Dicen que una casa con niños es una casa con alegría. Pero también es una casa ruidosa, con desorden, llena de juguetes y muñecos, y con muchos cuentos y cómics. Libros ilustrados y tebeos. Son una buena iniciación a la lectura para los más pequeños, el primer paso hacia el maravilloso mundo de la literatura escrita y dibujada como es El Bosque de Lump.

El bosque de LumpEn el bosque de Lump todo es posible. Las setas pueden cobrar vida, los dragones pueden tener la piel rosa o ser fieles mascotas, las hadas pueden tener un sobrepeso que les impida volar, una bruja fea y horrible puede tener como hermana otra hermosa y seductora y una princesa puede pasear de la mano de un monstruo. Todo vale en este mundo de fantasía.

Como si estuviera viviendo en persona mi versión particular de la película de Pixar “Toy Story”, los juguetes ya han colonizado el comedor de mi casa. Empezaron agazapados en la habitación de los niños, ordenados en cajas y estantes, pulcramente dispuestos en los armarios y en los cajones, pero era una encerrona. Nos hicieron creer que se iban a quedar allí, quietos y silenciosos, con sus angelicales rostros congelados en esa eterna sonrisa que un fabricante chino les había otorgado. En cuanto se vieron con superioridad numérica empezaron a avanzar. Tomaron posiciones en el pasillo, hicieron alguna incursión al dormitorio de matrimonio y ahora ya se han expandido, sin control, por toda la casa. Hay juguetes de los niños en el baño, en la cocina, en el recibidor y en la terraza. Cuando me siento en el sofá el rostro amarillo de ojos saltones de la esponja que vive en una piña debajo del mar me observa desde el asiento de al lado, un muñeco articulado de Spiderman se me clava en el trasero desde algún pliegue de mi asiento y unos vasos de plástico de Hello Kitty me esconden a traición el mando del televisor, que busco y no encuentro. Un coche de un palmo y medio espera agazapado junto a mi pie a que yo me levante para deslizarse sin control por el suelo y provocar mi caída. Aparatosa y dolorosa. Mickey Mouse, Pocoyo, Dora la Exploradora y Doraemon conviven con nosotros, como uno más de la familia. Una pequeña jungla a la medida de “aquellos locos bajitos”. Una casa con niños.

Esta descripción, quizás algo exagerada, se ajusta bastante a lo que podríamos encontrar en cualquier hogar de nuestro país que tenga niños. Muchos juguetes, el objeto de entretenimiento de los niños por definición. Centenares de juguetes. Y en algunas casas, no tantas como debieran, también muchos libros. Libros de todos los tamaños y medidas. Libros sobre los colores. Libros sobre los números, libros sobre los animales, libros sobre la escuela, libros de concepto, libros ilustrados, libros sobre el día y la noche, libros sobre el campo y la ciudad… La literatura para niños ha pasado de ser una gran desconocida en el mundo editorial a acaparar la atención del mundo del libro, donde es enorme su producción, el aumento del número de premios literarios y el volumen de beneficios que genera. Esto se debe en gran parte al asentamiento de la concepción de la infancia como una etapa del desarrollo humano propia y específica, por lo que la necesidad de desarrollar una literatura dirigida y legible hacia y por dicho público se hace cada vez mayor. Además, se estima que la lectura infantil transmite valores y cultura, amplía el léxico, estimula la imaginación e incentiva la creación del niño. ¿Y el cómic? Es triste constatar que, en nuestro país, no se ha sabido vender el tebeo como herramienta pedagógica, ni se ha explicado adecuadamente el valor que podría tener este tipo de libros ilustrados en la formación de los más pequeños. Nos hemos quedado anclados en el “Mortadelo y Filemón” que nos compraba el abuelo el fin de semana o en el “Spiderman” que nos comprábamos con nuestros ahorros cada viernes, como un mero divertimento sin el menor valor como producto cultural y docente. Sería muy fácil explicar el poder del cómic, puesto que durante la infancia lo visual juega un papel muy importante: el niño observa las ilustraciones y recrea el texto que acompaña a esa ilustración. Eso significa que el libro ilustrado, y por lo tanto también el cómic, constituye la base primordial de lo que debe ser la Literatura en estas edades. Lamentablemente al mundo del cómic todavía le queda un largo camino por recorrer para normalizar su papel en la sociedad y ocupar el lugar que legítimamente le correspondería.

