Muchas novelas y películas han fantaseado con el apocalipsis, con el fin del mundo, sobre el cómo y sobre el después, haciendo sus propias conjeturas acerca de los motivos y las consecuencias. Un asteroide, un virus, una guerra nuclear, invasiones extraterrestres,… Desde “La Carretera” de Cormac McCarthy hasta “Guerra Mundial Z” de Max Brooks, pasando por las películas “Soy leyenda” de Francis Lawrence o la saga de “Mad Max“, uno no puede más que temblar ante lo indefensos que estamos ante una catástrofe global y lo tranquilo que se quedará el planeta cuando nosotros desaparezcamos. Le haremos un gran favor, sin duda.
Es un hecho que el mundo se acaba. Quizás no hoy, a lo mejor no mañana, pero esto llega a su final. El cambio climático, el Covid, el regreso del fascismo,… Incluso el mismísmo Stephen Hawking afirmaba allá por el año 2017 que nuestro planeta tiene fecha de caducidad y que desaparecerá por completo en unos seiscientos años, año arriba, año abajo. Y eso lo decía uno de los hombres más inteligentes que han vivido en nuestro planeta, de manera que no hay mucho más que decir y toca prepararse para lo inevitable.
Pero, ¿qué sucederá con el planeta Tierra cuándo nosotros no estemos aquí? Independientemente de aquello que termine con nosotros, la ciencia-ficción ha elucubrado bastante sobre el día después, pero a menudo con poca base científica. Con más ficción que ciencia. Pero eso no es así en “El mundo sin nosotros” (“The world without us“) del periodista Alan Weisman, un ensayo publicado en el año 2007 que contestaba con rigor y fundamento la respuesta a la fascinante pregunta de “¿que pasaría en un mundo sin hombres?“. Pues nuestras enormes infraestructuras se hundirían, las principales ciudades se reforestarían, las llanuras africanas recuperarían el esplendor de su fauna y algunos de nuestros objetos cotidianos más anónimos quedarían inmortalizados como fósiles. Por otro lado restos de plástico se mantendrían indestructibles, los gatos domésticos se convertirían en depredadores para sobrevivir, los residuos radiactivos seguirían emitiendo radiactividad, las estatuas de bronce se mantendrían firmes, y las caras de los presidentes norteamericanos del monte Rushmore, las pirámides de Giza o la muralla China quedarían entre las pruebas más perdurables de la presencia humana en el planeta… Un apasionante recorrido por un mundo tan familiar como extraño en el que se constata que la naturaleza recuperará el lugar perdido. En solo un par de siglos, nuestros endebles edificios, los puentes, los túneles del metro y los rascacielos habrán cedido y sobre sus escombros crecerán grandes bosques.
Este libro, un bestseller internacional traducido a casi cuarenta idiomas distintos que es una versión expandida del artículo “Earth Without People” publicado en la revista “Discover” en febrero de 2005, es necesario para concienciar, una vez más, que nos estamos cargando el mundo. Ameno y riguroso, cruzamos los dedos para que “El mundo sin nosotros” no se convierta nunca en realidad. Sería una lástima.
La siguiente obra de Alan Weisman siguió adelante con su visión catastrofista de nuestro destino: “La cuenta atrás” afirmaba que, con el actual ritmo de crecimiento de la población, el mundo se encamina hacia el desastre y si no reducimos la población humana, la naturaleza se encargará de hacerlo por nosotros. Y sin contar con nuestra opinión.
A ver, yo entiendo que estafa es cuando te quedas tú el dinero, no cuando el dinero es un donativo…