Lejos de ser una serie “todos los públicos” ha sido un éxito rotundo para Netflix (la más vista de la plataforma a fecha de esta reseña) y referencia ineludible por su impacto social. Su argumento es cruel, despiadado incluso, pero te engancha irremisiblemente porque la narración es muy fluida, el guión está repleto de giros de impacto y su tono inquietante y el ejercicio de suspense interno te impulsan a querer saber más y más sobre los porqués de todo. No sólo eso, sino que pone sobre la mesa dobles lecturas que tienen mucho que ver con nuestra vida y el mundo que vivimos, así como ciertos dilemas éticos que te obligan a posicionarte, a veces en situaciones límite a las que lo mejor sería no llegar. En definitiva una serie tan absorbente y adictiva como incómoda y morbosa que hay que reconocer que está muy bien hecha, al menos a lo largo de los nueve capítulos de su primera temporada (ya se ha anunciado una segunda). Eso sí, no es aconsejable para cualquier tipo de público y no dejará indiferente a nadie.
Pues yo recuerdo está película con mucho cariño. Quizás no llegue al nivel de Toy Story o Gremlins pero... ¿qué…