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Hay tantas películas de psicópatas y asesinos en serie como formas de contarlas y de verlas. Desde “Viernes 13” hasta “El silencio de los corderos“, pasando por “A sangre fría“, “M“, “Psicosis“, “Halloween“, “American Psycho“, “Seven” o esta “Henry: Retrato de un asesino“, las películas sobre dementes, sean reales o ficticias, inundan el cine y la literatura desde hace muchos años. Es incomodo pensar que, aunque un asesinato se considera uno de los actos más terroríficos y condenables en nuestra sociedad, es también de los que más morbosa fascinación producen. Es inconcebible ver la malsana obsesión que tienen ciertos individuos, sentados en el sofá y frente a la televisión, de querer saber todos los entresijos de los crímenes. Cuántos más detalles escabrosos, mejor. Los amantes de la crónica criminal deberían limitarse a la ficción y alejarse del mundo real.

Inspirada en la historia de Henry Lee Lucas, un ex-presidiario estadounidense que confesó más de seiscientos asesinatos, “Henry: Retrato de un asesino” (“Henry: Portrait of a Serial Killer“) ganó el premio al Mejor Director (ex aequo con Sam Raimi) y a la Mejor Película en el Festival de Cine Fantástico de Sitges del año 1990. Protagonizada por Anne Bartoletti, Denise Sullivan, Michael Rooker, Ray Atherton, Tom Towles y Tracy Arnold, entre otros, la película nos presentaba a Henry, un hombre aparentemente normal y con un comportamiento de lo más tranquilo, pero que es capaz de cometer los más sádicos asesinatos. Su estrategia para no ser descubierto es viajar por todo el país, sin establecer residencia fija, y emplear distintos procedimientos en sus distintos asesinatos. Todo cambiará cuando una su destino al de Ottis y Betty, un ex-presidiario y su hermana, y emprendan una odisea de violencia y sangre.

Tal y como hemos comentado, la película de “Henry: Retrato de un asesino” se podría haber contado de muchas maneras, pero rehuye el género del terror ‘slasher‘ para acercarse a la disección de la personalidad del psicópata, un Henry que asesina inocentes arbitrariamente y sin motivación alguna, reconstruyendo su carrera criminal desde la distancia, con una mirada vacía de sentimiento, casi aséptica. En el cine hemos visto multitud de psicópatas asesinos, incluso muchos de ellos han despertado nuestra simpatía, pero Henry y Ottis son el mal encarnado. Es, tal y como revela el mismo título de la película, el retrato psicológico de un perturbado, usando la cámara como si fuese un bisturí. Y aunque la película es del año 1986, debido a su contenido y a la calificación X que le otorgaron, la Motion Picture Association of America (MPAA) puso muchas dificultades a su difusión y la obra de John McNaughton no vió la luz hasta cuatro años después.

Los trastornos mentales han sido una gran fuente de inspiración para el cine, y aunque son muy pocos los psicópatas que cometen brutales crímenes y la mayoría son funcionales en la vida laboral, social o familiar, la gran pantalla ha convertido la mayoría de ellos en los villanos de la función, en criminales, peligrosos dementes y asesinos sin compasión. Por fortuna hay muchas películas donde la representación de los trastornos se ha hecho de manera fiel, hablando con normalidad del trastorno bipolar, de la esquizofrenia, del trastorno de personalidad límite, del autismo, o del TDAH.

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