****
Alejandro Amenábar confirmó con esta segunda película lo que ya había demostrado con “Tesis” (1996), un dominio absoluto en la creación de suspense, gran capacidad técnica y una facilidad innata para mantener al espectador completamente atrapado por su propuesta argumental (el guión es suyo junto a Mateo Gil). La historia gira en torno a César, un chico joven que acaba con el rostro desfigurado y del que poco a poco vamos conociendo una historia rocambolesca que vamos recomponiendo como un puzzle formado por escenas reales, ficticias y oníricas. Fundamentalmente la propuesta es un juego de suspense que te mantiene durante todo el metraje en la cresta de una ola narrativa que se resuelve con una explicación que aunque es diáfana, no excluye otro tipo de interpretaciones. Es una película extraña, insólita, hipnótica, llena de recovecos…y un gran disfrute para el espectador al que le guste el suspense. Además cuenta con algunas escenas ya icónicas en el cine español como esa en la que se ve la Gran Vía de Madrid completamente desierta.
A ver, la de abogados cristianos (me la agarras con la mano) me parece tan estúpido... en fin, además ahora,…