El género de la literatura fantástica suele recorrer, demasiado a menudo, a unos arquetipos determinados, típicos y tópicos: el guerrero poderoso y musculoso, el malvado hechicero que tiene tratos con las fuerzas del inframundo, el joven mago que esconde un gran poder en su interior, el anciano sabio que orienta al héroe por el camino correcto, el valeroso rey despojado de su trono que lucha por recuperar lo que es suyo,… Quizás es aquí donde “Guarida de ladrones” de David Chandler (pseudónimo que esconde a David Wellington) sorprende y engancha: nos ofrece protagonistas no convencionales enmarcados en una historia algo convencional.
Malden nació y se crió en las calles más miserables de la Ciudad Libre de Ness, donde se hizo ladrón por necesidad. Su destreza le ha hecho destacar más de lo que quisiera y ahora debe pagar una fortuna para unirse al gremio de delincuentes presidido por Cutbill, el señor del crimen. Y no se puede rechazar una oferta de Cutbill y vivir para contarlo.
Para saldar su deuda, Malden deberá robar la corona del burgrave, pero ésta se halla bajo la vigilancia de unos demonios hambrientos que desgarrarían el alma de cualquier intruso. Esta empresa tan arriesgada lo llevará a vivir un destino aún más terrible; Malden, un caballero fuera de la ley, y una bella dama poseída por la magia deberán enfrentarse al terrible mal que ronda su ciudad.
En “Guarida de ladrones” (“Den of Thieves” en su versión original en inglés) del escritor David Chandler, nombre bajo el que se esconde el maestro de la literatura de terror David Wellington y archivista para Naciones Unidas en Nueva York, hay hechiceros malvados que practican las artes oscuras, hay espadachines honorables con un código ético intachable, hay ladrones de moral ambigua que no dudan en apuñalar al rival por la espalda cuando es necesario y hay mujeres de armas tomar tan peligrosas como el guerrero más poderoso pero, a diferencia de la mayoría de libros del género, el autor consigue que todos y cada uno de ellos se desmarquen de los tópicos más habituales de la literatura fantástica, que se alejen de los prototipos convencionales y se conviertan, con todo merecimiento, en la baza más destacable de esta novela. Un ladrón, un paladín, un mago, un hechicero, un pícaro,… Arquetipos tradicionales del género revisitas y reintepretados.
El protagonista principal de la historia es Malden, un joven y habilidoso ladrón que vive en la Ciudad Libre de Ness, hijo de una prostituta y miembro de la casta más baja de la sociedad. Su forma de entender el mundo entiende poco de escrúpulos y de ética, y tiene muy claro que para sobrevivir en este mundo cruel es necesario ser listo, egoista, amoral, seguir la ley del más fuerte y no entrometerse en asuntos ajenos,… siempre y cuando no le reporten un beneficio económico que le permitan obtener su ansiada libertad. Algo anodino, falto de carisma, el personaje tiene una historia alejada de la épica, inmersa en el lodo del latrocinio y en el lado más lúgubre y sórdido de la sociedad de Ness que sorprende sin seducir. No es, sin duda, un personaje con tantos matices como un Kvothe o un Jarlaxle pero tampoco un patético Tasslehoff Burrfoot.
Junto a él, Chandler dispone un gran número de piezas en un interesante tablero de juego, secundarios tan o más interesantes que Malden envueltos en una aventura de robos, engaños, traiciones y conspiraciones para derribar el poder establecido. Entre ellos destaca el caballero sir Croy, un noble de alta alcurnia y miembro de una antigua orden de espadachines, que defiende de forma ingenua y trasnochada un concepto de honor y lealtad propia que no tiene cabida en la jungla de la ciudad de Ness y que le convierten, a ojos del lector, en un idiota que estorba. O la maldita Citera, una joven de toque letal que tiene el cuerpo cubierto de tatuajes vivientes como resultado de un fallido hechizo de protección de su madre que un malvado hechicero ha convertido en una maldición para su propio uso y provecho. O el vagabundo y tahúr Kemper, que esconde un interesante secreto (que no podemos ni debemos desvelar) que le convierte en codiciada pieza para los planes del ladrón Malden. O el espadachin caído en desgracia Bikker, un gigante con una espada mágica que dejó años atrás la senda del bien para inclinarse sin remedio por el “Lado Oscuro”. O el líder de los negocios ilegales de Ness, Cutbill, siempre pluma en mano rellenado con esmero su libro de cuentas y filtrando amenazas veladas en todas las conversaciones. O el artesano armero enano Slang, o el trío de ladrones veteranos que custodia el acceso a la guarida de ladrones de Cutbill, o la banda de niños silenciosos que recorre el barrio quemado de Ceniza… La lista es larga.
De todos ellos quizás cojea el hechicero Hazoth, el antagonista de la historia, un malvado sin matices que quizás hubiera agradecido un punto de ambigüedad, un poco del Príncipe de Maquiavelo donde el fin justifica los medios, algo de ese Raistlin de “Dragonlance” de Margaret Weis y Tracy Hickman que tanto nos sedujo.
Y como telón de fondo de todos ellos, un protagonista anónimo y silencioso: la ciudad libre de Ness. Una urbe con luces y sombras, extensa y variopinta, refugio de las clases poderosas y adineradas y tumba de las capas más miserables de la sociedad, reducto de ladrones y mendigos, de comerciantes y furcias, de caballeros y enanos artesanos, que transitan por sus atestadas calles, por sus parques tranquilos a los que no se aconseja acercarse al atardecer, por sus barriadas industriales viciadas por los vapores nocivos de las fábricas, por sus mercados y sus casas quemadas que esconden secretos ocultos a los ojos de los ciudadanos honrados.
