El 24 de julio de 1948, el piloto Kenneth Arnold aseguró haber visto nueve objetos voladores desconocidos, muy brillantes, en el cielo del estado de Washington, cerca de Mount Rainier, que describió que se movían como “un plato, lanzado a gran velocidad“, acuñando sin saberlo el legendario término “platillos volantes“. Apenas un par de semanas después, el llamado incidente de Roswell, en Nuevo México, disparó por esos extraterrestres y la convicción que el gobierno escondía algun secreto turbio que no quería compartir. Empezaba el fenómeno OVNI.
El asunto de los platillos volantes no tardó mucho tiempo en saltar a las pantallas de cine y convertirse en un nuevo motivo para que los norteamericanos de los años cincuenta tuviesen miedo. Mucho miedo. Cuando no eran los soviéticos era la bomba atómica, o monstruos gigantescos, o insectos mutantes, o invasiones alienígenas. La histérica caza de brujas del senador McCarthy había convertido al país entero en un nido de histéricos, asustadizos, desconfiados y paranoicos, a lo que Hollywood supo sacar partido con unas películas que explotaban sus miedos, la curiosidad ante los avances científicos y la expectación por lo desconocido. Tampoco hay que olvidar que el primer satélite que saldría de nuestra atmósfera, el Sputnik soviético, no sería puesto en órbita hasta un año después, en 1957, y que por lo tanto aún se miraba al cielo con temor.
“La Tierra contra los platillos volantes” (“Earth vs. the Flying Saucers“) es uno de los mejores ejemplos de las películas de ciencia-ficción de los años cincuenta que fabularon con una invasión hostil extraterrestre. Dirigida por Fred F. Sears, y protagonizada por Hugh Marlowe, Joan Taylor, Donald Curtis, Morris Ankrum, John Zaremba, Tom Browne Henry, Grandon Rhodes y Larry Blake, la película nos contaba como el Dr. Russell Marvin dirige la operación Skyhook, que consiste en enviar cohetes a la atmósfera superior para probar futuros vuelos espaciales pero, misteriosamente, todos ellos desaparecen. Los extraterrestres provienen de un planeta agonizante, y aunque intentan establecer un contacto con los humanos para explicar sus intenciones y no destruirlos directamente, terminan siendo atacados por el ejército y los invasores no tardan nada en contraatacar. Como siempre, los militares primero atacan y luego preguntan.
De esta película clásica merece la pena destacar la animación de los platillos volantes realizada por el maestro Ray Harryhausen, recreados con la técnica del stop-motion que él llevó a la excelencia con, por ejemplo, los esqueletos guerreros de “Jason y los Argonautas” (1963). De hecho los efectos especiales de Ray Harryhausen forman parte de algunos de los momentos más emblemáticos en la historia del cine fantástico.
Es evidente que Tim Burton hizo su particular homenaje de esta película en “Mars Attacks!” (1996).
Aún no he terminado de leer (y de comprar) todo The Expanse pero a esta nueva trilogía me subo a…