En el año 1943 Bélgica era un país ocupado por los alemanes. Hace algunos años Émile Bravo ya ambientó una aventura de Spirou en esos tiempos convulsos, en la ciudad de Bruselas, en el que quizás es uno de los cómics más maduros y profundos del popular personaje creado por ‘Rob-Vel’. Ahora son Benoit Bekaert, David Evrard y Jean-David Morvan quienes intentan repetir la jugada, trasladando la acción a la ciudad valona de Marcinelle y adaptando al cómic la triste historia de un grupo de amigos que quisieron resistirse al invasor nazi.

Marcinelle, septiembre de 1943. ¡El ocupante nazi acaba de prohibir la publicación de Spirou! El joven Flup y sus amigos, todos miembros del club Amigos de Spirou, deciden crear una revista de cómic satírica antinazi, con toda la inocencia de los niños empeñados en aplicar el código de honor de su héroe de cómic favorito.
Esto, a veces, no está exento de peligros. Peligros reales, aquellos en los que podríamos morir… Inspirado en la historia real de los jóvenes lectores de Spirou que murieron por la Resistencia. Los autores entrelazan las aventuras de este grupo de amigos y la historia de Jean Doisy, el primer “jefe de redacción” de Spirou y creador del famoso club.

Como ya deben saber muchos de los lectores, las aventuras de Spirou y Fantasio fueron creadas originalmente por Robert Velter ‘Rob-Vel‘ para la revista de Jean DupuisLe Journal de Spirou” en 1938, y es uno de los clásicos eternos e imprescindibles del cómic europeo. La fecha, ese año 1938 que hemos señalado, es más que relevante pues la revista apareció por primera vez apenas un año antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en septiembre de 1939 tras la invasión alemana de Polonia, y cuando la posibilidad de una invasión alemana de Bélgica parecía una posibilidad. Lejana, pero una posibilidad que se convirtió en realidad pocos años después, en mayo de 1940, y se alargó cuatro largos años, hasta septiembre de 1944.

La primera entrega de “Los amigos de Spirou” (“Les amis de Spirou: Un ami de Spirou est franc et droit…“) nos traslada hasta septiembre de 1943, a la localidad belga de Marcinelle, hoy parte del municipio de Charleroi, durante los difíciles años de la ocupación alemana. Desde la llegada de los alemanes se había establecido una administración militar en Bélgica, y los partidos fascistas del país, el llamado partido rexista creado por Léon Degrelle, y los ciudadanos a las ideas de los nazis colaboraban activamente con los ocupantes. Como en otros países, los judíos sufrieron una persecución sistemática y fueron deportados a campos de concentración. Para hacer frente a la invasión surgió una Resistencia belga, formada a finales de 1940, una insurgencia muy activa que no dudó en incorporar a sus filas a cualquier ciudadano descontento, incluyendo a jóvenes e incluso niños.

La mayor parte del país fue liberado por las fuerzas aliadas entre septiembre y octubre de 1944, y los libros de historia elogian la fortaleza de su gente frente a las tropas alemanas que se habían adueñado de su país y dicen que fueron muchos los belgas que se involucraron en la resistencia de forma armada o pasiva contra las fuerzas nazis. Pero toda foto brillante tiene un negativo oscuro, y algunos también decidieron colaborar con los invasores. De hecho el apoyo de parte de la población belga le permitió al ejército alemán reclutar hasta dos divisiones de las Waffen-SS en Bélgica y también contribuyó a facilitar la persecución de los judíos belgas, y hasta 25.000 fueron asesinados. En 2007, en un informe del Centro de Investigación Histórica y Documentación sobre la Guerra y la Sociedad Contemporánea, un grupo de historiadores concluyó que Bélgica ofreció una “máxima colaboración administrativa” a las fuerzas alemanas.

