Una simple anécdota puede ser a menudo mucho más representativa de la realidad que montones de artículos periodísticos, los sesudos análisis de los eruditos, la visión objetiva y aséptica de los libros de historia, o los recuerdos distorsionados de nuestra memoria. En marzo del año 2003 empezó la invasión de Irak por parte de los EE.UU. y sus aliados y aún hoy, más de una década después, hay debate encendido y abierto sobre las decisiones que se tomaron antes, durante y después de aquel aciago día.
image1A las 03:35 horas del 20 de marzo del año 2003 los EE.UU. iniciaron el bombardeo de la capital de Irak, Bagdad, y de ciudades como Mosul, Kirkuk y Tikrit, mediante un ataque selectivo con el objetivo de derribar el régimen de Saddam Husein. Había pasado solamente una hora y media después de vencer el ultimátum del presidente norteamericano George W. Bush al presidente de Irak para que abandonase el poder, y en las afueras de Bagdad se empezaron a escuchar las primeras explosiones de bombas y misiles crucero, que continúaron durante todo el día sobre la capital. Mientras, miles de soldados de EE.UU. y el Reino Unido entraban en el país desde el sur, desde la vecina nación de Kuwait con el objetivo de “desarmar a Irak de armas de destrucción masiva“.
Apenas veinte días después, el 9 de abril, las tropas de la coalición británico-estadounidense controlaban ya Bagdad, donde había caído el régimen baathista de Saddam, que permaneció en paradero desconocido hasta diciembre de 2003, cuando fue arrestado en su localidad natal, Tikrit. El 1 de mayo de 2003, el presidente George W. Bush proclamó el fin de las principales operaciones militares de la invasión.
Las armas de destrucción masiva nunca llegaron a encontrarse, ni su existencia quedó jamás demostrada.
Los bombardeos norteamericanos sobre Bagdad, cientos de misiles Tomahawks lanzados desde buques y submarinos a los que le siguieron ataques aéreos con cazas y bombarderos, destruyeron las fuerzas enemigas y causaron numerosas bajas entre la población civil, inocentes habitantes de la capital de Irak que se encontraban en el momento menos adecuado en el peor lugar del mundo. Las cifras estiman unas 70 víctimas civiles diarias desde el inicio de la invasión, sumando un total de 17.100 muertos.
Las bombas también alcanzaron al zoológico de la ciudad, un recinto de 81 hectáreas inaugurado en 1971 ubicado en la zona de los Jardines al-Zawraa, un oasis en pleno desierto. Antes de la invasión albergaba a 650 animales y después de ocho días de conflicto, se contabilizó que sólo habían sobrevivido alrededor de 35 animales. Estos supervivientes fueron los animales más grandes, que al final de la invasión se encontraban en estado deplorable, muertos de sed y de hambre en sus jaulas. Se afirmaba la mayoría de las aves y animales de caza fueron robados de sus jaulas por ciudadanos desesperados y hambrientos, a causa de la escasez.
Varios leones escaparon del zoológico abandonado y fueron abatidos por soldados estadounidenses.
En “Los leones de Bagdad” (“Pride of Baghdad”, cuya traducción más ajustada sería “El orgullo de Bagdad”) el guionista estadounidense Brian K. Vaughan y el dibujante canadiense Niko Henrichon recogen esta anécdota acerca de los leones fugados del zoológico de Bagdad durante la invasión para dibujarnos una fábula adulta sobre la vida en tiempos de guerra y el precio de la supervivencia, una metáfora sobre la fragilidad de la libertad, lo difícil que es alcanzarla y mantenerla. La primera edición de esta novela gráfica sensible y emotiva está fechada en septiembre de 2006, y fue publicada por el sello editorial Vertigo de la compañía DC Comics, mientras que en junio del 2007 Planeta DeAgostini, en su colección de cómics Vertigo, publicó la edición en castellano. En 2015 El Catálogo del Cómic Ediciones ha recuperado este título con una edición que incluye abundante material extra, inédito en España, con abundantes bocetos, páginas, artículos, portadas y entrevistas.
La historia narra cómo la manada de leones formada por el macho Zill, la vieja leona tuerta Safa, la joven Noor y el cachorro Alí, hijo de Noor y Zill, escapan del zoológico de Bagdad tras los bombardeos del ejército estadounidense y se embarcan en una aventura a adentrarse errantes entre las ruinas humeantes de la capital iraquí, devastada por la guerra.
