mark Persons, “Naves misteriosas” nos cuenta una historia enmarcada en el género de la ciencia-ficción post-apocalíptica, pero que se posiciona abiertamente en defensa del medio ambiente en unos años en los que no era habitual ni en la literatura (como excepciones, “El color de la distancia” de la escritora Amy Thomson en 1984 y “El nombre del mundo es Bosque” de Ursula K. Le Guin en 1972), ni en el cine, pero los asuntos relacionados con la ecología empezaban a tomar posición en las preocupaciones de la sociedad. ¿Pioneros? Más bien precursores de un género, la ‘ecociencia-ficción’, que tendrá en la película “Avatar” del director canadiense James Cameron su máximo exponente cuarenta años después.

Naves silenciosas” es un alegato ecologista que hoy se ha convertido en una película de culto, sobretodo porqué todo aquello que nos anuncia nos parece terriblemente cercano, un aviso de lo que está por llegar. Su mensaje sigue más vigente que nunca.

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