****

La película propone un doble viaje al pasado: por un lado a la Zaragoza de 1992 (se reconocen lugares, canciones y ambientes) y por otro a ese momento en que un grupo de niñas que van a un colegio de monjas se encuentran en la frontera entre la infancia y la adolescencia. La cámara sigue a la niña protagonista, que vive con su madre (¿por que no está su padre?) y nos hace partícipes, sin mucha más información que la que podemos obtener de cada escena, de la vida en su casa, de los encuentros con sus amigas o de sus experiencias en el colegio y con las monjas. Dominan los primeros planos, una atmósfera íntima, miradas que escrutan permanentemente lo que sucede y redescubrimos a través de ella ese viaje progresivo hacia la juventud que hemos vivido todos. Ganadora de casi todos los premios de cine importantes en España en el año de la pandemia, incluido el Goya a mejor película y otros tres más (dirección novel, guión original y fotografía), se trata de un relato sensible, sutil, de tempo lento, que hay que ver con atención al detalle y comprendiendo que si la comparamos con un género literario sería con la poesía.