“El Bosque de Lump” es un cómic para niños y otro ejemplo del genio creativo del ilustrador Alfonso Azpiri, donde el encanto que se encuentra en cada una de sus páginas muestra su lado más tierno. “Es un juego, mis historias siempre son un juego. Es un bosque donde todo es posible. Hay dragones, hadas que no pueden volar porque son gorditas… eran historias de una página que se publicaban en la prensa y es de los más infantiles que he hecho nunca, va dirigido a los niños.”
“El Bosque de Lump” es una historia de fantasía algo loca, donde mandan la ironía y el humor en clave de gag. En “El Bosque de Lump” hay hadas con sobrepeso, enormes dragones con alas minúsculas, setas que no se dejan cocinar, brujas feas con hermanas seductoras, magos despistados a los que no siempre les salen los hechizos, bebés de gigantes, hay un inventor excéntrico llamado Strom y un pequeño elfo de piel morada llamado Poob. Un bosque mágico en el que se suceden sin freno las situaciones cómicas, que harán reír a los más pequeños y también a los no tan pequeños que sigan creyendo en las hadas, los duendes y la magia. “El bosque de Lump” es un universo propio y reconocible dentro de la obra de Alfonso Azpiri, cuyo estilo de dibujo y de color se ajusta como un guante a un cómic infantil. Pero no por ser una ilustración poco elaborada o de menor calidad de lo habitual sino que sus formas suaves, sus colores vivos y sus personajes apacibles encajan a la perfección con el público al que va dirigido este original mundo. Recomendable para los más pequeños, por supuesto, y también para aquellos padres y madres que quieran acompañar a sus retoños por el fabuloso camino del conocimiento y del descubrimiento de la lectura, puesto que los primeros pasos siempre deben darse con alguien al lado, indicando cual es la mejor senda

Tras años de olvido, y como ya hiciera con “Mot“, la editorial Planeta DeAgostini ha recuperado las historias de “El Bosque de Lump” del semanario infantil-juvenil “El Pequeño País” del periódico “El País” que el excéntrico mago Strom y el elfo Poob compartían con “Goomer” o “El Pato Donald” cada fin de semana. Este volumen recopilatorio continúa la gran labor recopilatoria de los principales trabajos de Azpiri, que ya ha conocido completas ediciones integrales de sus aventuras de “Lorna”, “Sueños” o el ya mencionado “Mot” que suponen un regalo para el coleccionista y el aficionado al dibujante madrileño.
A Alfonso Azpiri no es necesario presentarle puesto que ya es historia viva del cómic de nuestro país. Su larga trayectoria empieza en la revista Trinca en los años 70, para pasar después por varias revistas (como, por ejemplo, la prestigiosa Heavy Metal, 1984 o la añorada Cimoc), crear varios álbumes (“Dos Fugitivos”, “Alpha Cosmos”, varios de “Lorna y su Robot”, “MOT” o las historias cortas de “Pesadillas” y “Otros Sueños”) o ilustrar centenares de carátulas para videojuegos de compañías españolas de la época (Dinamic Multimedia, Elbe, Opera Soft,… recopiladas en el volumen “Spectrum”), una época dorada en el sector. Con dotes de artesano, todavía no se atreve a trabajar en formato digital y se queda con sus acuarelas de toda la vida, en la que es el maestro inigualable.

El Bosque de Lump.
Autor: Alfonso Azpiri
ISBN: 978-84-674-9784-7
Formato: Cartoné. Color.
Páginas: 160
Precio: 18,95 euros