El escritor británico Terry Pratchett murió en marzo de 2015 a causa de una dolencia relacionada con el alzheimer. Es imposible hablar del añorado escritor británico sin hablar también de su popular saga del Mundodisco, una serie de libros escritos entre 1983 y 2015 que se ambienta un alocado mundo plano que se sostiene sobre cuatro elefantes y estos, a su vez, sobre el caparazón de una tortuga llamada Gran A’Tuin que navega por el espacio. De esta serie, de la que nosotros siempre nos hemos declarado admiradores de todos y cada uno de los libros, de todos los singulares personajes que pueblan este mundo y de todas esas desternillantes historias que nos han hecho reír hasta llorar, el maestro Pratchett dejó publicados hasta su muerte un total de cuarenta y un libros, todos ellos de enorme éxito.
“¡Guardias! ¡Guardias!” (“Guards! Guards!“) es la octava novela del Mundodisco y la primera de las dedicadas a la Guardia de la Ciudad, y nos contaba las aventuras de la Guardia Nocturna de la ciudad de Ank-Morkpok, un cuerpo policial encargado de defender la ley que, la verdad, no tiene mucho trabajo. De los crímenes se ocupan los Gremios de Ladrones y de Asesinos, sin pasarse de una cuota fija al mes, por supuesto. Así, esta guardia destartalada y sin sentido de existencia que sigue las órdenes del patricio Lord Vetinari, un dictador benevolente que tiene pocas intenciones de cambiar nada. De hecho el lema de su familia es una perfecta muestra de su ideario: Si non confectus, non reficiat (“Si no está roto, no lo arregles”).
Al principio de “¡Guardias! ¡Guardias!” la Guardia consta de tan solo tres hombres: el capitán Samuel Vimes, el sargento Colon y el cabo Nobbs. Cuando un nuevo recluta, el idealista enano de casi dos metros llamado Zanahoria Fundidordehierroson, se integra en su equipo y no tiene mejor idea que arrestar a ladrones y asesinos haciendo cumplir la Ley, los tres veteranos guardias verán cómo su rutina se rompe. Y por si fuera poco, un dragón, criatura que se creía que ya no existía, ha aparecido en la ciudad, aunque a nadie parece interesarle mucho.
Con el tiempo, la Guardia Nocturna de Ank-Morkpok crecerá en número de agentes y en responsabilidad, y abrirá las puertas a la entrada de muchos nuevos agentes de minorías raciales de la populosa ciudad (trolls y enanos). A Vimes, Colon, Nobbs y Zanahoria se añadirá el enano Cuddy, el troll Detritus y la licántropa Angua, pero eso lo descubriremos en otras entregas del arco de la Guardia de la Ciudad como “Hombres de armas“, “Pies de barro“, “¡Voto a bríos!“, “El quinto elefante“, “Ronda de Noche“, “Thud!” y “Snuff“, aunque también tienen apariciones en “La Verdad” o “Regimiento Monstruoso“.
Es curioso señalar que primera edición en castellano, de Martínez Roca, respetaba los signos de puntuación de la novela original (“Guards! Guards!“), pero en ediciones posteriores en Plaza & Janés decidieron cambiar el segundo de los signos de exclamación por una interrogación (“¡Guardias! ¿Guardias?“). Poco tiempo después lo corrigieron y en las librerías ya vuelve a estar el “¡Guardias! ¡Guardias!“. Desde el año 2020 el Mundodisco de Terry Pratchett habla también en catalán de la mano de la editorial Mai Més, y curiosamente su andadura empezó justamente con este “Guàrdies!, Guàrdies!“.
Lass novelas del Mundodisco han sido traducidas a casi cuarenta idiomas diferentes y en ellas Terry Pratchett analizó de forma crítica la cultura occidental sin dejar títere con cabeza, pasadas por el filtro de su ambientación fantástico-medieval. Su visión desenfadada, irónica y personal de la realidad cotidiana de la sociedad británica nos habló de la nobleza (“Lores y damas“), del clero (“Dioses menores“), del servicio de correos (“Cartas en el asunto“), de Australia (“El país del fin del mundo“), del fútbol (“El atlético invisible“), del cine (“Imágenes en acción“), de las guerras y el patriotismo mal entendido (“Regimiento monstruoso“), del racismo y los derechos humanos (“Snuff“), o de la economía y los bancos (“Dinero a mansalva“), entre otros muchos asuntos, dónde diseccionó como un forense nuestro mundo contemporáneo, analizándolo, racionalizándolo y, por reducción al absurdo, ridiculizándolo. Y lo hizo como nadie sabía hacerlo: con la precisión analítica de un antropólogo y con la desenfadada sátira del bufón.
Pues yo la disfruté, no me pareció tan absurda porque, bueno, ya se veía que algo raro iba a pasar.…