Los años setenta vieron la irrupción de un fenómeno conocido como ‘blaxploitation‘, que fue la respuesta cinematográfica a una realidad política y social. Una moda efímera, sin duda, pero también un subgénero que tuvo un profundo arraigo con una parte de la sociedad norteamericana, la de raza negra, que exigía un cambio y que mostró de manera bastante cruda y realista la vida en los guetos afroamericanos. En general fueron películas que presentaron a protagonistas afroamericanos muy alejados del estereotipo blanqueado y amable que representaba Sidney Poitier, el ‘buen negro‘, que eran detectives privados, delincuentes, granujas, proxenetas y traficantes de drogas. Las películas estaban rebosantes de sexo, violencia e incorrección política, de ambientes sórdidos y tono macarra y funky. La propuesta de ‘blaxploitation’ estaba cerca a los postulados de los Black Panthers: ira, contracultura, subversión y activismo. Se suele fijar la irrupción en 1971, con “Las noches rojas de Harlem” de Gordon Parks. Para la historia del cine quedan nombres como Shaft, Coffy, Cleopatra Jones, Super Fly o Foxy Brown. Y el Drácula Negro.
El ‘blaxploitation‘ se metió también en el cine de terror: un Drácula negro (“Blácula”), un Frankenstein negro (“Blacksenstein”), zombies negros (“La venganza de los zombis”),… Seguramente la más destacada de todas las películas de terror ‘blaxploitation‘ es “Drácula Negro“, una película que reinterpretaba en clave racial el mítico personaje de Bram Stoker. El conde Drácula, un personaje literario tan seductor y atractivo como peligroso y carente de escrúpulos, llegó a las pantallas de cine por primera vez hace casi un siglo, ocho años después de que F. W. Murnau sentase las bases del género de terror con la magistral “Nosferatu“, que era una adaptación libre de la novela seminal del género de Bram Stoker. Tras “Nosferatu”, docenas de películas distintas nos han presentado a Drácula y a los vampiros como protagonistas de la función, y el éxito de “Blácula” a principios de los años setenta demostró que había espacio para un Conde Drácula de raza negra. Años después llegaría Eddie Murphy, pero ya no sería lo mismo…
Dirigida por William Crain y protagonizada por William Marshall, Denise Nicholas, Vonetta McGee, Gordon Pinsent y Thalmus Rasulala, entre otros, “Drácula Negro” nos contó la historia del príncipe africano Mamuwalde, que visitaba el castillo del Conde Drácula en Transilvania junto con su esposa en busca de ayuda para acabar con el comercio de esclavos pero que serán atacados por el vampiro como castigo por su osadía. La esposa morirá y Mamuwalde será convertido en vampiro y encerrado en un ataúd. Ya en el siglo XX dos comerciantes se llevarán el ataúd hasta Los Ángeles, dónde el Drácula Negro despertará de su largo sueño de docientos años, dispuesto a vengar la muerte de sus antepasados y de los responsables de robar a su pueblo su trabajo, su cultura y su patrimonio.
Pese a ser una película de serie B, con un presupuesto ínfimo, un guión mediocre y unas actuaciones olvidables “Drácula Negro” fue un gran éxito de taquilla, recaudando más de un millón de dólares y siendo una de las películas más taquilleras del año 1972, y eso facilitó que un par de años después llegará una secuela, “¡Grita, Blácula, grita!” (“Scream, Blackula, Scream“), que no funcionó nada bien y el Drácula de raza negra ya no regresó más.
A ver, yo entiendo que estafa es cuando te quedas tú el dinero, no cuando el dinero es un donativo…