Casi cien mil personas vivían en la Ciudad Libre de Ness, apiñadas como ratas dentro de un saco demasiado pequeño para darles cabida.
La Ciudad debía de medir un kilómetro y medio de un extremo a otro y había penetrado por todas las quebradas del monte, que quedaba encerrado por su alta muralla. A medianoche, para quien la contemplara desde un altozano que se encontraba a unos tres kilómetros más al norte, la ciudad era la única luz en medio de un paisaje en penumbra, un ascua que refulgía en las praderas envueltas en tinieblas que se prolongaban hacia el horizonte. A decir verdad, parecía que con un soplo de viento
pudieran avivarse las llamas y empezar un incendio.
Bikker pensó en ello y se sonrió, aunque supiera muy bien que todo se reducía a un engaño de la perspectiva. Era un hombre gigantesco, de barba híspida y espada mágica al cinto. No sabía qué debían de pensar los otros dos miembros de la conjura, pero a él le habría gustado mucho ver arder la ciudad.
Las luces que divisaba provenían de un millar de ventanas y de las forjas de un centenar de talleres y manufacturas. La Ciudad suministraba al reino de Skrae todo su hierro y su acero, la mayoría de las confecciones de cuero, y un río interminable de cucharas, hebillas, faroles y peines de hueso. Las cofradías trabajaban durante la noche entera, todas las noches, para satisfacer la interminable demanda. Volutas de humo emergían de todas las chimeneas, cual columnas oscuras que ocultaban las estrellas, y la mitad de las ventanas de la ciudad estaban alumbradas por velas, porque un ejército de escribas, escribientes y contables se dedicaba a trazar garabatos en sus libros. En la orilla del río más cercana resplandecían las casas de juego, y las furcias caminaban por largas avenidas con faroles en la mano, para llamar la atención de los transeúntes. Parecía que media ciudad aún estuviese despierta.
Todos ellos, con estas particularidades que hemos destacado y en las que Chandler se entretiene en desarrollar hasta el más mínimo detalle con diálogos e hilos de pensamiento como si fuese un Quentin Tarantino, se cruzan en una historia que, quizás, es la parte más convencional de la novela: el ladrón es reclutado para robar la corona del burgrave, máxima autoridad de la ciudad, en un plan que pretende derrocar al gobernante de Ness.
“Guarida de ladrones” es la primera entrega de la trilogía de la Espada Arcana (“Ancient Blades”), una nueva serie de fantasía repleta de magia, demonios, aventuras y crímenes que marca el debut de David Wellington (Pittsburgh, 1971) en el género de la literatura fantástica, un autor prolífico habitual de la literatura de terror que ya ha visto publicadas en castellano un gran número de obras, incluyendo la trilogía de zombies (“Zombie Island”, “Zombie Nation” y “Zombie Planet”) y sus novelas de vampiros (“99 Ataúdes”, “Vampiro Zero” o “13 Balas”). Su incursión en el universo de la fantasía épica, que afirma haber probado por simple diversión, es un soplo de aire fresco para una literatura demasiado ceñida a convencionalismos y tradiciones establecidas. Incluso sus enanos no son barbudos y musculosos, los elfos brillan por su ausencia (aunque se mencionan) y sus ogros no se parecen en nada a los de Tolkien o Weis y Hickman.
El resultado de “Guarida de ladrones” es interesante, con personajes brillantes, un marco apropiado, una historia ingenua (y previsible, salvo en la identidad del misterioso cabecilla de la conspiración), una lectura cómoda gracias al empleo de capítulos breves y algunas piezas, pocas, que chirrían en el engranaje. Estos pequeños puntos débiles de la novela que el autor no ha conseguido solucionar convenientemente se pueden concentrar en la magia y el sistema de poderes arcanos del hechicero Hazoth, todos ellos demasiado simples en su concepción, poco argumentados y justificados, quizás poderosos en exceso como para poder ser creibles para el lector habitual del género y que desentonan en el argumento donde un personaje tan temible no podría ser vencido en ninguna circunstancia. También, a mejorar, una historia demasiado simple que se alarga demasiado, una aventura en tres actos que no necesitaba casi quinientas páginas para ser explicada y el poco convincente triángulo amoroso entre Citera, Malden y Croy, que “Guarida de ladrones” no necesitaba.
En conclusión, un trabajo solvente de David Wellington, pero lejos de la brillantez de sus novelas de terror. Un libro entretenido, de lectura rápida, de personajes interesantes, que invita a seguir con sus dos próximas entregas (“A Thief in the Night” y “Honor Among Thieves”) pese a que éste es autoconclusivo, pero que no aporta nada nuevo al género y queda algo lejos de las mejores obras de la literatura fantástica contemporánea.
Guarida de ladrones.
Autor: David Chandler
Serie: Trilogía de la Espada Arcana num.1
Título Original: Den of Thieves
Editorial: Timun Mas
Colección: Fantasía Épica
Fecha Publicación: Enero de 2012
ISBN: 978-84-480-3890-8
Formato: Rústica
Páginas: 460
Precio: 18,00 euros
Bueno, puede que seas un gafe (evidentemente aquí has gafado a “Una memoria llamada Imperio”) pero, por otra parte, estoy…