No hay la menor discusión: “Atrapado en el tiempo” es un clásico del séptimo arte y ya forma parte de la cultura popular. No hay más que oír la frase “el Día de la Marmota” para saber que nuestro interlocutor se está refiriendo a un hecho que se repite una y otra vez. Hasta ese punto ha quedado grabada en nuestra vida la entrañable película dirigida por Harold Ramis.
El Día de la Marmota se celebra cada año el 2 de febrero, momento en el cual la marmota Phil de Punxsutawney, en Pensilvania, predice la duración del invierno en función de si observa o no su sombra al salir por la mañana de la madriguera. Para esa celebración Phil Connors, el hombre del tiempo de una cadena de televisión de Pittsburgh, acompañado de su nueva productora, Rita, y su técnico de grabación, Larry, acude a la localidad a regañadientes, donde pasará un día anodino y gris. Durante el viaje de regreso, Phil y su equipo se ven sorprendidos por una tormenta que los obliga a regresar a la pequeña ciudad y alojarse una noche en una pensión. A la mañana siguiente, al despertarse, Phil comprueba atónito que vuelve a ser 2 de febrero, y que va a vivir otra vez el Día de la Marmota.
Este clásico inmortal dirigido por Harold Ramis y protagonizado por Bill Murray, Andie MacDowell, Brian Doyle-Murray, Chris Elliott, Marita Geraghty y Stephen Tobolowsky, entre otros, “Atrapado en el tiempo” (traducción nada literal del “Groundhog Day” original) es comedia imaginativa con una premisa brillante, propia de una película de ciencia-ficción o de un capítulo de “The Twilight Zone“. La interpretación de Bill Murray como el arrogante y arisco Phil es excelente, sacando su lado más irreverente y sarcástico. Consigue dar un barniz agrio al insoportable hombre del tiempo que, como el Ebenezer Scrooge del “Cuento de Navidad” de Charles Dickens, deberá redimirse, dejar de ser un gilipollas y renacer como alguien diferente para salir vivo de su particular infierno de déjà vu perpetuo.
“Atrapado en el tiempo” es una fábula que despierta la imaginación en los espectadores, que fabulan con que harían si ellos estuviesen en el lugar de Phil y vivieran eternamente el mismo día una y otra vez. También es un ejercicio de pedagogía para aquellos que no saben disfrutar de la vida, pues Phil no consigue salir de su bucle hasta que deja de vivir y aprende a disfrutar de la vida. Redención. Y que la vida es mejor si, en lugar de vivirla de forma anodina y monótona, la exprimimos como un limón y le sacamos todo el jugo. Una película mucho más profunda de lo que parece, en realidad.
La película fue un gran éxito de taquilla en 1993 (105 millones de dólares) pero también marcó el fin de la amistad y de las colaboraciones entre Harold Ramis y Bill Murray, que llevaban muchos años trabajando codo con codo. Uno quería una comedia (Ramis) y otro quería algo más trágico (Murray), y la verdad es que los dos consiguieron lo que buscaban. Una película que funciona como un reloj.
Curioso porque justo ahora ando enganchado a la trilogía de los Arquitectos... y en cuanto acabe con ella iré a…