Cuando conoces tanto a un personaje de cómic como me sucede con el entrañable botones Spirou, de quién he leído todo lo que he podido desde mi más tierna infancia, es dificil que un título te pueda sorprender con algo diferente, y en la mayoría de los casos la lectura de sus aventuras deja un inevitable y leve sabor a ‘déjà vu‘ en el paladar que, seamos sinceros, en realidad es lo que andamos buscando los lectores más fieles.
El Moustique Hotel ha sido vendido a un nuevo grupo empresarial que quiere reorganizarlo por completo. De repente, nuestro amigo Spirou se encuentra destinado como botones a un transatlántico de lujo. A bordo, se encontrará con su amigo Fantasio que subió al barco por accidente, a su ardilla Spip que le meterá en más de un problema y al Conde de Champignac que, como no, está realizando una investigación sumamente importante. Y, además de todo esto, tanto la tripulación como los clientes se volverán histéricos ante el posible naufragio que se avecina. ¿Conseguirá Spirou llegar a puerto sano y salvo?
Sí, cuando leo un álbum de Spirou siempre espero que me ofrezca algo nuevo, original y sorprendente… pero sin modificar la fórmula. Cambiar, pero sin que cambie nada. Innovar, pero sin pervertir el espíritu. Matices, pero los justos y necesarios. Como las natillas de la abuela, que no saben igual cuando el cocinero del restaurante de estrellas Michelín decide que la fórmula de toda la vida se puede mejorar cambiando los ingredientes, la leche, los huevos y la rama de canela, por otros diferentes y más modernos. Renovar, pero sin renunciar a la historia escrita, ni el camino recorrido, ni los precedentes, ni los personajes entrañables que nos cautivaron. ¿Pido un imposible? Pudiera parecer que sí, pero cuando hablamos de las aventuras del botones del Moustique Hotel esta actitud exigente con la que abro las páginas de cada nuevo álbum es una predisposición que suele tener una confirmación en el interior. Pedir lo que le pido a Spirou no solo es posible, incluso probable, sino que forma parte intrínseca de su historia.
Exacto, la historia de los cómics de Spirou, clásico eterno e imprescindible del cómic europeo, está repleta de artistas de gran talento con una cabeza repleta de propuestas sorprendentes e ideas originales que cruzaron su camino con una editorial (y un editor, Jean Dupuis) dispuesta a apostar por ellos y ponerles en las manos su joya de la corona, al mismísimo Spirou, para que a lo largo de más de 75 años lo fuesen poniendo al día, adaptando sus historias a los tiempos, manteniendo personajes e historias tan modernos como el primer día, aunque sin desvirtuar el alma de los diseños y las ideas originales creadas originalmente por Robert Velter ‘Rob-Vel’ para la revista de Jean Dupuis “Le Journal de Spirou” en 1938. Un relevo generacional ininterrumpido de autores de gran nivel que han trabajado en sus aventuras, así como en los hors-série, como Jijé (creador de Fantasio), Franquin (creador de Zorglub), Janry y Tome (creadores de la versión infantil del personaje, el pequeño Spirou), Fournier, Émile Bravo, Olivier Schwartz, Yves Chaland, Munuera y Morvan, Yoann o Fabien Velhman, entre otros. Un total de más de sesenta álbumes publicados realizados por casi treinta autores distintos, entre dibujantes y guionistas, que han mantenido a Spirou tan joven como el primer día. Adorable vejez, que con casi ochenta años de edad aún parece lejano el día en el que Spirou se retire para gozar de su merecida jubilación.
Es una evidencia, pues, que el tiempo le ha sentado muy bien al botones del Moustic Hotel de Bruselas y algunos de los autores que han trabajado en sus aventuras, así como los spin-off o hors-série (“El pequeño Spirou” o las aventuras del Marsupilami en solitario en la selva de Palombia), han dejado huella y muchos de ellos son hoy referentes ineludibles del BD francobelga.
“Pánico en el Atlántico. Una aventura de Spirou” (“Panique en Atlantique. Une aventure de Spirou et Fantasio”) de Fabrice Parme y Lewis Trondheim, coloreado por Véronique Dreher, es un eslabón más en esta cadena de autores brillantes con ideas originales que revitalizan una obra sin alterar su espíritu original. Esta obra que ha publicado en castellano la editorial madrileña Dib·buks forma parte de una serie que se desarrolla al margen de la serie principal del personaje, una colección especial de álbumes ‘one-shot’ titulada “Una aventura de Spirou y Fantasio por…“, con volúmenes autoconclusivos creados por artistas invitados como Yoann y Vehlmann (“Les géants pétrifiés”), Frank leGall (“Les marais du temps”), Tarrin y Yann (“Le tombeau des Champignac”), Émile Bravo (“Le journal d’un ingénu”), Tehem, Makyo y Toldac (“La grosse tête”), Benoît Feroumont (“Fantasio se marie”) o Olivier Schwartz y Yann (“Un botones de verde caqui” y “La femme léopard”). A día de hoy, un total de nueve álbums publicados en francés por Dupuis de esta colección de relatos alternativos e independientes de Spirou, y éste es el sexto volumen de la numeración francesa, publicado originalmente en el año 2010 en nuestro país vecino.
