El arquitecto catalán Antoni Gaudí y Cornet es un personaje esencial en la historia de la ciudad de Barcelona, un nombre eternamente vinculado a la Ciudad Condal y referente ineludible de cualquier guía de viajes de Barcelona en cualquier idioma. Curiosamente ni el cine, ni la literatura, ni mucho menos el cómic, se han atrevido a aprovechar el potencial del artista, máximo representante del modernismo catalán, y de su obra para construir historias y relatos ambientados en la perla del Mediterraneo, en la Sagrada Familia, o en la Casa Batllo. La editorial (¡madrileña!) Dib·buks, el dibujante (¡madrileño!) Jesús Alonso Iglesias y el guionista (¡malagueño!) El Torres le han puesto remedio.

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Cuando viajo por el mundo y me preguntan de donde vengo, mi respuesta suele generar dos reacciones distintas. La mayoritaria en cualquier lugar es “¡Barcelona!, ¡Barça!, ¡Messi!”, y la conversación de los interlocutores deriva hacia el excelso fútbol del rosarino, los éxitos del equipo catalán y derroteros similares, pero si persona es un poco culta suele exclamar “¡Barcelona! ¡Gaudí! ¡la Sagrada Familia!”.
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El arquitecto Antoni Gaudí (1852-1926) es actualidad. Lo es siempre, pues el genio y su obra son motivo de orgullo diario para los ciudadanos de Barcelona, pero su nombre ha vuelto a copar las portadas de los periódicos a raíz de las declaraciones del arquitecto director de las obras de la Sagrada Família, Jordi Faulí, que ha previsto que la basílica diseñada por Gaudí estará acabada en el año 2026, un siglo después de la muerte del genial arquitecto.
Considerada una de las obras más longevas del mundo tras más de un siglo en construcción, uno de los principales obstáculos para levantar la basílica ha sido la complejidad de los diseños de Gaudí para su ‘Biblia esculpida en piedra‘, sus formas imposibles, unido a la destrucción de sus planos y maquetas cuando los anarquistas incendiaron su estudio en 1936, hicieron añicos sus maquetas y moldes de yeso, pero se estima que en poco más de diez años los trabajos del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia habrán terminado.
Además sigue avanzando poco a poco la laboriosa restauración de la Casa Vicens, en la estrecha calle de las Carolines de Gràcia, para reconvertir la primera vivienda que diseñó el arquitecto modernista en una casa-museo visitable a partir del próximo año, casi idéntica a como el arquitecto la entregó a su cliente en 1888, y llamada a convertirse en una nueva atracción cultural de la ciudad, como la Pedrera, la Casa Batlló y la Sagrada Familia, entre muchas otras obras de Antoni Gaudí en Barcelona, que atraen a millones de turistas cada año.
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Muchos se han preguntado a menudo cómo se sentiría el arquitecto de Reus al descubrir que sus obras han seguido adelante tras el día de su muerte, el 10 de junio de 1926, debido a un trágico accidente sucedido tres días antes, cuando al pasar por la Gran Vía de las Cortes Catalanas fue atropellado por un tranvía. Los arquitectos que han asumido el reto de continuar sus trabajos, en la Sagrada Familia pero también en el Parque Güell, la Casa Batlló (donde un ático y un sobreático construidos abusivamente en un edificio adyacente durante el franquismo limitan la visión del edificio), la Casa Milà (el deterioro de la fachada de piedra porosa de La Pedrera obliga a restaurarla cada diez años), la antes mencionada Casa Vicens o la Cripta de la Colonia Güell (cuyas obras de reforma para preservar la construcción fueron denunciadas en los juzgados), aseguran siempre que cada centímetro de sus edificios es fiel a los proyectos originales del arquitecto catalán, sus bocetos y dibujos. “Nunca quisimos continuar la obra de Gaudí, sino hacer una hipótesis de cómo hubiera sido si se hubiera acabado“, afirmaba el arquitecto responsable de las obras de reforma de la Cripta Güell.
