Cuando Stephen King aún no era la institución de la novela de terror que es hoy, antes de ser ‘el maestro del género’, sorprendió y se dió a conocer con una ucronía que nos trasladaba hasta unos despóticos y fascistas Estados Unidos de un futuro cercano donde se celebraba anualmente una macabra competición atlética: la larga marcha. Escrita bajo el seudónimo de Richard Bachman en 1979, “La larga marcha” (en su versión original en inglés “The long walk“) narra la historia de un adolescente que participa en una carrera en la que cien competidores se juegan la vida para intentar ganar la competición, con unas reglas muy claras y estrictas: solamente puede quedar uno. Si un corredor va lento, se le ejecuta. Si un corredor intenta huir, se le ejecuta. Si un corredor agotado se detiene, se le ejecuta. No hay paradas, no hay descanso y no hay ninguna meta establecida. ¿”Divergente”? ¿”Los juegos del hambre”? ¿”El corredor del laberinto”? Todos ellos, hijos de “La larga marcha“.
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…