El escritor británico sir (caballero de la excelentísima Orden del Imperio Británico) Terry Pratchett nos dejó huérfanos en marzo del 2015. Casi seis años después aún echamos de menos todas las novelas que ya no podrá escribir.
En herencia nos dejó su visión desenfadada, irónica y personal de la realidad cotidiana de la sociedad británica, a menudo trasladada con ingenio a una ambientación fantástica de magia y dragones propia del club literario de los Inkings de Oxford, de la que formaron parte J.R.R. Tolkien o C.S. Lewis. Es la saga del Mundodisco, por la que Pratchett consiguió fama mundial y convirtió sus obras en bestsellers en todos los rincones del planeta, que se ambienta un alocado mundo plano que se sostiene sobre cuatro elefantes y estos, a su vez, sobre la concha de una tortuga llamada Gran A’Tuin. De esta serie, de la que nosotros siempre nos hemos declarado admiradores de todos y cada uno de los libros de la saga, de todos los singulares personajes que pueblan este mundo y de todas esas desternillantes historias que nos han hecho reir hasta llorar, Pratchett dejó publicados casi cuarenta libros del Mundodisco con un enorme éxito aunque nos demostró capacidad para ampliar el muestrario de sus habilidades y géneros mucho más allá, como la sátira de ángeles y demonios “Buenos Presagios” que escribió a cuatro manos con Neil Gaiman en 1990, las novelas juveniles de Johnny Maxwell o la hilarante trilogía de “El Éxodo de los Gnomos“, o “La Tierra Larga” con Stephen Baxter, entre otros títulos relevantes. En total, la bibliografía de Terry Pratchett cuenta con más de setenta obras, y aunque en diciembre de 2007 se le diagnosticó Atrofia Cortical Posterior (ACP) o síndrome de Benson, una rara enfermedad en el cerebro, siguió trabajado sin descanso hasta su muerte.
A su manera, Pratchett puso patas arriba toda la cultura occidental en sus novelas, que no ha dejado títere con cabeza en sus análisis, satíricas y pasadas por el filtro de su ambientación fantástico-medieval, y que nos habló de la nobleza (“Lores y damas“), del clero (“Dioses menores“), del servicio de correos (“Cartas en el asunto“), de Australia (“El país del fin del mundo“), del fútbol (“El atlético invisible“), del cine (“Imágenes en acción“), de las guerras y el patriotismo mal entendido (“Regimiento monstruoso“), del racismo y los derechos humanos (“Snuff“), de la muerte (“Mort“), o de la economía y los bancos (“Dinero a mansalva“), entre otros muchos asuntos, dónde diseccionó como un forense nuestro mundo contemporáneo, analizándolo, racionalizándolo y, por reducción al absurdo, ridiculizándolo. Y lo hizo como nadie sabía hacerlo: con la precisión analítica de un antropólogo y con la desenfadada burla del bufón.
Plaza & Janés edita la obra de Terry Pratchett en castellano desde el año 1998, recogiendo el testigo de la editorial Martínez Roca que publicó las primeras doce novelas entre 1989 y 1994, y no hay mejor forma de empezar con ella que desde el principio: “El color de la magia” (“The colour of magic“). Aquí descubriremos el Mundodisco, un hechicero avaro y torpe, un turista ingenuo cuyo fiero equipaje le sigue a todas partes sostenido por cientos de patitas, dragones que solo existen si se cree en ellos, gremios de ladrones y asesinos, espadas mágicas, la Muerte y, por supuesto, un extenso catálogo de magos y demonios junto a los que podremos pasear por las inmundas calles de la oscura ciudad de Ankh-Morpork y evitar la muerte segura que espera en cada esquina a los paseantes inconscientes que recorren los dominios de Lord Vetinari y visitar la Universidad Invisible, donde cada noche hay cenas abundantes y se sirven unas empanadas sin igual.
“El color de la magia” se publicó originalmente en el año 1983, y tiene continuidad en “La luz fantástica“, en la que los dos protagonistas, el inepto mago Rincewind y el turista Dosflores (además de su particular baúl de equipaje), viven más absurdas aventuras a lo largo y ancho del Mundodisco, cruzando su camino con el bárbaro Hrun, el patricio Lord Vetinari o la mismísima Muerte y su peculiar costumbre de hablar en mayúsculas.
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…