Hace unos días se estrenó la última película de Terrence Malick, un director atípico que antes sólo había filmado cuatro películas. Con “El árbol de la vida” la gente se sale del cine a la media hora y en los foros sobre cine decir que te ha gustado es poco menos que colgarte el sambenito de snob…Bueno, pues allá vamos, a mí me gustó mucho “Días del cielo“, me encanta “La delgada línea roja” y “El árbol de la vida” me parece fascinante….Ahí queda eso….sentenciado estoy.

 

 

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Título original: The tree of life.
Guión: Terrence Malick.
País: EEUU.
Duración: 141 min.
Género: Drama.
Reparto: Brad Pitt (Sr. O’Brien), Sean Penn (Jack), Jessica Chastain (Sra. O’Brien), Fiona Shaw (abuela), Irene Bedard (mensajera), Hunter McCracken (Jack joven), Laramie Eppler (R.L.), Tye Sheridan (Steve).
Producción: Dede Gardner, Sarah Green, Grant Hill, Brad Pitt y William Pohlad. Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Montaje: Mark Yoshikawa.
Diseño de producción: Jack Fisk.
Vestuario: Jacqueline West.
Distribuidora: Tripictures.
Estreno en USA: 27 Mayo 2011.
Estreno en España: 16 Septiembre 2011.

Sorprendente, nunca había experimentado algo así en un cine, nada más salir los créditos el 80% de la sala dio un resoplido de alivio como quitándose un peso de encima, libre ya de ese reto personal que sin duda consistía en ver esta película. Días antes los medios de comunicación habían dado cuenta de las deserciones en masa de espectadores a la media hora de su inicio en muchos cines y en concreto en Barcelona alguna empresa ofrecía la posibilidad de entrar a ver otra película a cambio para evitar los abucheos que impedían a los fieles verla a su gusto.

“El árbol de la vida” ganó la Palma de oro en Cannes, lo cual no es garantía precisamente de que una película sea fácil de digerir, habida cuenta de la costumbre del festival francés a premiar el cine de autor, que a menudo dista mucho de los gustos del gran público. Además había provocado ya tantos aplausos como pitos y tantas críticas a favor como en contra según se podía leer o escuchar en las noticias. No debería haberme pillado de sorpresa, pero lo hizo el hecho de sentirme parte de una minoría tan minúscula tras la proyección porque a mí sí me gustó, así que mejor salí del cine sin mover músculo facial alguno para que nadie me apedreara (es un decir).

Bromas a parte cuando te pasa algo así empiezas a plantearte si no te habrás convertido en un bicho raro (ahora entiendo mejor “La metamorfosis” de Kafka) y te planteas si no habrás traspasado esa línea invisible que te convierte de pronto en un pedante, un snob o un frikie a ojos de los demás (seguro que sí, con esta reseña ya no me libro). El caso es que, a pesar de que me haya gustado “El árbol de la vida” me considero alguien bastante del montón con la única particularidad de haber visto bastante cine y conectar con ese afán por perderse en lo trascendente que parece tener Terrence Malick ¿Tan malo es? ¿Cuándo crucé esa frontera si yo veía cine por puro entretenimiento? ¿Es incompatible que te guste Terrence Malick por un lado y Spielberg, James Cameron, incluso John Hughes por otro?

El caso es que entiendo perfectamente a quienes “El árbol de la vida” les ha parecido un ladrillo, es la antítesis del cine actual al uso: más que contar una historia transmite sensaciones y reflexiones; se demora en algunas escenas por el mero hecho de que resultan emotivas, bellas o crean un ambiente lírico; utiliza la metáfora visual para lanzar ideas; no es explícita, exige un visionado atento y escrutador que descifre significados ocultos; salta en el tiempo y el espacio, juega con la memoria y los pensamientos profundos de los personajes y yuxtapone una infinidad de escenas que son momentos cruciales pero que no siempre guardan una relación causa-efecto. Curiosamente, lo que para algunos es un estilo insufrible y un tema pedante, para otros nos resulta apasionante y bello simplemente porque habla de la vida y la muerte, del individuo y el Universo, de nuestra esencia y nuestros anhelos…

Terrence Malick es seguramente uno de esos directores con los que mejor casa eso que se llama “cine de autor”. A lo largo de cuarenta años ha filmado sólo cinco películas que, debido a su peculiar estilo, lo han convertido en uno de los autores más reputados y peculiares: “Malas Tierras” (Badlands, 1973), “Días del cielo” (Days of Heaven, 1978), “La delgada línea roja” (The Thin Red Line, 1998) y “El nuevo mundo” (The New World, 2005) antes que la película que nos ocupa, aunque últimamente parece dispuesto a cambiar esta tónica porque tiene en post-producción “The Burial” (2012) y está trabajando en un documental sobre el universo y la naturaleza que estará narrado por Brad Pitt y se estrenará en 2014 en salas Imax bajo el título de “Voyage of Time” (2014) y que, no sé por qué me da, que va a tener mucho que ver con “El árbol de la vida”.

Particularmente es un director que me fascina desde que vi “Días del cielo” y al que me rendí definitivamente tras ver “La delgada línea roja” (quien lea esto ya sabe a qué atenerse con mi opinión), con una personalidad fuera de lo común, enemigo de la vida pública (en sus contratos obliga a quedar eximido de cualquier aparición en entrevistas o promociones) y enamorado de la filosofía, la naturaleza y la esencia del ser humano. En todas su películas crea atmósferas únicas y suele detenerse en imágenes de gran belleza con las que lanza ideas a través de metáforas visuales. Podríamos decir que su manera de filmar vendría ser para el cine lo que la poesía es para la literatura, se ayuda mucho de la fotografía, el encuadre y la banda sonora y no le importa detenerse lo que sea preciso en una escena. Evidentemente su forma de trabajar no tiene nada que ver con el modus operandi del cine comercial, generalmente su cine se tacha de “lento” y “moroso” pero ¿cómo adentrarse con una cámara en el mundo del pensamiento y lo trascendente si no es de éste modo?

