En este segundo volumen vemos como Alan Lewrie, el joven sinvergüenza guardamarina al que los sucesos del primer libro obligaron a ingresar en la Armada Real, va encontrando poco a poco su lugar en una estructura de mando, en un ejército, que anteriormente le repugnaba. Para su sorpresa comenzará a ver que la Armada tiene mucho que ofrecerle y viceversa. Es una lástima que los rebeldes americanos, apoyados por una importante flota francesa, parezcan tener las de ganar. Si a esto le sumamos que Alan se ha ganado la enemistad de su capitán no parece que las cosas vayan a resultarle nada fáciles.
Así que tras ver cómo la flota británica es barrida por el almirante De Barras y cómo el Desperate, el barco de Alan, queda aislado de los restos de la flota británica, parece muy claro que Alan no deberá preocuparse por su futuro en la Armada, ni por cualquier otro futuro, ya que Gran Bretaña está a punto de perder la guerra.
Es muy interesante leer sobre la Independencia de los Estados Unidos desde el punto de vista inglés, algo que se ha podido ver muy pocas veces y que debería haberse visto en más ocasiones. Es por lo tanto extraño que nos resulte tan atípico. Aún así, el hecho de saber cómo acabarán los hechos y que el protagonista del libro será derrotado no le resta un ápice de interés, al contrario, a una novela que convence desde el primer momento.
Antes de acabar quisiera comentar otra curiosidad, que no es otra que ver que el Almirante que da título al libro no aparece como tal. Tan sólo es nombrado, pero no tiene una sola frase o escena y a pesar de todo es uno de los protagonistas de la novela, lo que nos viene a demostrar ante el gran escritor que estamos.
Nada más, tan sólo decir que me considero un fan de este tipo de novelas, las navales, ya sea en su vertiente realista o en su vertiente ci-fi, y que, como fan, he disfrutado mucho con El Almirante Francés.
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