Unas gotas del clásico de John Carpenter “La Cosa”, una pizca de las paradojas que se producen a causa de los viajes en el tiempo al más puro estilo “Doctor Who”, un puñado de soldados soviéticos en las heladas tundras de Siberia, unos pocos experimentos atroces de científicos locos al estilo de “La isla del doctor Moreau” y, como cereza, el dibujo de un clásico del cómic europeo como Hermann. La “Estación 16” es un cóctel que, tomado con prudencia y en el momento adecuado, muchos consideraran delicioso. En caso contrario, puede ser indigesto.
Mayo de 1997, Rusia, al norte del Círculo Polar Ártico. Un novato de una patrulla fronteriza recibe una señal de socorro de la Estación 16, que lleva mucho tiempo abandonada. Nadie vive ahí desde la era dorada de las pruebas nucleares que se realizaron treinta años atrás. Cuando su escuadrón y él van volando a investigar la llamada, se topan con un herido que afirma que el novato lo ha atacado. ¡Y de repente una explosión nuclear ilumina el cielo!
Padre e hijo, Hermann y Yves H., codo a codo, son los responsables de la primera incursión de la editorial El Catálogo del Cómic en el cómic europeo, fechada en septiembre del año 2014. ¿Otro gallo en el gallinero? Divaguemos un poco, que el asunto se lo merece.
El cómic es un producto cultural que ha sufrido, como tantos otros, el impacto de la crisis económica que ha azotado Europa durante el último lustro, así como el descomunal incremento del IVA cultural y la necesidad de reinventar un mercado pequeño pero saturado de la manos de unos pocos emprendedores, pero la salud del cómic debe ser mucho mejor de lo que nos la pintan cuando cada dos días una nueva editorial se aventura a publicar material inédito. Además no debemos olvidar que estamos hablando de un mercado pequeño, ínfimo en comparación con el audiovisual o con el enorme sector de los libros, con una aportación al PIB que representa por término medio el más del cuarenta por ciento del valor económico relativo al conjunto de todas las actividades culturales. Y el cómic europeo en concreto es, a su vez, un segmento del cómic que empieza a hacerse aún más pequeño por la coincidencia de las grandes de toda la vida, como Norma Editorial o Planeta Cómic, junto a las medianas que se van manteniendo como Ponent Mon, Diábolo y Dib·buks y, sobretodo, con la irrupción reciente de editoriales tan activas, prudentes en la elección de títulos y la planificación, y que potencian como ninguno una relación con el aficionado, como es el caso de Yermo Ediciones o NetCom2. Dicen que la competencia es buena, pero se corre el riesgo de pensar que el pastel es más grande de lo que es en realidad, y que el reparto de tan exiguo mercado deje solo unas pocas migas en los platos de las editoriales. De allí a desembocar en la desagradable batalla por las mejores licencias y por ofrecer los precios más bajos, la inevitable bajada en la calidad de la edición o la suspensión de pagos de alguno de los competidores en liza solamente habría un paso. Y acabar matando, entre todos, a la gallina de los huevos de oro.
Tras habernos ido por las ramas y divagar un poco sobre el mercado editorial, como tenemos la mala costumbre de hacer, centramos por fin nuestra atención en esta “Estación 16” de Hermann y Yves H. Padre e hijo. Uno, un maestro reconocido y el otro, un talento por pulir que luce maneras pero que, como ya le ha sucedido en otras ocasiones, se pierde en el desorden, en idas y venidas, y en resoluciones extrañas.
El dibujante belga Hermann Huppen, conocido artísticamente simplemente como Hermann (Bévercé, Provincia de Lieja, 17 de julio de 1938), llegó al mundo del cómic a principios de los años sesenta tras pasar por la ebanistería, el diseño e incluso el interiorismo y un periplo profesional que lo llevó desde su Bélgica natal hasta la fría Canada, y sus cincuenta años de obra incluyen joyas reconocidas y clásicos del noveno arte como “Yugurta” (“Jugurtha”), “Comanche”, los veintisiete álbums de la postapocalíptica “Jeremiah” o los trece números de la serie de inspiración medieval “Las torres de Bois Maury” (“Les Tours de Bois-Maury”), entre muchos otros de una carrera larga y prolífica.