Los cuatro felinos son los protagonistas de una fábula es formato clásico, de una parábola con moraleja final como las que pudieran haber escrito en su época Fedro, John Gay, Esopo o La Fontaine. Son personajes animales que, simbólicamente, representan actitudes y reacciones humanas ante el conflicto y sirven para aproximarse a temas complejos y adultos: Zill es un adulto conformista, un pragmático que se adapta a las circunstancias eludiendo el enfrentamiento; Noor es una joven idealista que no ha conocido otra cosa que la vida en cautividad y quiere alcanzar la libertad sin conocer las consecuencias ni saber que hacer con ella una vez la tenga entre las zarpas; Safa es la voz de la experiencia, amargada y desencantada, que recuerda los tiempos anteriores al cautiverio sin nostalgia; Alí es un cachorro ignorante e inocente, sin miedo, que bebe la vida a tragos. Y “Los leones de Bagdad” es una metáfora de Irak, el orden de la opresión frente al caos de la libertad: el zoológico de Bagdad es una cárcel, un régimen que gobierna con puño de hierro pero garantiza seguridad y alimentos, y tras la invasión los animales alcanzan una libertad inesperada, pero en su mundo ya no hay ni seguridad, ni alimentos, ni mucho menos paz.
La historia que Brian K. Vaughan, autor de la multipremiada “Saga“, “Y, el último hombre”, “La cosa del pantano”, “Runaways” o “Ex Machina“, construye en “Los leones de Bagdad” es emotiva y profunda repleta de brillantes diálogos pero ni se posiciona sobre el conflicto ni opina sobre los motivos que han llevado al ejército de su país a invadir Irak sin la autorización de las Naciones Unidas. Su interés radica en conceptos más filosóficos y abstractos, y el conflicto bélico es el ‘deus ex machina’ que levanta el telón de la función y también el mcguffin que justifica su avance. Con raíces tan profundas como “Rebelión en la granja” de George Orwell o los relatos de aventuras de Rudyard Kipling, Vaughan recorre a los animales para plantearnos reflexionar sobre la guerra en general y la invasión de Irak en particular, la supervivencia en tiempos de cambio y sobre el concepto de libertad. Esto es, un derecho y un valor para romper las ataduras que nos someten a la voluntad de otros y hacernos responsables de los actos propios. Y el autor nos deja los conceptos sobre la mesa para que, a partir de una moraleja final abierta, cada lector pueda interpretar a su manera y reflexionar sobre ello.
Capítulo aparte merece el trabajo gráfico de Niko Henrichon, impactante en las espectaculares páginas dobles y contenido en su desarrollo al servicio del guión, muy alejado del estilo de las películas de Disney protagonizadas por animales como “El Rey León“, con expresión, trazo y color a la altura del brillante guión de Vaughan. Expresividad en el rostro de los animales, trazo limpio y calidez en la paleta de colores.
Pero no, esto no es todo sobre “Los leones de Bagdad“. Es necesario cerrar esta reseña con un epílogo que constata como la guerra es cruel con los inocentes: en octubre del año 2010 la página WikiLeaks hizo públicos los documentos “Irak War Logs” o “Registros de la Guerra de Irak”, cientos de miles de documentos del Departamento de Defensa de Estados Unidos sobre la guerra de Irak y su ocupación entre el 1 de enero de 2004 y el 31 de diciembre de 2009 en los que se revelan, entre otros asuntos, el uso sistemático de torturas o la cifra de 109.032 muertos en Irak, 66.081 de los cuales fueron civiles.
Como decía Paul Ambroise Valéry, “la guerra es una masacre entre gente que no se conoce, para provecho de gente que sí se conoce pero que no se masacra“.
El zoológico de Bagdad fue reabierto en el año 2003 y ahora alberga a un millar de animales.
Los leones de Bagdad.
Guión: Brian K. Vaughan
Dibujante: Niko Henrichon
Título original: Pride of Baghdad
Traducción: Sara Bueno Carrero
Editorial: ECC Ediciones
Encuadernación: Rústica. Color
Páginas: 168
Precio: 15,50 euros