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A medio camino entre “Los Autos Locos” de Hanna-Barbera y “The Gumball Rally” de Charles Bail, “The Cannonball Run” es una divertidísima comedia de principios de los años ochenta, que gira toda alrededor de una frenética carrera de coches, una carrera ilegal que atrae a los más disparatados y excéntricos conductores dispuestos a sortear todo tipo de dificultades para ganar. Las reglas son bien sencillas: todo vale para llegar el primero a la meta. Y los participantes utilizarán toda clase de trucos y malas artes para acabar con sus contrincantes y obtener el premio millonario que ha prometido un jeque árabe para el ganador.
Con un reparto estelar, al volante de los bólidos de “Los locos del Cannonball” desfilaron un sinfín de estrellas entre las que destacan Burt Reynolds, Roger Moore, Farrah Fawcett, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Jackie Chan o Dom DeLuise, entre otros. Para los aficionados al motor, las estrellas tenían cuatro ruedas: un espectacular Lamborghini Countach de color negro, un elegante Aston Martin DB5 conducido por Roger ‘James Bond’ Moore, un Ferrari 308 GTS, un Subaru Leone tuneado conducido por Michael Hui y Jackie Chan, un lujoso Rolls-Royce Silver Shadow, un Chevy Camaro o la ambulancia Dodge Tradesman conducida por Burt Reynolds y Dom DeLuise. Las espectaculares secuencias de carreras de coches no tienen nada que envidiar a los CGI de “Fast and Furious“, y son mucho más divertidas.
“Los locos del Cannonball” no es solo una emblemática película de los ochenta y una locura dirigida por Hal Needham. Aunque no lo parezca, esa carrera ilegal existió realmente y muchas de las locuras que se cuentan en la película ocurrieron tal cual. Esta carrera fue una idea de Steve Smith y Brock Yates, periodistas de la revista “Car and Driver“, como protesta contra los límites de velocidad recién impuestos en los EE.UU., de 55 millas por hora. El nombre de la carrera era un homenaje a Erwin G. Cannonball Baker, un piloto que recorrió el país en motocicleta en los años veinte.
La película se convirtió en un gran éxito de taquilla del año 1981 y dio pie a dos secuelas, ya mucho menos rentables, menos divertidas y menos recordadas.

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