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No, M. Night Shyamalan no inventó el género de las películas con final sorpresa. De hecho su insistencia en introducir giros argumentales, parte esencial de sus primeros éxitos, llegó a ser tal que, con el tiempo, esas trampas (dígase trampas, dígase técnica cinematográfica) llegaron a ser vistas por parte esencial de sus películas, una marca de fábrica y muchos de los espectadores ya lo esperaban. Antes, mucho antes, Alfred Hitchcock o Orson Welles ya habían demostrado su habilidad con los giros argumentales y los finales sorpresa, y a principios de los años noventa fue el director británico Kenneth Branagh quién, a partir de un ingenioso guión de Scott Frank, consiguió un resultado brillante jugando con la intriga, el ‘noir‘, y un inesperado final, efectista, que dejaba al espectador con la boca abierta.
Esta segunda película del actor y director Kenneth Branagh, conocido especialmente por sus adaptaciones para cine de varias obras de Shakespeare como “Hamlet” y “Mucho ruido y pocas nueces”, “Morir todavía” fue su primera película en los EE.UU., protagonizada por Emma Thompson, Kenneth Branagh, Andy García, Robin Williams (en un cameo sin acreditar) y Derek Jacobi, “Morir todavía” (“Dead Again“) nos contaba como Mike Church, un detective de Los Ángeles especializado en encontrar a personas desaparecidas, debía ayudar a Grace, una misteriosa mujer que había perdido la memoria y que, todas las noches, tenía terroríficas pesadillas sobre el asesinato de una famosa pianista llamada Margaret a manos de su esposo, Roman Strauss, a finales de los años cuarenta. Intentando resolver la clave de esas pesadillas, Grace se iba a someter a sesiones de hipnosis.

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