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Lo primero que hay que advertir es que ni la película ni su director son asequibles. Winding Refn es sobretodo un creador de atmósferas y en este caso lo que pretende es una mezcla entre el escenario hiperrealista de un mundo nórdico inclemente y ventoso y el onírico y surreal viaje hacia un nuevo mundo que en la cabeza del protagonista torna en un tránsito hacia la locura parecido al que experimentó el coronal Curtz de Joseph Conrad. Partiendo de ello y de que esa atmósfera es tan importante o más que el propio argumento hay que ver la película sumergiéndose en ella, dejándose llevar por ese “viaje” visual que propone, muchas veces macabro, violento y trastornado en cierto modo. No hay mucho argumento y por tanto aburrirá como nunca a quien busque sucesos, en cambio la película te permite penetrar en lugares y sensaciones inexplorados, muchas veces en silencios cargados de tensión y en una sucesión de escenas a medio camino entro lo hipnótico y lo enfermizo. Valoro mucho los directores que filman este tipo de cine tan a contracorriente y lo que consiguen transmitir, pero hay que reconocer que es una película que requiere un momento adecuado para verla, paciencia y mucho afán cinéfilo porque te lleven a sensaciones en las que nunca has estado. Lo mejor, como siempre, un Mads Mikkelsen imponente.