La historia recuerda que el mítico director John Ford falleció en agosto de 1973 durante el rodaje de “Quiero la cabeza de Alfredo García” (“Bring me the head of Alfredo Garcia“), un western de Sam Peckinpah que era el canto del cisne del género que Ford había elevado al Olimpo, antes de su defunción definitiva y el olvido.
La película de Peckinpah, protagonizada por Warren Oates, Emilio Fernández, Isela Vega y Robert Webber, entre otros, nos contaba como Alfredo García había dejado embarazada a la hija de un rico hacendado mexicano, todavía adolescente, y el padre de la chica y futuro abuelo, nada contento, ofrecía una recompensa de un millón de dólares por la cabeza de su viejo amigo. Pero hay una particularidad en esta historia que convierte la cabeza de Alfredo García en un McGuffin al más puro estilo de Alfred Hitchcock: Alfredo García ya está muerto y enterrado.
Responsable de obras maestras del género, como “Grupo salvaje” o “Duelo en la alta sierra“, con su particular estilo sucio y polvoriento, en el violento México fronterizo sin ley y sin esperanza, en un universo de perdedores e indeseables, personas sin alma y sin humanidad.
Destrozada por la crítica de la época, calificada de sucia y excesiva, “Quiero la cabeza de Alfredo García” ha envejecido bien y hoy se la considera unna brillante reflexión sobre la violencia de la mano de uno de los directores que más y mejor ha hablado sobre ella, con un lirismo que convierte los baños de sangre en coreografías dignas del Bolshói.
“Quiero la cabeza de Alfredo García” es una obra maestra y la única película de Sam Peckinpah sobre la que el director gozó de un control total, una afirmación confirmada por el mismo Peckinpah, un nihilista que por fin pudo expresar todo su desprecio por la humanidad en una película.
Pues yo la disfruté, no me pareció tan absurda porque, bueno, ya se veía que algo raro iba a pasar.…