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En alguna ocasión hemos comentado que a Hollywood siempre le ha costado mucho hacer películas sobre el deporte, y cuando lo ha hecho se ha centrado exclusivamente en alguno de sus cuatro grandes deportes (baloncesto, béisbol, hockey hielo o futbol americano). También es cierto que, en general y con contadas excepciones, no hay grandes películas sobre deportes en la historia del cine y la razón parece obvia: la épica de la competición ya se encuentra en el mismo terreno de juego y no es necesario que venga una película a contarnos el desenlace de un duelo deportivo que ya conocemos.

El hockey hielo es uno de los deportes más populares de los EE.UU. y la NHL, la liga norteamericana de hockey sobre hielo profesional, es una de las cuatro grandes del deporte americano junto a la NBA (baloncesto), NFL (futbol americano) y la MLB (béisbol). Hollywood lo sabe perfectamente, y hay algunas películas sobre este deporte, aunque suelen ser propuestas modestas, algo mediocres, a veces dirigidas al público infantil, que no triunfan más allá de sus fronteras como “Somos los mejores“, “Hada por accidente“, “Goon“, “El milagro” o el excelente documental “Red Army“. “El Castañazo” es una excepción, pues es una de las películas más divertidas sobre deportes de todos los tiempos y nos muestra todo aquello que los niños no deberían saber sobre el deporte: hay que ganar a cualquier precio.

Dirigida por George Roy Hill y protagonizada por el irrepetible Paul Newman, junto a Jennifer Warren, Jerry Houser, Lindsay Crouse, Michael Ontkean y Strother Martin, “El Castañazo” (“Slap Shot“) nos contaba la historia de los Charlestown Chiefs, un equipo ficticio de hockey de ligas menores que lleva toda la temporada perdiendo sus partidos y que está abocado a la desaparición. Harto de la mala racha, el entrenador-jugador Reggie Dunlop decide cambiar de táctica y que sus jugadores empiecen a jugar sucio. Para ello contará con los hermanos Hanson, que causan estragos en los rivales de la liga con su estilo de juego sucio y violento. A partir de ese momento, el equipo empieza a ganar todos los encuentros.

Se cuenta que esta divertidísima sátira sobre las competiciones deportivas se basa en las vivencias reales del hermano de la guionista, Nancy Dowd, que fue jugador en ligas menores. Debe ser cierto porqué cualquiera que siga mínimamente el hockey hielo sabe que es algo habitual ver violencia en el terreno de juego, golpes y empujones, incluso hasta el punto de ver como los jugadores lanzan los sticks y los guantes a un lado para abalanzarse los unos sobre los otros en peleas barriobajeras que los árbitros contemplan con cierto pasotismo.

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