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Una de esas películas que no tienes reparo alguno en recomendar a todo el mundo porque es una pequeña joya. Rodada con con mimo y gusto por el detalle, en un elegante blanco y negro que traslada a la Irlanda de los 60’s, con la cámara enamorándose en cada plano de sus personajes (actores mediante, que están todos magníficos) y con una puesta en escena en apariencia sencilla pero que se intuye muy estudiada y juega con el espacio fílmico para sacarle el mayor jugo a cada momento (usando distintos focos para explorar rostros, ambientes e interiores) o logrando atmósferas envolventes muchas veces acompañadas por Van Morrison (el cantante perfecto para esta película). Cuenta las vicisitudes de una familia en un momento de cambio social, político y personal, encrucijada de caminos que Branagh demuestra conocer muy bien y en la que pone a buen seguro retazos de sí mismo y su propia experiencia. Parece una historia sencilla y se desarrolla en apenas media hora dejando con ganas de saber más de sus personajes, pero en eso radica su magia porque narrativamente es perfecta y consigue hablar de muchas cosas mezclando diversas emociones sin subrayar ninguna en exceso. La sensación que deja es un viaje nostálgico y melancólico al pasado, con un punto de inocencia (porque la perspectiva es siempre la del niño protagonista) y consigue hacerte sonreír o emocionarte en los momentos adecuados sin que la comedia o el drama lo domine todo, como en la vida misma. Lo importante es que te conquista y te llega a la “patata”. Obtuvo el óscar a mejor guión original y fue nominada a seis óscars más (película, director, dos de actor de reparto, canción y sonido). Francamente, creo que fue minusvalorada y yo la habría premiado mucho más. Sin duda una de mis películas favoritas de 2021.