Este domingo asistimos, Mañik y yo, a la décima edición del Salón del Cómic de Zaragoza, un espectáculo que año tras año mejora y que, en esta ocasión, ha cosechado gran éxito de público y crítica a pesar de la decisión política de cobrar una entrada simbólica (1 euro).

El año pasado no pude acudir al Salón de mi ciudad por motivos médicos (me acababan de operar del oído) y, aún sintiéndolo muchísimo no pude asistir. Eso sí, este año, y tras ver cómo los políticos del Ayuntamiento de Zaragoza estaban por la labor de destruir el Salón (primero se habló de cancelación y gracias a los Organizadores la cosa quedó en una entrada simbólica que ni alivia gastos ni ayuda en exceso) decidí que no podía perder, de ninguna manera, esta nueva edición. No pude asistir ni el viernes ni el sábado, pero ayer, domingo 18, acudí en compañía de Mañik para encontrarnos con un Salón que ha sabido madurar, que ha aprovechado más que correctamente el espacio que la sala multiusos del Auditorio de Zaragoza nos ofrece y que, repito, a pesar de la entrada, consiguió filas de familias esperando (con el frío que hacía) para adquirir su entrada y acceder al Salón. Aunque no asistí el sábado enseguida me enteré de que ¡¡habían tenido que cerrar las puertas!! debido a la cantidad de visitantes que querían acceder. Y el domingo parece que la cosa tampoco pintaba nada mal (hubo momentos en los que incluso me sentí agobiado debido a la cantidad de gente), antes de que abriesen las puertas (a las 17 horas de la tarde) me encontré con una fila de unas 200 personas esperando para adquirir su entrada y de otros tantos esperando para acceder. Después de entrar pude ver que la fila para adquirir entradas seguía teniendo una buena presencia de público.

¿Y qué me encontré a la entrada? Pues lo primero es el detallico del cómic del Salón, que puede parecer una tontería, pero que alivia un poco el hecho de pagar 1 euro de entrada. Después empecé a ver que la decoración se había hecho con recortables gigantes de personajes del cómic y, por fin, las puertas de entrada a la Multiusos, los stands, la gente, los cosplays, los artistas, los amigos… Ya sabéis, esa sensación que tienes justo antes de disfrutar a tope de un Salón del Cómic, de reencontrarte con amigos a los que sólo ves en este tipo de eventos y de disfrutar en compañía de gente con tus mismos, o parecidos, intereses. Y, quizás, con suerte, de asaltar a algún autor y lograr que te haga un dibujo de esos que no dejas de mostrar a todo el mundo (sí, asalté a un autor, ya os enseñaré el dibujo en otro post).

Al comenzar a dar la vuelta por el recinto me llamó la atención el hecho de ver a muchos padres acompañados de la feliz chavalería que correteaba alegremente por el recinto ante la tranquilidad de los padres al saberse en un recinto cerrado, controlado y seguro.

En cuanto a los autores, la verdad es que tan sólo hablé con unos pocos autores, eso sí, disfruté muchísimo viendo trabajar a Daniel Foronda, David López y Jesús Saiz (tirón de orejas a la Organización porque estos dos últimos sólo eran nombrados en el folletín del Salón poniendo por encima a otros autores sin una décima parte de trayectoria que estos, por no hablar de calidad…) e incluso me llevé un par de dibujos de éstos (sólo se me escapó Jesús, ya te pillaré, ya…). Son esos momentos en los que disfrutas hablando con gente de gran talento que se muestra cercana y que, ¡increíble!, te recuerdan de un año al siguiente.

Retomando el tema del Salón en sí… impresionante, veo pocas áreas de mejora, me encanta como se han organizado los espacios (la zona para las firmas de los autores estaba muy bien delimitada), los stands eran amplios y las zonas de cosplay, karaoke, Magic, etc, estaban muy concurridas. La animación era excelente y la megafonía se encargaba de que no se nos pasase nada por alto. Se echaba de menos, eso sí, una cafetería ubicada en la planta baja (para secuestrar autores).

La Organización ya ha anunciado que hubo 14.000 visitantes (3.500 de ellos niños) y 7.000 entradas vendidas. El aforo resultó pequeño el sábado aunque la gente guardó fila en la calle esperando poder entrar de nuevo al Salón (y, creedme, este fin de semana hizo mucho frío en Zaragoza) y, a pesar de cobrar entrada el Salón no se ha resentido. Ha salido fortalecido.

Así que ahora toca pensar en el futuro, algo que deberíamos hacer con ilusión, pero el ambiente de crisis generalizado y la impresión que nos da de que al Ayuntamiento de Zaragoza le molesta organizarlo (subvencionar, porque la Organización la llevan otros) nos hace temer que se pretenda privatizar el evento, cobrar más por la entrada, por los stands, etc… que nadie se llame a engaños, eso supondría destruir el Salón. Espero que el éxito de este año despeje cualquier tipo de duda en el Ayuntamiento y que se decida continuar apostando por un evento al fin consagrado.

Ya sólo nos queda esperar a que en 2012 se celebre la XI edición, con los mismos organizadores y mayor ilusión aún. Con una cantera de autores aragoneses que es para quitarse el sombrero y con un público entusiasta. ¿Qué más se puede pedir?