Pero no todos están de acuerdo, y en el caso concreto de la Sagrada Familia los críticos más radicales dicen que sería mejor dejar la catedral tal como está, incabada. De hecho, a su muerte solo se había construido una torre y del proyecto del edificio solo se conservaban los planos y los modelos en yeso que fueron dañados durante la Guerra Civil. En el año 1965, artistas de la envergadura del pintor Antoni Miró, el arquitecto francés Le Corbusier, el pintor Antoni Tàpies, el arquitecto Oriol Bohigas o el escultor Josep Mª Subirachs firmaron un manifiesto en contra de continuar las obras de la Sagrada Familia, una postura que se volvió a defender en 1975 y que en 1990 vivió su momento álgido cuando un grupo de intelectuales se posicionaron contra los trabajos en la fachada de la Pasión que realizaba el mismo Subirachs. El ácido debate enfrenta a partidarios y detractores de acabar la obra de Gaudí sigue vivo hoy en día, y mientras prosiguen las obras, las administraciones competentes miran a otro lado.
En este contexto es bueno recordar una frase del arquitecto de la Ópera de Sidney, el danés Jorn Utzon: “Las grandes obras deben quedar inacabadas“. Eso sí: lo dijo poco después de haber sido expulsado de las obras de construcción del edificio que le reportó fama mundial.
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El cómic “El fantasma de Gaudí” es un encargo directo del editor Ricardo Esteban, de la editorial Dib·buks, al prolífico guionista malagueño El Torres (“Nancy in Hell“, “Vórtice“, “El velo”, “El bosque de los suicidas”, “Las brujas de Westwood”,…) y el dibujante madrileño Jesús Alonso Iglesias (“Silhouette”, “PDM”) que ha tardado dos largos años en convertirse en una realidad. El lugar, la ciudad de Barcelona, y los elementos clave, los edificios que el arquitecto de Reus (o Riudoms, no se sabe con exactitud su lugar de nacimiento) realizó en la ciudad, formaban parte del encargo desde el principio, pero el guionista renunció al biopic para conducir el argumento de la historia en dirección a un thriller en cuatro actos con las dosis perfectas de intriga, terror, pasión y locura, y que se nos presenta como una mezcla entre el psychothriller del “Seven” de David Fichner, el film modelo sobre psicópatas metódicos con un fin intelectual en sus crímenes, y del bestseller “El Código Da Vinci” de Dan Brown, que se convirtió hace una década en un éxito internacional por su propuesta de combinar los géneros de suspense detectivesco y el esoterismo, con teorías conspiratorias y los secretos ocultos en obras de arte.
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La historia de “El fantasma de Gaudí” empieza cuando Antonia, una sencilla cajera de supermercado de Barcelona, salva la vida a un anciano en el mismo lugar donde un tranvía atropelló al arquitecto Antonio Gaudí en el año 1926. Este acontecimiento casual y aparentemente intrascendente desencadena una serie de crimenes terribles en la Ciudad Condal. Un psicópata siembra el terror en los principales monumentos construidos por Antonio Gaudí, desde la Casa Vicens hasta la verja del dragón custodio de la finca Güell en l’avinguda de Pedralbes, pasando por la Casa Calvet, la Casa Batlló, la Pedrera, el Parc Güell o la Sagrada Familia, donde aparecen cadáveres terriblemente mutilados. La policía, con el inspector Calvo al frente, se encuentra en un callejón sin salida y sin respuestas para explicar las motivaciones ocultas que llevan al asesino a cometer sus crímenes ni anticipar sus próximos movimientos. El único elemento en común de todos los crímenes es Gaudí y su obra, de manera que la participación del experto Montull se hace indispensable para seguir adelante con la investigación y evitar más muertes, aunque la clave para detener al asesino está en las manos de Antonia, testigo que está convencida de haber visto al fantasma de Gaudí.
