El dibujante Bill Watterson se despidió, sin remordimientos, del pequeño Calvin y su inseparable tigre de peluche Hobbes hace ya casi veinte años. Esa maravillosa tira cómica, que se publicó diariamente desde el 18 de Noviembre de 1985 hasta el 31 de Diciembre de 1995, aún hoy es una referencia ineludible y muy apreciada, y somos muchos las que la recordamos con nostalgia y seguimos soñando con su regreso.
Somos multitud los que seguimos esperando con futil ilusión el regreso de las tiras de Calvin, un niño de seis años de imaginación desbordada que hacía encuestas de popularidad a su padre, descendía en trineo cuestas nevadas con su tigre de peluche Hobbes, llevaba a la desesperación a su maestra Señorita Carcoma, se enfrentaba con tozudez a sus antagonistas (la canguro Rosalyn y el bruto Moe), moldeaba monstruosos muñecos de nieve a la puerta de casa y provocaba el vómito a su compañera de clase Susie Derkins con sus asquerosos bocadillos de sesos y mocos. Debido a las profundas convicciones anti-comerciales de Watterson hoy tenemos que limitarnos a disfrutar de lo que dejó hecho antes de cerrar la puerta y ver como su “Calvin & Hobbes” es un referente de la cultura popular, incluso diecinueve años después de su despedida. A su pesar.
Nos tenemos que conformar con los homenajes y los recuerdos, que no es poco.
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A ver, yo entiendo que estafa es cuando te quedas tú el dinero, no cuando el dinero es un donativo…