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¿Tan difícil era hacer una nueva historia del universo de Star Wars que nos ganara a todos, fans clásicos y nuevos fans, viejas y nuevas generaciones? La primera temporada de “The Mandalorian” demuestra que no y el truco ha sido respetar el aroma de la primera trilogía e ingeniar un desarrollo que, aunque es relativamente sencillo, maneja a la perfección su suspense interno y sus recursos narrativos para engancharnos irremediablemente. Son ocho capítulos de poco más de media hora con interés in crescendo conforme vamos viendo como la situación se complica y que dejan siempre con ganas de más (únicamente apuntar que los capítulos centrales pierden un poco de fuerza respecto al resto por alejarse de la trama principal, para mí ningún problema porque aportan otras cosas). El cazarrecompensas que interpreta Pedro Pascal siempre oculto bajo su casco, te va ganando poco a poco, actuando como un espíritu libre, deseoso de ganarse el derecho a su armadura con cada uno de sus trabajos, guiado por un particular sentido del deber y el honor, a la forma que lo haría uno de esos outsiders que hemos visto en múltiples westerns de los que bebe también esta serie. Y junto a “Mando” van apareciendo y desapareciendo personajes con mucha entidad y fuerza dramática, que consiguen que la serie no sólo consista en aventura y acción (que las hay muy bien dosificadas), sino también profundidad dramática y emoción. Y apuntar que todo está cuidadísimo al detalle, con mención especial a su sugerente banda sonora y a unos gráficos que acompañan los créditos finales de cada capítulo y que son una pequeña maravilla en sí mismos. Ya digo, una auténtica delicia, probablemente la serie del año. De momento ya ha conseguido 15 nominaciones en los Emmys 2020.