Greta Gerwig, la directora de esta película, fue parte del reparto el año pasado de “Mujeres del siglo XX”, comedia dramática de corte costumbrista filmada por Mike Mills a la que estoy convencido que creativamente debe mucho. Ambas tratan temas personales, cotidianos incluso, de gente de a pie y se basan en una estructura narrativa basada en muchas pequeñas escenas yuxtapuestas, aparentemente inconexas, casi todas con algo peculiar sea por los diálogos o por lo que vemos hacer a los personajes y que te sacan una sonrisa o te conmueven. En ambas y pese a lo atomizado del desarrollo la sensación de final tras el visionado es la de un mosaico de momentos que cobran sentido en conjunto.
No es que esta técnica narrativa o este tipo de película sea nuevo, pero resulta curioso que haya proporcionado estos dos últimos años dos de los títulos más sugerentes del cine independiente norteamericano y en ambos casos, una vez como actriz y la siguiente como directora haya participado Greta Gerwig.
El 2017 de hecho ha sido el gran año de Gerwig porque no sólo fue nominada como mejor directora en los óscars sino que también valoraron su guión original. Finalmente no se llevó ninguno de los dos premios (la película no se llevó ninguna estatuilla pese a sus cinco nominaciones), pero ha sido multipremiada con otros galardones y venció en el apartado de mejor comedia o musical en los Globos de Oro. Se convirtió así en uno de los nombres femeninos en un año en el que, tras las denuncias por acoso a Harvey Weinstein, las mujeres de Hollwyood se convirtieron en las grandes protagonistas con los movimientos reivindicativos #Me Too y #timesup.
Aunque está por ver la deriva profesional de esta actriz-directora parece que ha llegado al lugar adecuado en el momento justo. Su película recuerda en cierto modo los mejores títulos de un Woody Allen que con 82 años y también afectado por acusaciones de acoso puede haber perdido su lugar en el universo cinematográfico de los estudios y si sabe aprovecharlo lo tiene todo, a priori, para recoger el relevo, aunque tratar de igualar o mejorar a alguien capaz de firmar un guión y su correspondiente película al año es demasiado decir.
Todas estas expectativas surgen del hecho de que “Lady Bird”, siendo una película sin mucho tirón, sin demasiada cobertura publicitaria y con un público inicial potencialmente reducido por aquello de que el cine independiente no se vende demasiado, ha sido una de las pequeñas joyas del año cinematográfico. Personalmente y si tuviera que recomendar un puñado de películas a cualquier tipo de público, recomendaría ésta entre ellas. Tiene gracia, desparpajo, sorprende, resulta diferente a lo habitual, habla de problemas cercanos, logra un alto grado de empatía con los personajes, nos lanza guiños sobre la vida y sus contradicciones y, al menos a mí me entretuvo muchísimo, manteniéndome con una sonrisa perenne durante todo el visionado.
Su magia reside en su estructura narrativa, en su guión (¡ojo! A lo bien hilado que está todo porque incluso escenas aparentemente sin sentido por sí mismas después cobran importancia), pero también en el elenco, especialmente en esa hija (Saoirse Ronan), esa madre (Laurie Metcalf) y esa amiga (Beanie Feldstein) que por sí solas hacen que el argumento tenga interés.
Para quien no lo sepa y quiera saber algo más de qué va, trata de una chica de Sacramento (que debe ser algo así como un pueblo grande en el que terminas muriéndote de aburrimiento o eso nos explican) que cursa estudios en un colegio de monjas en su camino hacia la Universidad. Sin más. Lo importante no es el argumento en sí, sino el proceso de maduración de la protagonista y nos lo cuentan no con una historia convencional de presentación, nudo y desenlace sino con un maremágnum de escenas en las que terminamos observando una evolución, la transformación de Lady Bird en Christine.
El personaje de Saoirse Ronan es absolutamente magnético, de esos que no se olvidan y te atrapan por completo. La chica y no hablo sólo de la actriz, sino también del personaje, no puede tener más desparpajo y contagiar más vitalidad y al fin y a la postre, en su personal cruzada con su madre, no puede resultar más conmovedor.
Lo dicho, pocas películas recomendaría a ojos cerrados y a cualquiera de este ya acabado 2017 pero una de ellas sería “Lady Bird”.
Yo llegué al final del viaje de James Holden y los tripulantes de la Rocinante hace ya algunos meses, y…