“Jóvenes ocultos” (“The Lost Boys“) fue algo más que una versión de la “Entrevista con el vampiro” de Anne Rice con adolescentes rebeldes en chupas de cuero, un remake de “Los Gonnies” como chupasangres o que un delirio vampírico del director Joel Schumacher, capaz de lo mejor (aqui y en “Un día de furia”) y de lo peor (el resto de su filmografía). Con producción de Harvey Bernhard y Richard Donner, “Jóvenes Ocultos” fue un nuevo giro a las películas de vampiros, que combinaba con acierto el terror, el humor, las películas de pandillas callejeras y el look ochentero (¡y una banda sonora muy potente cargada de rock and roll!), con un reparto de jóvenes promesas (Corey Feldman, Corey Haim, Kiefer Sutherland, Jason Patric,…) al servicio de una historia muy sencilla: tras el divorcio de sus padres Sam Emerson y su hermano mayor Michael se instalan junto a su madre en la tranquila ciudad de Santa Carla, California, pero las cosas empiezan a cambiar cuando Michael empiece a ir con una banda de chicos rebeldes cuyo líder es el carismático David. A partir de entonces su personalidad se transforma, y a su madre no le gustaría ver en lo que se está convirtiendo.
La idea original de los guionistas, Jan Fischer y James Jeremias, era contarnos la historia de Peter Pan y un séquito de niños perdidos vampiro que no envejecían, con un enfoque mucho más infantil, pero en las manos de Schumacher la película se convirtió en un producto para adolescentes que funcionó muy bien en taquilla en su momento, aunque no llegó a convertirse en un título de culto.
La película generó dos secuelas mediocres estrenadas directamente a vídeo, “Jóvenes ocultos 2: Vampiros del surf” y “Jóvenes ocultos 3: Sed de sangre“, de 2008 y 2010, que recomendamos ignorar y olvidar salvo por un detalle morboso: la primera película fue la última del malogrado Corey Haim, que falleció en 2010 a los 38 años a causa de ¡una pulmonía!.
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…