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El conde Drácula, un personaje literario tan seductor y atractivo como peligroso y carente de escrúpulos, llegó a las pantallas de cine por primera vez hace 90 años, ocho años después de que F. W. Murnau sentase las bases del género de terror con la magistral “Nosferatu“, que era una adaptación libre de la novela seminal del género de Bram Stoker. Como ya comentamos en su momento Florence Stoker, la viuda del escritor irlandés, denunció al estudio alemán Prana Film, responsables de la película “Nosferatu“, por no haber pagado derechos de autor y a partir de entonces controló con mano de hierro los derechos de la obra de su marido. A finales de los años veinte los cedió a la productora Universal para realizar la primera película oficial de “Drácula“, que se estrenó en febrero de 1931 con Bela Lugosi como actor protagonista.

A partir del año 1958, la irrupción del Drácula de la Hammer cambió al personaje y nuevos actores llegaron para poner rostro al vampiro, como el legendario actor británico Christopher Lee que iba a interpretar a Drácula en multitud de películas. La productora británica impulsó una serie de remakes encubiertos de las películas clásicas de monstruos de la Universal pero, como no tenían los derechos, tuvieron que cambiar bastantes aspectos de la historia para que no pudieran ser demandados. Los vampiros de la Hammer, por ejemplo, introdujeron elementos que hoy se consideran indispensables en cualquier película de vampiros que quiera ser merecedora de su nombre: erotismo light, violencia explícita, mucha sangre y los colmillos. ¡Sí, tal como lo contamos! Hasta ese momento los vampiros de las películas tenían unos dientes bastante normales pero fue gracias a la versión de Terence Fisher de 1958 que los colmillos largos y afilados llegaron para quedarse.

En 1971 llegó una nueva película sobre Drácula pero sin Drácula, y ni siquiera se le menciona. Es una película de vampiros, y punto. “Drácula y las mellizas” (“Twins of evil“), dirigida por John Hough y protagonizada por Peter Cushing, Dennis Price, Isobel Black, Madeleine Collinson y Mary Collinson forma parte de la llamada ‘Trilogía de los Karnstein‘, tres películas de terror de temática vampírica producidas por Hammer Productions entre 1970 y 1971 que tienen como nexo común los personajes del relato “Carmilla” de Joseph Sheridan Le Fanu: “Amantes vampiro” (1970), “Lujuria para un vampiro” (1971) y esta “Drácula y las mellizas” (1971).
El protagonista de la película, Peter Cushing, ya había interpretado el rol del némesis de Drácula en otras películas, como el científico y cazador de vampiros Van Helsing, pero en esta ocasión es Gustav Weil, el fanático líder de la Hermandad que se enfrenta al conde Karstein.

La película nos contaba como una puritana secta religiosa, liderada por el fanático Gustav Weil, caza a todas las mujeres que considera sospechosas de brujería, matando a un buen número de víctimas inocentes en su cruzada contra el mal. Por otro lado, su interés por el satanismo lleva al conde Karstein a resucitar a la condesa Carmilla, una antepasada suya, que le convierte en vampiro. A partir de entonces, los asesinatos se suceden sin tregua y entre los objetivos del nuevo vampiro se encuentran las gemelas Maria y Frieda, sobrinas del opresivo Gustav, una de las cuales es virginal y humilde, mientras que la otra es ambiciosa y voluptuosa, que acabará siendo vampirizada por el conde.

La película “Drácula y las mellizas“, que no tenía ni Drácula (era el conde Karstein) ni mellizas (eran gemelas), apostó abiertamente por la violencia y sexo, y para lo segundo se aseguraron el éxito contando con las gemelas Mary y Madeleine Collinson, que habían aparecido desnudas poco tiempo antes en las páginas de la revista “Playboy“.

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