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Antes de la multipremiada “Parásitos” de Bong Joon-ho, “Oldboy” estaba considerada como la mejor película coreana que había llegado a occidente. Basada en el manga homónimo de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi, galardonada con el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes del año 2004, que recibió de manos de Quentin Tarantino que presidía el jurado, “Oldboy” supuso la consagración de su director, Park Chan-wook, y lanzó la carrera internacional de su protagonista, Choi Min-sik, que protagonizó “Lucy” de Luc Besson junto a Scarlett Johansson.
La película, un desasosegante thriller no apto para estómagos sensibles, nos contaba como un oficinista coreano aficionado al alcohol, un hombre corriente, casado y con una hija, es secuestrado y confinado sin razón aparente en una celda sin ninguna comunicación, donde pasará quince años encerrado. Un día, también sin motivo, es liberado en plena calle. Perdido en una sociedad que le es totalmente ajena y hostil, transformado en un hombre sin alma, sin familia, ni amigos, ni trabajo, sin nada, desde ese momento su objetivo será vengarse de aquél que le robó su vida. Y por parte del espectador, descubrir el porqué detrás de tan siniestro plan y el descenso a los infiernos de Dae-su.
Segunda parte de la “Trilogía de la venganza” de Park Chan-wook (formada por “Sympathy for Mr. Vengeance“, “Oldboy” y “Sympathy for Lady Vengeance“), “Oldboy” contó con un prescindible remake estadounidense, de Spike Lee, en 2013, protagonizada por Josh Brolin, Elizabeth Olsen y Sharlto Copley.
Oldboy” es un ejemplo más del porqué el cine surcoreano, descubierto hace relativamente poco por el público occidental, es uno de los más prolíficos y aplaudidos del mundo.

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