Aquí une de nuevo su enorme talento al de su hijo Yves H., en una obra que bebe de los clásicos de la ciencia-ficción y del terror contemporáneo, sobretodo de John Carpenter y su “The Thing” y algo del revival de las historias de zombies devoracerebros que van liquidando al grupo del protagonista de uno en uno, hasta dejar al héroe solo frente al peligro. Sí, la historia no está mal, y juega con habilidad con la ambientación (un lugar aislado, un entorno hostil y una amenaza desconocida) y con las paradojas de los viajes en el tiempo. “Frequency”, la eternamente joven serie de la BBC “Doctor Who”, los “Doce Monos” de Terry Gilliam, “Los cronocrimenes” de nuestro Nacho Vigalondo, “Donnie Darko”, la infumable “El sonido del trueno”, “El efecto mariposa”,… y tantas otras películas y series de televisión que han jugado con este aspecto se pueden encontrar entre las páginas de este cómic. Y el desenlace, con sorpresa final incluida, es efectivo y efectista. Lamentablemente la habilidad de Yves Hermann con los guiones, aunque su esfuerzo es encomiable, aún queda muy lejos del de su progenitor y en lugar de crecer a su lado provoca, al contrario, que el trabajo del dibujante pierda su fuerza habitual y se diluya. Sus rostros, por ejemplo, estan extrañamente deformados y la linea clara se difumina a menudo en las escenas de viento y nieve. Hermann sigue siendo uno de los grandes dibujantes del cómic europeo, pero “Estación 16” no es uno de sus mejores trabajos.
A finales de los años noventa, Rusia vivía una época plácida. En 1997 Boris Yeltsin gobernaba el país, el comercio, los servicios y la pequeña industria estaban pasando a manos privadas, aún quedaba un año para la terrible crisis financiera y la enorme deuda pública, y Rusia y Ucrania firman un tratado de amistad que ponía fin a los recelos ucranianos sobre la integridad territorial e inviolabilidad de sus fronteras. La paz reinaba en el país, salvo las ocasionales disputas en Chechenia y en algunas fronteras de sus antiguas repúblicas. Sus bases militares se fueron quedando vacías.
En el territorio inmenso de la U.R.S.S., que abarcaba tres océanos, dos continentes y veintidos millones de kilómetros cuadrados, la caída del sistema supuso también el abandono de bases, enclaves, estaciones e incluso ciudades enteras como Prípiat, Kadykchan y Agdam cuya existencia era debida únicamente al interés estratégico o militar del gobierno de Moscú. Por todo el territorio de Rusia, enclaves militares quedaron abandonados a merced de los elementos y de la naturaleza.
En “Estación 16” la historia empieza en el año 1997, en Nueva Zembla, un archipiélago localizado en el mar de Barents, en el Ártico, que durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como base de hidroaviones de la Kriegsmarine para proporcionar vigilancia alemana de barcos aliados en el camino a Siberia y que se hizo célebre por ser el lugar donde se probó la bomba de hidrógeno más potente que se haya fabricado jamás, la Bomba del Zar, el 30 de octubre de 1961 a 4 km. de altitud. En una remota base se recibe una misteriosa llamada de auxilio desde una estación meteorológica cercana, aparentemente abandonada. Un grupo de soldados rusos son enviados a investigar el lugar, y lo que debería haber sido una simple misión rutinaria para comprobar las habilidades de uno de los reclutas se convierte en una pesadilla, y los soldados deberán hacer frente a un oscuro secreto oculto desde los tiempos de la Guerra Fría.
No, esta “Estación 16” no está nada mal. No es lo mejor de Hermann, ni tampoco será la obra cumbre de su hijo Yves, pero entretiene y deja buen sabor de boca. En conjunto es una historia interesante, narrada a un buen ritmo, con el inconfundible dibujo de Hermann que puede gustar más o menos pero que ya es una marca establecida., que no engaña. Una aventura que aúna la intriga y el terror de forma algo tópica, y donde su mayor virtud reside en la ambientación, una base militar en ruinas y abandonada en medio de la nieve, donde sopla el viento, las tormentas aparecen de repente de la nada para cubrir el escenario con un velo blanco, y la visión de los protagonistas de reduce a unos pocos metros más allá de sus pies. Es un cómic ‘de atmósfera’, donde el trabajo del dibujante consiste en conducir al lector del relato hacia la inquietud y transmitir el miedo y la desorientación de los personajes, con sutileza, sin artificios ni engaños.
Y además su precio, por debajo de los trece euros para un cómic editado en tapa dura, es muy correcto. De aquellos que no desequilibran el presupuesto de un aficionado a los cómics.
Estación 16
Guión: Yves H.
Dibujo: Hermann
Título original: Station 16
Fecha de publicación: Septiembre de 2014
ISBN: 978-84-16152-83-4
Formato: 22×29,5cm. Cartoné. Color.
Páginas: 56
Precio: 12,95 euros
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