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El conde Drácula llegó a las pantallas de cine por primera vez en 1931, dirigido por Tod Browning y con Bela Lugosi interpretando al vampiro. Eso fue ocho años después de que F. W. Murnau sentase las bases del género de terror con la magistral “Nosferatu“, que en realidad era una adaptación libre de la novela del escritor irlandés Bram Stoker, la que fue una de las últimas y más estremecedoras aportaciones a la literatura gótica anglosajona.

Este eterno clásico de la literatura de terror, del horror gótico e incluso del amor romántico, “Drácula” de Bram Stoker ha vivido mil ediciones, versiones, revisiones, homenajes, copias, inspiraciones y adaptaciones, a cual más diferente y a cual más fiel y ajustada al original. Pero, pese a ello, el conde Drácula, el vampiro de Transilvania, el sangriento Vlad Tepes de Valaquia conocido como ‘El Empalador’, el asesino y el amante, el demonio y el dador de inmortalidad, el villano y el caballero, es uno de los mitos más populares y poderosos de todos los tiempos y siempre ha sido retratado como un personaje seductor y atractivo, tanto como peligroso y carente de escrúpulos.

Una de las propuestas cinematográficas más interesantes fue, curiosamente, una de las que pretendía ser más fiel a la novela original. “Drácula de Bram Stoker“, dirigida por Francis Ford Coppola y protagonizada por Anthony Hopkins, Cary Elwes, Gary Oldman, Keanu Reeves, Richard E. Grant, Winona Ryder, Sadie Frost, William Campbell, Tom Waits y Monica Bellucci, entre otros, nos contó como el príncipe Vlad renegó de Dios y vendió su alma al diablo tras conocer la muerte de su amada Elisabeta y, tras cuatro largos siglos de soledad, cree encontrar la reencarnación de su antiguo amor en una joven llamada Mina Murray, la prometida de su huésped Jonathan Harker. ¿Es la película “Drácula de Bram Stoker” una adaptación fiel de la novela de Bram Stoker a la que hace referencia? Ni mucho menos. En muchos aspectos el film se aleja de la fuente original y toma senderos distintos, aunque el resultado es tan perfecto que no hace falta discutir sobre ello.

Con una estética maravillosa, en el que merece la pena destacar el vestuario de la japonesa Eiko Ishioka y el maquillaje y la peluquería de Michèle Burke, la propuesta de Coppola y el guionista James V. Hart realmente fue una adaptación muy distinta de las versiones cinematográficas previas. Empezando por el mismo Drácula, pues el director convirtió al sangriento villano de los colmillos afilados en una alma atormentada, un antihéroe romántico que busca su amor eterno con esa frase que ha quedado grabada a fuego en el imaginario colectivo: “I have crossed oceans of time to find you” (“He cruzado océanos de tiempo para encontrarte“).

La película logró un gran éxito internacional, con una recaudación de más de 200 millones de dólares, y convirtió a Keanu Reeves y Winona Ryder en marido y mujer. Sí, tal y como lo leéis: en la escena de la boda de sus personajes contrajeron matrimonio frente a un cura auténtico de una iglesia ortodoxa, así que a ojos de Dios están casados.

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Where to watch "Drácula de Bram Stoker" (Francis Ford Coppola, 1992)