A mediados de los años setenta el futuro se percibía particularmente incierto por el tenso clima político que se vivía en ese momento, a causa de la aún vigente Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los avances tecnológicos habían permitido la llegada del hombre a la Luna pocos años antes, así que el pesimismo sobre el momento político contrastaba con el optimismo que nos imaginaba colonizando el espacio y viviendo junto a robots. En esos años algunos visionarios anticiparon internet (John Brunner en “El jinete de la onda de shock”), la realidad virtual (Stephen King en “El cortador de césped”), los ordenadores personales, el buscador de Google o las I.A. (Arthur G. Clarke), y otros nos imaginaron en un futuro en el que el deporte más popular es una brutal carrera de coches que atraviesa los EE.UU. y en la que atropellar peatones otorga puntos extra. Sin olvidar a los que nos imaginaban sometidos al yugo de gobiernos de extrema derecha (“La Fuga de Logan“, “THX 1138“), algo de lo que no estamos tan lejos.
Dirigida por Paul Bartel, producida por Roger Corman, basada en el relato “El corredor” de Ib Melchior, y protagonizada por David Carradine, Sylvester Stallone (un año antes de dar el gran salto con “Rocky”), Simone Griffeth, Mary Woronov, Roberta Collins, Martin Kove y Don Steele, “La carrera de la muerte del año 2000” nos trasladaba hasta un distópico año 2000 en la que Frankenstein, el misterioso campeón de la brutal carrera de coches Transcontinental Road Race, siempre vestido de negro, se une a la Resistencia para poner fin al gobierno totalitario que tiene sometida la población. Su objetivo es ganar la carrera y asesinar al presidente durante la entrega de premios, pero los acontecimientos le obligarán a cambiar los planes sobre la marcha.
Como hemos comentado, esta delirante película cargada de violencia explícita llegó a los cines en una época turbulenta, en la que el mundo entero estaba agitado y los sueños hippies de los sesenta se habían desvanecido ante la terrible realidad: guerras, tumultos, levantamientos, conflictos sociales,…. En los EE.UU. la derrota en Vietnam acentuó el pesimismo de la sociedad. Así, la ciencia-ficción de la época nos contaba historias acerca de futuros distópicos oscuros y deprmentes, y algunas de ellas nos hablaban de la aparición de deportes violentos que tomaban el mismo papel narcotizador de la población que el ‘panem et circenses‘ romano. “Rollerball“, “Deporte Mortal” o esta “La carrera de la muerte del año 2000“, por ejemplo, se sumaron a “Cuando el destino nos alcance” (1973), “La fuga de Logan” (1976) o “La naranja mecánica” (1971), entre otras visiones cinematográficas pesimistas de la época.
Hacer un remake de una película de culto no es nada fácil, pero Paul W. S. Anderson intentó hacerlo con esta “La carrera de la muerte del año 2000“. En su particular homenaje que se estrenó en el año 2008, y que acortó su título a “Death Race” (“La Carrera de la Muerte”), contó con Jason Statham para dar vida al protagonista. Las cifras acompañaron a la propuesta de Anderson, pues costó 65 millones de dólares e ingresó 75, pero la película era más que mediocre.
Curioso porque justo ahora ando enganchado a la trilogía de los Arquitectos... y en cuanto acabe con ella iré a…