La mayoría de lectores asocian el nombre de la escritora canadiense Margaret Atwood, Premio Príncipe de Asturias en 2008, con la distopía “El cuento de la criada“, más todavía desde su aplaudida adaptación a la pequeña pantalla de Bruce Miller para la cadena HBO, pero su obra es prolífica y tiene otros muchos títulos merecedores de nuestra atención. Publicó su primer libro de poemas en 1969 y lleva más de sesenta libros escritos, incluyendo ensayos, libros infantiles, cuentos y cómics. Pero, no nos engañemos, la mayoría de los lectores descubrieron a la escritora y su obra, incluso “El cuento de la criada“, a raíz de la serie de televisión aunque algunos ya consideraron esta distopía como un clásico instantáneo desde el mismo momento de su publicación.
En “El cuento de la criada” (“The Handmaid’s Tale“) , a mediados de los años ochenta y cuando el conservador Ronald Reagan todavía estaba viviendo en la Casa Blanca como el presidente de la nación más poderosa del mundo, la escritora Margaret Atwood imaginaba que un macabro régimen teocrático y puritano, Gilead, se imponía en los EE.UU., anulando las libertades, convirtiendo a las mujeres fértiles en siervas, e imponiendo un feroz sistema de vigilancia. Más de tres décadas después de su publicación, la novela regresó a las listas de libros más vendidos y en ninguna marcha a favor de los derechos de las mujeres y reivindicaciones del #MeToo faltan los hábitos rojos y las tocas blancas, descritas en la novela. No es coincidencia que este despertar coincidiera con un presidente en la Casa Blanca que se podría calificar de filo-fascista, sin matices. El ex-presidente Donald Trump fue una figura cuestionada y cuestionable durante todo su mandato, un peligro para el mundo civilizado, que representaba a la derecha norteamericana más extremista y que llegó a colocar al mundo al borde de la incertidumbre. Trump era Gilead. También Harvey Weinstein es Gilead.
“El cuento de la criada” nos presentaba a Defred, una Criada que tiene prohibido trabajar, leer y entablar amistades. Sirve en el hogar del Comandante y su Esposa, y en el nuevo orden social tiene un único cometido: una vez al mes, tumbarse boca arriba y rezar para que el Comandante la deje embarazada, porque, en una época en que apenas nacen niños, Defred y las demás Criadas valen en la medida en que son capaces de engendrar. La vida de Defred es monótona y vacía. Una vez al mes tiene lugar La Ceremonia, el extraño rito sexual mediante el cual, junto a su Comandante y su esposa, intenta concebir el tan ansiado vástago. Una violación en toda regla a una pasiva esclava sexual. Pero Defred recuerda los años previos a la instauración de Gilead, cuando ella era una mujer independiente con un empleo, una familia y un nombre propio. Ahora, sus recuerdos y su voluntad de supervivencia se consideran actos de rebelión.
La autora, historiadora, se impuso al escribir la novela no incluir nada que no hubiera ocurrido en algún momento o lugar del mundo, de manera que todo es terriblemente real y entre las páginas de “El cuento de la criada” podemos darnos cuenta que la esclavitud, los juicios de Salem, la sociedad religiosa de los puritanos o las dictaduras de la segunda mitad del siglo XX están ahí.
Calificada como distopía feminista, la novela de Margaret Atwood de 1985 podría llegar a decirse que tiene más vigencia hoy que en el momento en el que fue escrita, y que por ser provocativa y profética se ha convertido en un fenómeno global. Quizás por ese motivo Atwood ha decidido regresar a su aterrador universo con una secuela, de manera que sabremos por fin qué pasaba después del final abierto, si Defred lograba escapar o por qué se pierde su rastro en Maine, quince años después de “El cuento de la criada“. Es “Los testamentos“, que se publicó en septiembre de 2019.
Pues yo la disfruté, no me pareció tan absurda porque, bueno, ya se veía que algo raro iba a pasar.…