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A finales de los años noventa la diversidad sexual ya era una realidad consolidada en la sociedad occidental e incluso las sitcom norteamericanas, tan conservadoras y siempre un paso por detrás del resto del mundo en cuanto a amplitud de miras, empezaron a introducir con cierta normalidad a protagonistas homosexuales sin que eso no supusiera un problema ni un escándalo. Ahí estaba, por ejemplo, “Will & Grace“, que se convirtió en 1998 en la primera serie de la televisión de los EE.UU. que se estrenaba con un personaje abiertamente homosexual como protagonista.

Will & Grace” nos contaba las aventuras y desventuras sentimentales y profesionales de dos treintañeros que comparten apartamento en Nueva York: Will Truman, un abogado gay, soltero, inteligente y atractivo, y Grace Adler, una diseñadora de interiores con mala suerte en el amor. Ambos construirán una inquebrantable amistad llena de complicidad y ternura de la que formaran parte también Jack McFarland, amigo de Will y también gay, y Karen Walker, la adinerada y alcohólica asistente de Grace.
Creada por David Kohan y Max Mutchnick para la cadena NBC se emitió hasta el año 2006, durante un total de ocho temporadas y sumando 83 nominaciones a los Emmy, y regresó en 2017 para tres temporadas más con el mismo cuarteto protagonista formado por Eric McCormack, Debra Messing, Megan Mullally y Sean Hayes y nuevas historias. En abril de 2020, tras dieciocho capítulos, finalizaba la undécima temporada y, hasta hoy, la última.

Y aunque en su momento la serie se convirtió en una abanderada en materia LGTB+ y de la normalización de la homosexualidad, “Will & Grace” pecaba todavía de un exceso de prudencia, posiblemente para no incomodar demasiado a los espectadores más conservadores, que en los EE.UU. abundan: no hubo casi besos entre hombres a lo largo de más de doscientos capítulos, no hubo espacio para las lesbianas, y apenas se prestaba atención a las dinámicas y los conflictos específicos de las relaciones sentimentales y sexuales entre hombres. De hecho la serie se centraba casi siempre en la desastrosa vida sentimental de Grace, que no dejaba de encadenar pareja tras pareja, manteniendo citas que se convertían en la principal fuente de tramas de la comedia. Y, en general, la construcción del personaje de Will y sus amigos gays se basaba demasiado en estereotipos.

La serie se convirtió en un gran éxito de audiencia, consiguió numerosos Emmy, y montones de estrellas de Hollywood se peleaban por hacer un cameo: Michael Douglas, Matt Damon, John Cleese, Debbie Reynolds, Jennifer López, Sydney Pollack, Cher, Neil Patrick Harris, Glenn Close, Britney Spears,… y, por supuesto, Ellen DeGeneres, que había causado sensación con su salida del armario, tanto en la ficción de “Ellen” como en la vida real. Las apariciones estelares invadieron las tramas de la serie durante demasiados capítulos, aunque los espectadores las adoraban.

Más de veinte años después de su estreno, las primeras temporadas de “Will & Grace” nos parecen hoy demasiado comedidas y simplistas en cuanto a la representación del colectivo LGTB+. Tampoco se le podía pedir mucho más, pues era una simple comedia para televisión con capítulos de veinte minutos y ya había hecho bastante con poner a un protagonista homosexual por primera vez y en horario de máxima audiencia. El mismísimo Joe Biden, presidente de los EE.UU., dijo en su momento “Creo que ‘Will y Grace’ hicieron más para educar al público americano que casi cualquier cosa que nadie ha hecho nunca. La gente teme a lo diferente. Ahora están empezando a entender“.

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