El estreno, hace un cuarto de siglo, de “Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma” fue uno de los grandes acontecimientos de la historia del cine, pues había una generación entera de espectadores que llevaban casi veinte años esperando esta película. Era el film con el que “Star Wars” regresaba a las salas de cine tras 16 años de espera, desde que “Star Wars. Episodio VI: El retorno del Jedi” cerró la trilogía original en 1983. “Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma“, junto a los dos siguientes films, nos iba a servir para descubrir el origen de Darth Vader, su juventud como caballero Jedi, su amistad con Obi-Wan Kenobi, a conocer a la madre de Luke Skywalker y la princesa Leia y el motivo que llevó a Anakin Skywalker hasta el Lado Oscuro, de manera que los espectadores se lanzaron a las salas de cine como hacía años que ninguna película lo había conseguido. Un cuarto de siglo después, la primera película de la trilogía de las precuelas de “Star Wars” que levantó tanta polvareda en su momento, incluso críticas y desprecios, se puede considerar un gran espectáculo. Con errores (Jar Jar Binks), algunos de bulto (los midiclorianos), con metraje que sobra (demasiado política) y metraje que falta (más Darth Maul), sí, pero magnífica.
Dirigida por George Lucas, y protagonizada por Liam Neeson, Ewan McGregor, Natalie Portman, Terence Stamp, Jake Lloyd, Samuel L. Jackson, Ian McDiarmid, Pernilla August, Anthony Daniels, Frank Oz, Sofia Coppola y Keira Knightley, entre otros, “Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma” (“Star Wars: Episode I. The Phantom Menace“) nos llevaba de nuevo hasta una galaxia muy, muy lejana, varios años antes de los hechos narrados en “Star Wars. Episodio IV: Una nueva esperanza”, para contarnos como la República Galáctica está sumida en el caos. Los impuestos de las rutas comerciales a los sistemas estelares están en disputa. Esperando resolver el asunto con un bloqueo militar, la codiciosa Federación del Comercio ha detenido todos los envíos al pequeño planeta Nabooo con su ejército de droides. Mientras el Congreso de la República debate el asunto sin prisa, el Canciller Supremo envía en secreto a dos caballeros de la Orden Jedi, guardianes de la paz en la galaxia, para resolver el conflicto. La Reina Amidala, monarca del pacífico planeta Nabooo, escapará de la Federación del Comercio junto a Qui Gon Jim, caballero Jedi, y su padawan, Obi-Wan Kenobi, en busca de ayuda para liberar el planeta. Atrapados en un planeta perdido del Borde Exterior, el caluroso Tatooine, encontrarán a un niño con enorme poder, Anakin Skywalker.
Para muchos espectadores la puerta de entrada a la galaxia de George Lucas, no fue “Star Wars. Episodio IV: Una nueva esperanza” sinó “Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma” y allí descubrieron algo maravilloso. Habían naves espaciales, droides, espadas láser, pistolas de rayos, Jedis, Padawan, la Fuerza,… y un villano tan carismático como desaprovechado: Darth Maul. ¿Quién no se quedó pegado en el asiento con la carrera de vainas en Tatooine o con Darth Maul y su espada láser doble luchando en Naboo contra Qui Gon Jim y Obi-Wan Kenobi? Tuvieras la edad que tuvieras, la película ofrecía momentos mágicos. Se puede odiar a Jar Jar Binks (el primer personaje principal generado íntegramente por CGI de la historia del cine, aunque el actor Ahmed Best le cedía su voz y sus movimientos), te pueden aburrir las intrigas palaciegas y políticas que nos plantean como McGuffin, y se puede criticar a George Lucas por muchas cosas que no hizo bien, pero no se puede poner el menor pero a un espectáculo mayúsculo como el que nos ofrecieron en 1999, y aún hoy mantiene el tipo con solvencia ante cualquier revisionado.
Sí, es así: uno puede volver a ver la primera entrega de las precuelas y no parece que hayan pasado veinticinco años desde su estreno. Es cierto que el CGI todavía era una tecnología en pañales a finales de los años noventa, cuando se estrenó “Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma“, pero la verdad es que George Lucas fue muy inteligente y supo usar los efectos visuales generados por ordenador cuando fue necesario y recurrió a técnicas más clásicas como el stop-motion, las marionetas y los animatronics, en otros momentos. Pero siempre con Industrial Light & Magic, la compañía de efectos especiales que Lucas fundó en los años setenta, detrás de todo ello.
Curioso porque justo ahora ando enganchado a la trilogía de los Arquitectos... y en cuanto acabe con ella iré a…