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Adoro mi ciudad, como supongo que hace la mayoría de habitantes del planeta, y considero que Barcelona es la más bella y maravillosa de todas las urbes del mundo. Acomodada con aire desenfadado entre el azul índigo del mar Mediterraneo y el verde escarlata de Collserola, la Barcelona es una ciudad privilegiada, con un emplazamiento ideal, un clima benigno, una historia rica y plena, cuna de comercio y multiculturalidad desde los tiempos antiguos, urbe de artistas y creadores, ciudad de acogida y segundo hogar para muchos viajeros, emigrantes e inquietos. La ciudad tiene magia. Diversa, cosmopolita, a veces contradictoria y en ocasiones desconocida, pero siempre querida. Y siempre he pensado que el comic no ha sabido aprovechar las posibilidades que ofrece. Tampoco el cine, y en menor medida la literatura.
El skyline de Barcelona es un icono internacional. Cualquier historia se engrandece y adquiere lustre con escenarios y telones de fondo con Gaudí omnipresente, en la Sagrada Familia, en el Parc Güell o en la Pedrera, o el modernista Hospital de Sant Pau de Domenech y Montaner, las cimas enfrentadas del Tibidabo y Montjuïc, las callejas de Gràcia y Ciutat Vella, la trama ordenada del Eixample, la sobriedad del gótico de Santa María del Mar, la estatua de Colón y las torres de la Vila Olímpica, o rincones anónimos aunque reales de la ciudad, como las estaciones subterráneas de metro. Como habitante y apasionado defensor de esta maravillosa ciudad catalana me entusiasmo buscando los detalles, los lugares conocidos, las calles y las casas que los dibujantes, los escritores y los directores de cine han reflejado en sus obras.
Por suerte, “El fantasma de Gaudí” ha puesto un poco de orden en el pobre papel del cómic y su inexplicable escasez de incursiones en las calles de Barcelona. Del breve periplo de Batman y Bruce Wayne, mejor no hablar. Los barceloneses, ciudadanos orgullosos (y algo engreídos) de nuestra singularidad, multiculturalidad y del reconocimiento internacional a la importancia cultural, financiera, comercial y turística de nuestra querida Barcino, agradecemos el esfuerzo de este libro de producción propia de la editorial Dib·buks, al más puro estilo del cómic francés, en el que Jesús Alonso Iglesias y El Torres han conseguido atrapar el alma de la Barcelona ‘gaudinizada’ con sensibilidad, y pese a no ser nativos (o quizás gracias a ello), han entendido la relación simbiótica de la ciudad con el arquitecto y los omnipresentes edificios que dejó como legado, la magnificencia del modernismo, la influencia de la naturaleza y la religión en su arquitectura mística, y que hoy, un siglo después, siguen más vivos que nunca.
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El cómic también tiene una edición en catalán, “Els fantasmes de Gaudí” (en plural, a diferencia del título en castellano que es en singular), con una portada distinta y traducción de Carles Miralles, el ilustre editor de la editorial catalana Yermo Ediciones. Y ambas ediciones cuentan con once páginas de material extra, que incluyen un artículo del guionista, bocetos y estudios, portadas alternativas, e ilustraciones, que completan una edición cuidada, de formato inmejorable. En conjunto, uno de los mejores cómics publicados en nuestro país este año 2015 y una sincera recomendación de un barcelonés muy exigente con cualquier obra que tome su querida ciudad como referencia o alguno de sus símbolos, como la arquitectura de Gaudí, como mudo espectador de los acontecimientos.
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El fantasma de Gaudí.
Autores: El Torres y Jesús Alonso Iglesias
Editorial: Dib·buks
ISBN: 978-84-15850-54-0
Formato: 19,5×27,5cm. Cartoné. Color.
Páginas: 132
Precio: 22 euros
A ver, yo entiendo que estafa es cuando te quedas tú el dinero, no cuando el dinero es un donativo…