A pesar de que ya venía avisado de lo gran escritor que es Juan de Dios Garduño, tras disfrutar con su “Y pese a todo…” años atrás, no me esperaba que “El hijo del Mississippi” confirmase que estamos ante uno de los mejores escritores españoles de los últimos años. Y lo ha confirmado, vaya que sí.
El hijo del Mississippi
Juan de Dios Garduño
Tapa blanda
Páginas: 368
Formato 15×23 cmcm.
ISBN: 978-84-16541-56-0
P.V.P. 19 €
Estamos en 1840, en el Estados Unidos del salvaje oeste y de los inmensos barcos de vapor que recorren el Mississippi. Jacob sueña con ser capitán de las imponentes embarcaciones, pero su vida se tuerce cuando todavía es muy joven y acaba en la cárcel. Ya libre, la sed de venganza le permite aguantar la pobreza y las desventuras que le persiguen como si fueran su sombra. En Hannibal, su ciudad natal, dejó años atrás a la chica a la que ama y campa a sus anchas el hombre que le encerró sin merecerlo. La vuelta a casa será para Jacob un duelo contra su propio pasado.
Sorprende comprobar que Juan de Dios Garduño ha dejado de lado el género del terror para ofrecernos, con El hijo del Mississippi, una historia de corte clásico en la que el Garduño homenajea al propio Mark Twain, a su vida y a su obra, de la que convendría destacar, por la influencia notable, las dos novelas Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, aunque también el ensayo Viejos tiempos en el Misisipi y la novela de viajes Vida en el Mississippi. Twain se convierte en un personaje muy destacado en el libro, sí, pero es su influencia la que persiste a lo largo del libro, no sólo porque la propia ciudad en la que tiene lugar la mayor parte de la acción, Hannibal, aparezca con su propio nombre (Twain se inspiró en ella, si bien en los libros de Sayer y Finn la nombró San Petersburgo) sino porque la atmósfera que Garduño consigue transmitir hace inevitable que el nombre de Twain regrese una y otra vez a nuestra memoria.
El hijo del Mississippi es una celebración de una época, la de mediados del siglo XIX en la que Estados Unidos caminaba a un momento de Cambio, con la próxima Guerra Civil, con la fuerte llegada del ferrocarril, los abolicionistas, el voto femenino… Estados Unidos estaba a punto de madurar de una forma terrible, por eso esta época tiene cierto poso a cambio de estación, de la infancia a la madurez.
Pero estoy divagando, la figura de Mark Twain es alargada (por cierto, es un seúdonimo que significa “dos marcas” y que viene a querer decir que en el Mississippi era la marca segura para navegar) y la de Garduño no desmerece y es que si en Y pese a todo… deslumbraba con esa mezcla entre La extraña pareja y una pesadilla de Stephen King en El hijo del Mississippi nos demuestra que es un todoterreno, capaz de ofrecernos una aventura clásica de venganza (casi casi al más puro estilo de El Conde de Montecristo o de Las cuatro plumas) aderezada con un poco de vudú, de Lovecraft y de George R. R. Martin (ha escrito más libros aparte de Canción de Hielo y Fuego, comprobadlo), por aquello de darle su toque personal.
Sigo sin hablaros de El hijo del Mississippi y es que he disfrutado tantísimo con este libro que no estoy por la labor de chafar el argumento a nadie, y mucho menos de avanzar más trama de la que ya avanza la sinopsis del libro. En realidad es muy sencillo: Juan de Dios Garduño es un puñetero genio, no sólo nos transporta a Hannibal, lo hace a través de una prosa fluida y amena, convirtiendo hechos cotidianos en grandes relatos y convirtiendo al propio Mississippi en protagonista del río, y a sus vapores en naves tan interesantes como el propio Halcón Estelar.
El hijo del Mississippi es, probablemente, un libro de aventuras que encajaría a la perfección dentro de la biografía de Mark Twain y como precuela-homenaje a Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn, una pieza de un puzzle que reconstruye parcialmente la vida de un grandísimo escritor a través del recurso de narrar la historia de un amigo de la infancia del genial escrito (Twain, no Garduño, aunque también): Jacob Walters y su afán de encontrar venganza contra los Hickock, responsables de todos sus males, y del precio que ésta le supondrá a su alma.
Me encanta que Juande haya optado por recurrir a soluciones tan poco convencionales, como el momento en el que Jacob partirá en busca de fortuna al otro lado del océano y las cosas no van como estaba previsto, me encanta la presencia, ligera, muy ligera, del vudú en El hijo del Mississippi y, sobre todo, me encanta el cuidado que se ha puesto en el libro, para que recordase a los libros de la época (y el papel, con esa portada tan maravillosa) y cómo se ha maquetado el título con ese MDCCCL (1850) en portada. El hijo del Mississippi es un libro escrito con mimo y mucho amor, y da gusto ver que Stella Maris se ha cuidado de que también sea un libro editado con los mismos ingredientes.
En definitiva, no sólo he disfrutado muchísimo con El hijo del Mississippi, sino que lo he devorado en apenas día y medio, he vuelto a admirarme del talento de Juan de Dios Garduño y estoy tentado de leer, de nuevo, Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn por aquello de no abandonar tan rápidamente el Mississippi.
Por si quedaba alguna duda: El hijo del Mississippi es un libro superrecomendable.
Curioso porque justo ahora ando enganchado a la trilogía de los Arquitectos... y en cuanto acabe con ella iré a…