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Artista prolífico, inclasificable y multidisciplinar, con la muerte de Jean Giraud (1938-2012) perdimos a un autor irrepetible, genio del noveno arte y maestro de maestros, cuyo trabajo ha influido a generaciones enteras de creadores. Su estilo claro, limpio y depurado como pocos, adaptativo, fluido y múltiple como Moebius, Jean Giraud y Gir (según el estilo empleado en el dibujo firmaba de una manera o de otra), brilla en toda su obra, en todos sus trabajos. Moebius era un genio y me niego a debatir sobre esta verdad irrefutable. Fundador, con Jean-Pierre Dionnet y Philippe Druillet, de la mítica revista francesa “Métal Hurlant“, donde desarrolló sus obras más importantes y reconocidas, su obra gráfica incluye personajes tan importantes como numerosas aventuras del teniente Mike S. Blueberry, “Arzach“, “El mundo de Edena“, “El Incal” con Alejandro Jodorowsky o “El Garaje Hermético“, y colaboraciones de muchos quilates con Jean-Michel Charlier en “Jim Cutlass” o con Stan Lee en “Silver Surfer: Parábola“.

Además, la extensa obra de Moebius no se abarca también participaciones puntuales en el cine, casi siempre en obras esenciales del género de la ciencia-ficción y la fantasía, como diseñador de personajes, escenarios y storyboards en “Alien“, “Tron“, “Blade Runner“, “Masters del Universo“, “Willow” o “The Abyss“, así como en el campo de la animación en “Little Nemo“, “Arzach Rhapsody” o “Les maîtres du temps“. Esta última, lamentablemente, es desconocida para el gran público y es necesario reivindicarla.

Estrenada en nuestro país como “Los amos del tiempo“, esta película de animación dirigida por René Laloux (1929-2004) nos contaba la historia del pequeño Piel, un niño que llegaba al planeta Perdide junto a su padre tras un aterrizaje forzoso. Antes de morir, su padre logra contactar a su amigo Jaffar y le pide que salve a su hijo Piel, que se queda solo y abandonado en un planeta hostil. En compañía de los príncipes exiliados Belle y Matton, las criaturas telepáticas Yula y Jad, y Silbad, un viejo astuto e ingenioso que esconde muchos secretos, Jaffar se dirige al planeta a bordo de su nave para salvar al pequeño Piel. Se mantiene en contacto con él gracias a un radiotransmisor, que le permite animarle, hacerle compañía y aconsejarle como sobrevivir en ese lugar plagado de terribles avispas gigantes. Además ese planeta ha sido seleccionado para su colonización por una avanzadísima raza de seres.

Basada en la novela “L’orphelin de Perdide” de Stefan Wul, de 1958, “Los amos del tiempo” cuenta con los maravillosos diseños de Moebius, que dan forma al fascinante planeta de Perdide, lleno de formas de vida extrañas en un ambiente árido e inhóspito, pero al mismo tiempo con un enorme atractivo y originalidad. Curiosamente es una obra de producción húngara, de un director que solo logró dirigir tres películas (ésta, “El planeta salvaje” y “Gandahar“) y varios cortos de animación entre los años 1973 y 1987, siempre haciendo malabarismos con el presupuesto, de manera que parece un milagro que llegase a buen fin. Y hablando de final… atentos a su sorprendente desenlace, que es brillante.

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