En este contexto se presentan los denominados ‘Amigos de Spirou‘, un grupo de jovencitos que, alentados por las historias de la revista “Le Journal de Spirou“, deciden participar activamente el hostigamiento de las fuerzas de ocupación. A su manera, por supuesto. Son Georges, Pierrot, Paulo, Armand y Miche, que se dedicarán a meterse en peleas con los jóvenes afines a los nazis o a repartir tebeos satíricos sobre los ocupantes alemanes, entre otras acciones. Ellos cinco son miembros de ‘El Club de los Amigos de Spirou‘, un club creado por el redactor jefe de la revista “Journal de Spirou” para congregar a los lectores de la revista que ofrecía a los niños y niñas un carné, una insignia, un pendón, un juego de códigos secretos y, muy importante, un código de honor, un decálogo de nueve normas de conducta que marcan la forma de comportarse adecuada de sus miembros: ser honrado y recto, fiel a Dios y a su país, amigo de todos y sobretodo de los débiles, dispuesto a esforzarse y sacrificarse por los demás,… De todos ellos Miche, conocida con el apodo de Spirueta, es la que tiene la historia más trágica: de origen judío, su familia fue arrestada y deportada, y solamente ella consiguió escapar.

La ocupación alemana de Bélgica fue también el momento que eligió Émile Bravo para ambientar su particular visión de las aventuras de Spirou en “Diario de un ingenuo” y los cuatro tomos de “La esperanza pese a todo“. Pero si Bravo nos contaba a través del joven botones del Moustique cómo vivió la población belga el conflicto bélico más grande y sangriento de la historia de la humanidad, Benoit Bekaert, David Evrard y Jean-David Morvan eligen a un grupo de amigos y lectores de la revista Spirou, siguiendo la historia real que Jean Doisy, cuyo nombre real era Jean-Georges Evrard, contó en el núm. 15 de la revista “Moustique“, en diciembre de 1944, recordando a los mártires de la guerra y a los niños de los Amigos de Spirou que fallecieron luchando contra los ocupantes nazis. Jean Doisy también era quien, bajo el sobrenombre de ‘El Huronero‘, respondía el correo de los lectores de “Le Journal de Spirou” durante los difíciles años de la guerra. Y, detalle importante, era miembro de la Resistencia Belga.

Y es que “Los amigos de Spirou” no es solo un álbum simpático, con humor y aventuras sencillas para un público infantil, sino que el guionista Jean-David Morvan plantea temáticas sensibles, incluso trágicas, y las presenta al público más joven sin esconderlas ni maquillarlas. Por su parte el estilo del dibujo, un trabajo a cuatro manos de Benoit Bekaert y David Evrard, es evidentemente cartoon, simple, expresivo y colorista, de manera que el público al que está destinado sigue siendo el mismo al que Morvan quiere explicar la conmovedora historia de ‘Les Amis de Spirou‘.

El primer volumen de “Los amigos de Spirou” queda lejos, muy lejos, de la propuesta de Émile Bravo en “La esperanza pese a todo“. Si esa es la referencia, vamos mal. Tengo la sensación que Benoit Bekaert, David Evrard y Jean-David Morvan han intentado copiar la premisa de Bravo de forma burda, y el resultado es pobre. En “La esperanza pese a todo” había personajes que morían, y que no vivían una aventura sino que vivían una guerra, y en sus páginas el lector se topaba con judíos perseguidos, colaboracionismo, juventudes hitlerianas, bombardeos, huérfanos, miseria y hambre, y un tono agridulce sobrevolaba toda la narración mientras que “Los amigos de Spirou” utiliza elementos parecidos pero se esfuerza por mantener un tono optimista y alegre que no refleja la realidad del conflicto bélico más grande y sangriento de la historia de la humanidad.

Los amigos de Spirou
Autores: Benoit Bekaert, David Evrard y Jean-David Morvan
ISBN: 978-84-19148-72-8
Formato: 22x30cm. Cartoné. Color.
Páginas: 72
Precio: 20,00 euros