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Con una forma de rodar similar a la de Pilar Palomero en “Las niñas” o Carla Simón en “Verano 1993”, Clara Roquet logró unánimes elogios de la crítica por contar algo tan sencillo como unos días de las vacaciones de verano de una chica de catorce años con su familia en casa de su abuela (que sufre alzheimer avanzado) con tal cantidad de matices, sutilezas y subtemas. A simple vista es un relato cotidiano de cadencia lenta, pegado a lo costumbrista y con una cámara que nos mete en situaciones como un personaje más, como si tú estuvieras allí también. Si profundizas y escarbas en lo que te cuenta adviertes que habla de la adolescencia, de la primera vez que nos abrimos al mundo fuera de nuestra familia, de la amistad, de las diferencias sociales, de la enfermedad y la vejez y de una cuantas cosas más. Es muy difícil contar todo eso como si no fuera una película, con esa “verdad” que emana todo lo rodado y cada personaje y hacerlo además con la sensibilidad con que lo hace la directora, pero de eso es muy probable que te des cuenta cuando pienses en ella porque durante el visionado es posible que no aprecies el mérito. A mí me pasó. Consiguió los Goyas a mejor dirección novel y mejor actriz de reparto (Nora Navas) y además fue nominada a mejor película, actriz revelación, guión original y fotografía.