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Ocho capítulos de media hora más o menos, con montaje y conversaciones muy dinámicos, tendencia a los primeros planos, cámara nerviosa y juguetona con los encuadres y travellings y un tono entre la comedia y el drama son las señas de identidad de una primera temporada que te va conquistando poco a poco, a fuego lento. Lo que empieza siendo el día a día de un joven chef en el restaurante de su familia termina siendo muchas cosas más gracias al contexto y los personajes, que dan juego para situaciones propias de una cocina, pero también para conflictos sociales y personales, algunos de ellos con toques trascendentes. Probablemente el gran mérito de la serie es su capacidad para reinventarse con cada capítulo, ya que casi todo sucede en el restaurante, pero la factura es todo menos una filmación al uso y su capacidad para descolocar es bastante grande. Aunque arranca dejándote un poco indiferente, su virtud es que logra terminar esta primera tanda contigo completamente enganchado.
Aún no he terminado de leer (y de comprar) todo The Expanse pero a esta nueva trilogía me subo a…