Igual que pasó con Kevin Costner, Mel Gibson estuvo en la cima para caer luego a los infiernos. En su caso el derrumbamiento fue mucho más espectacular. Su carrera la empezó como héroe del cine de acción, y películas como “Mad Max” o “Arma Letal” lo convirtieron en una estrella. Aprovechando la ola buena decidió hacerse director y aquí también tocó el cielo, pues con “Braveheart” ganó cinco premios Óscar, incluyendo mejor película y mejor director. Pero luego empezó su particular viacrucis, hasta el punto de que tuvo que desaparecer varios años de la vida pública y casi de la profesional. Sumó varias metidas de pata, incluyendo varias declaraciones inadecuadas contra el colectivo homosexual, las mujeres o los judíos, entre otros, y concluyó con su caída recibiendo tratamiento por su adicción a las drogas y el alcoholismo, y terapia de gestión de la ira. También admitió haber agredido a Oksana Grigorieva, a quien además se le oía amenazar de muerte en unos audios filtrados. Una joya: racista, misógino, violento, homofóbico y antisemita. El controvertido pasado de Gibson, un ultracatólico practicante, le tiene hoy lejos de los focos y de la primera línea de Hollywood.
Pero, oye, este tipo es responsable de algunas de las mejores películas de cine de los años noventa. Y una de las que no puede faltar en la lista es “Maverick“, un divertidísimo western dirigido por Richard Donner que Mel Gibson protagonizó junto a Jodie Foster, James Garner (el Maverick original), Graham Greene, Alfred Molina, James Coburn, Dan Hedaya, Geoffrey Lewis y Linda Hunt, entre otros, en 1994, cuando el actor casi estaba en la cima, apenas un año antes de su “Braveheart“. Era la cuarta colaboración con el director Richard Donner tras las tres primeras entregas de “Arma Letal”, con quien se volvería a encontrar dos veces más (“Conspiración” y “Arma Letal 4”).
La película, que actualizaba la divertida serie de televisión homónima que se emitió entre 1957 y 1962, nos contaba la historia de Bret Maverick, un timador encantador, un bribón al que le gusta vivir el presente y que usa su carisma personal como principal arma para embaucar a los contrincantes en las partidas de cartas en las que se juega la fortuna y la salud. Y tiene la peculiar virtud de buscar problemas y salir de ellos sin el menor daño. La causa de muchos de sus recientes quebraderos de cabeza es la atractiva Anabelle Bransford, una astuta y peligrosa jugadora de póquer que siempre se las arregla para asociarse con Maverick, engañarlo y sacar la mayor cantidad de dinero posible en el mínimo tiempo. Ambos quieren inscribirse en la Winner Take All Poker Game, la competición más importante de este juego de cartas, pero para ello deben conseguir los tres mil dólares que cuesta acceder a ella. Y tienen muy pocos días para conseguir el dinero.
Sorprendentemente “Maverick” no fue el éxito de crítica y taquilla que merecería haber sido. Quizás porqué el western era un género que se había desinflado y ni siquiera las dos grandes películas que lo pusieron de nuevo en el centro de atención de los espectadores (“Bailando con lobos” en 1991 y “Sin perdón” en 1992) le dieron el empujón deseado. Pero “Maverick” es una película que ofrece lo que promete: entretenimiento. Es divertida, tiene acción, y giros sorprendentes de guión que el espectador recibe con una sonora carcajada. ¿Qué más se le puede pedir al cine?
El compañero de Mel Gibson en “Arma Letal“, Danny Glover, tuvo un breve cameo en la película interpretando a un ladrón de bancos que se cruza con el personaje de Bret Maverick. Si algún espectador no entendía la referencia, la mirada de los dos actores y la música que sonaba de fondo en aquella escena deja claro que era un easter-egg de “Arma Letal“.
A ver, yo entiendo que estafa es cuando te quedas tú el dinero, no cuando el dinero es un donativo…