En “Pánico en el Atlántico” el guionista francés Lewis Trondheim (pseudónimo de Laurent Chabos) pergeña un guión que vuelve a los orígenes de Spirou, a los días del maestro André Franquin, con una aventura de ritmo desenfrenado, una comedia de enredo con dosis generosas de ciencia alocada (en la figura del conde Pacôme Hégésippe Adélard Ladislas de Champignac, por supuesto) y comedia desenfadada, repleta de guiños al ‘slapstick‘ y a la bufonada, de gags propios de los ZAZ (Zucker, Abrahams y Zucker, creadores del género cinematográfico humorístico encumbrado en “Aterriza como puedas”), y giros de guión constantes que llevan al lector de carcajada en carcajada. Y hay quién dirá, “¡Pues claro! ¿Qué esperabáis? ¡Es Lewis Trondheim!” No, claro, no estamos hablando de un autor menor y sin experiencia, sino de una figura encumbrada, destacado representante de la que ha dado en llamarse ‘nouvelle bande dessinée’, galardonado con el prestigioso Grand Prix de la Ville d’Angoulême en el año 2006, autor de obras tan relevantes como “La Mazmorra” junto a Joan Sfar, “Lapinot” o “Mis circunstancias“, y por eso el resultado de su inmersión en el universo Spirou no podía saldarse de otra forma que no fuese con una obra sobresaliente. Si a su magnífico guión le sumamos el arte del dibujante francés Fabrice Parme, poco conocido y poco publicado por estos lares, su desenfadado trazo ‘cartoon‘ de aires pop con el que ya trabajó y destacó en la serie infantil “El rey catástrofe“, añade aún más dinamismo si cabe. Su estilo simpático es el ideal para el tono que propone Trondheim.
Una obra en la que predominan las situaciones alocadas y absurdas con una estética retro, con una ambientación que bebe de los años cincuenta. Una historia completa e inédita, con numerosos hilos argumentales, tramas y subtramas que se entretejen, y multitud de personajes secundarios que se cruzan y aparecen en escena, como el científico Sprtschk, creado por Franquin en “El viajero del mesozoico”, que Trondheim recupera para esta aventura.
La trepidante historia empieza con el cambio de propietario del Moustique Hotel, que ha sido vendido a un nuevo grupo empresarial, y del traslado del botones Spirou a un transatlántico de lujo. A bordo se encontrará con su amigo Fantasio, ejerciendo de fotoperiodista (más bien de ‘paparazzi’) y sube al barco por accidente, a su inquieta ardilla Spip y al Conde de Champignac que, como es habitual en la mayoría de aventuras en las que asoma su nariz, está realizando unos experimentos científicos que garantizan, como poco, problemas. Y, junto a ellos, un montón de nuevos personajes que amenizaran la travesía, tanto la tripulación como los adinerados pasajeros que viajan a bordo del crucero de lujo llamado “Rey de los Mares”. Como siempre, tendrá que ser el ingenio del botones Spirou, con la ayuda de su inseparable Fantasio, el que ponga remedio a la crisis marítima que afectará al bardo y los ataques de pánico de tripulantes y pasajeros enmedio del océano Atlántico.
Tras acabar de leer la frenética odisea de Spirou y sus amigos estaremos tan agotados como ellos, por el ritmo sin freno y las carcajadas que nos habrán acompañado a lo largo de todo el “Pánico en el Atlántico“.
Como ya sabíamos, la editorial madrileña Dib·buks celebró su décimo aniversario con el anuncio de que Spirou, a Fantasio, al Marsupilami, a la ardilla Spip, a la periodista Seccotine, al chiflado conde de Champignac, y a sus antagonistas Zorglub, Zantafio o Cianuro se incorporaban a su selecto catálogo. Fue una gran noticia, y en ViaNews nos hicimos eco de ello con entusiasmo: viajaríamos de nuevo hasta los Siete Budas para rescatar a Longplaying, nos enfrentaríamos otra vez a John Helena y los Hombres Burbuja para recuperar el pecio del ‘Discreto’, volveríamos a ayudar a Marcelin Switch a rescatar al rey Ladislas de Bretzelburg, de nuevo nos adentraríamos con Seccotine en las selvas de Palombia para conocer los singulares hábitos de la familia del Marsupilami, y lucharíamos por detener a la androide Cianuro,… pero además nos han permitido recuperar obras inéditas en castellano y adentrarnos en el universo singular de “Una aventura de Spirou y Fantasio por…” que nos ofrece álbums tan indispensables y divertidos como este “Pánico en el Atlántico“.
Pánico en el Atlántico.
Dibujante: Fabrice Parme
Guionista: Lewis Trondheim
Colorista: Véronique Dreher
Editorial: Dib·buks
Colección: Spirou
Fecha de publicación: Febrero de 2016
ISBN: 978-84-16507-09-2
Formato: 24x32cm. Cartoné. Color.
Páginas: 64
Precio: 16 euros
Pues de empatía con las pelis de zombies entre 0 y nada, así que hice bien en no verla. Y…