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El director británico Duncan Jones es el hijo del añorado David Bowie pero como Nicholas Cage, sobrino de Francis Ford Coppola, o Joe Hill, hijo de Stephen King, es un claro ejemplo de lo que puede significar cargar con un apellido célebre. En un mundo en el que el talento no se valora más que el apellido o el dinero, algunos artistas que no quieren crecer a la sombra de sus padres eligen el camino difícil. Y cambian su nombre para que nadie les asocie. Es digno de elogio. Otros eligen el camino fácil: son hijos, nietos o sobrinos de celebridades, son guapos, ricos y famosos, tienen estilo y, en contadas ocasiones, hasta talento.

En Hollywood muchos hijos de las celebridades intentan escapar de la alargada sombra que proyectan sus padres, y se esfuerzan por tomar distancia de la fama. Buscan ser ellos mismos en un mundo invadido por el brillo de sus progenitores, y lo de seguir los pasos familiares lo dejan para los Barrymore, los Coppola, los Douglas o los Houston: Ben Ford, hijo de Harrison Ford, es chef en la cocina de su propio restaurante; Connor Cruise, hijo de Tom Cruise y Nicole Kidman, es DJ; Dylan Penn, hija de Sean Penn y Robin Wright, prefiere la pasarela a los escenarios; Gabriel Kane, hijo de Isabella Adjani y Daniel Day Lewis, se labra su camino en el mundo de la música,…

Por otro lado, la vida de unos hijos a la sombra de padres geniales. La realidad es que el genio artístico de famosos progenitores no siempre se ha visto reflejado después en sus descendientes, y a algunos de ellos eso les ha empujado a la locura, les ha condenado a la invisibilidad y al abandono, pues muchos vivieron el abismo de no heredar ningún talento. Peor todavía: el genio de algunos de los mayores artistas suele levantar a su alrededor una muralla que los aísla de sus seres más queridos y provoca un abandono afectivo del que su familia nunca se podrá recuperar.

La película de ciencia-ficción “Moon“, la ópera prima de Duncan Jones, se convirtió en la gran ganadora del Festival de Sitges del año 2009 al llevarse cuatro premios: mejor película, mejor guión, mejor actor y mejor diseño de producción. De hecho la película fue uno de los ‘sleepers‘ del año 2009 y una de las más sugerentes e interesantes películas de ciencia-ficción de los últimos años. Protagonizada por Sam Rockwell, Kevin Spacey (la voz de GERTY, y antes de caer en desgracia), Dominique McElligott, Kaya Scodelario, Benedict Wong, Matt Berry y Malcolm Stewart, “Moon” nos contaba como, en un futuro cercano, el astronauta Sam Bell vive en la cara oculta de la Luna, aislado y sin compañía, mientras completa un contrato de tres años con una empresa minera. Es un trabajo solitario, que se hace aún más difícil cuando un satélite defectuoso impide la comunicación en directo con su hogar. Todo lo que puede enviar y recibir Sam son mensajes grabados transmitidos vía Júpiter. Por suerte, su tiempo en la Luna está a punto de acabar y en apenas unas semanas regresará y se reunirá con su mujer, Tess y su hija de tres años, Eve. Finalmente dejará el aislamiento de la base lunar que ha sido su casa durante tanto tiempo y podrá hablar con alguien más además de GERTY, el ordenador de la base. Apenas dos semanas antes de que Sam abandone la base para volver a casa, comenzará a ver, oír y a sentir cosas extrañas.

Esta película, que carece de acción, sin alardes ni efectos especiales, podría asimilarse al género de la ciencia-ficción más sobria y elegante, inteligente, de vieja escuela, como lo serían “Gattaca” de Andrew Niccol, “A.I.” de Steven Spielberg o “Interestelar” de Christopher Nolan. También se pueden encontrar muchas semejanzas a la clásica “Naves misteriosas“, de la que nos declaramos devotos fans. De atmósfera desasosegante y desazonadora, “Moon” es una propuesta fascinante que esconde un final sorpresa, aunque quizás algo previsible, que se parece demasiado al de “Oblivion“: pon un clon en tu vida.

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