“El árbol de la vida” es una película que te sumerge literalmente en un estado de ánimo, que te invita a reflexionar sobre cosas importantes, que te empuja a divagar y como tal es tremendamente arriesgada y ambiciosa porque desde su misma concepción queda ya al margen de los gustos de muchas personas que no van al cine a eso, sino a entretenerse y olvidarse de sus problemas y lo hace porque pretende ir más allá de lo cotidiano y del divertimento y hablar de sentimientos y pensamientos universales.

Malick ha utilizado una familia y la muerte de uno de sus miembros como espina dorsal argumental para desarrollar todo sobre lo que quería hablar a través de imágenes y sonidos y eso algo denso, muy denso: con las imágenes que va mostrando, siempre realzadas por una extraordinaria banda sonora compuesta por temas clásicos podemos reflexionar sobre lo divino y lo humano, la relación del hombre con Dios, la importancia del ser humano en la creación, el poder de la Naturaleza, el milagro mismo de la vida, nuestro crecimiento, las relaciones con nuestras familias o la convulsión que siempre supone la muerte.

No es película para entretenerse, no es película de evasión, ni de visionado fácil y como recomiendan muchos críticos hay que verla consciente de lo que se va a ver, dispuesto a dejarse llevar y a entrar en su juego, a ser posible descansado, con la mente despejada y el ánimo en paz y desde luego en un cine, ya que considero imposible disfrutarla en ningún otro lugar ni circunstancia en la que cualquier cosa pueda distraernos y nos rinda.

Terrence Malick puede ser uno de los directores más “aburridos” de la historia del cine si no gusta su estilo, pero si te engancha te convulsiona. Llevo días dándole vueltas a las imágenes e ideas que brotan de “El árbol de la vida”. No sé dónde leí que lo importante no es la historia de la familia protagonista, sino lo que te hacen sentir las imágenes: el despertar a la vida, los primeros juegos, los paraísos perdidos, la forma en que nos determina la infancia, los celos por un hermano pequeño, la rebeldía ante la autoridad, el afán de aventura, el compañerismo, las relaciones filio-paternales y maritales, el deseo de destacar y ser especial, la derrota personal, el abatimiento, la sensación de pérdida y el miedo ante la muerte y finalmente la autorredención cuando aceptas tu destino, que es el mismo que el de todos tus iguales…..Es como si hubiera concentrado todo lo que te zarandea a lo largo de una vida en dos horas y cuarto.

Esencialmente la película pivota sobre la relación de Jack (de mayor Sean Penn) con su familia y especialmente con su padre (un inesperadamente adusto y estricto Brad Pitt), pero las intenciones de Malick van más allá, utiliza a un individuo para hablar sobre todos nosotros, sobre la humanidad y la vida en general y lanza muchas ideas de corte filosófico y existencial: quizás deberíamos ser más espirituales, pero escogemos generalmente vivir una vida más acorde a lo natural que a lo divino (entenderéis esto después de oír una de las reflexiones de la madre, magnífica Jessica Chastain); sólo nos acordamos de Dios cuando las cosas se tuercen, pero si hay un Dios siempre habrá estado ahí; exigimos mucho, pero no siempre somos capaces de estar a la altura de lo que pedimos a los demás; nos creemos importantes, pensamos que cada una de nuestras vidas individuales es trascendente, pero sólo somos gotas minúsculas en un inmenso mar; pensamos que nuestros planeta y el presente son lo más importante, pero sólo es una mota en el Universo y lleva aquí millones de años y nos creemos con derecho de juzgar a los demás y a Dios cuando quizás todo responde a una simple cuestión de libre albedrío.

Al margen de que guste o no esta película cualquiera puede darse cuenta que filmar todo esto es tremendamente complicado y Terrence Malick en cambio logra hacerlo con un estilo propio, ajeno a cualquier moda, basado siempre en la yuxtaposición de imágenes y escenas muy trabajadas, con una acentuada pulsión lírica, recreándose siempre en lo que considera hermoso, ayudado por melodías de corte clásico y haciendo que su cámara planee literalmente por escenarios y lugares. Estamos ante lo que podríamos llamar un cine “etéreo” y trascendente que en esta película encuentra su máxima expresión en ese fragmento que habla sobre la creación de la Tierra y la evolución, veinte minutos más o menos que para muchos resultan insoportable y para otros en cambio son fascinantes o en ese final lleno de simbología en el que el personaje de Jack parece asimilar por fin su propio destino, que a fin de cuentas es el destino de todos.

Se puede hablar de esta película escribiendo auténticos ríos de tinta, de hecho creo que va a ser una de las que más se va a hablar de las estrenadas este 2011. Va a tener muchos detractores y pocos fans, como el cine mismo de su director y en efecto es porque resulta una película difícil y exigente que yo al menos no recomendaría a cualquiera porque no todo el mundo va a disfrutarla como no todo el mundo disfruta el Quijote o el Ulises de James Joyce. Y con esto no quiero decir que ésta película sea el “Quijote” del cine que para eso ya tendríamos por ejemplo a “Ciudadano Kane”, lo que digo es que tan lícito es querer ver una mera película de entretenimiento como querer ver una película que te remueva por dentro, pero es más fácil que guste la primera que la segunda y “El árbol de la vida” vendría a ser la campeona del segundo estilo. Al final todo se reduce a una cuestión de gustos y preferencias….a mí me encanta Malick, definitivamente, que le voy a hacer, soy la cucaracha de “La metamorfosis”, pero me consta que somos más de una